Expediente Saturno.

v. Nefertiti.

BLAIR HOFFMAN.

Blair solía ignorar ciertos detalles de su alrededor. Eso no quería decir que no los notara, ni mucho menos que los despreciara. Pero todo tenía una razón.

Cuando despertaba los fines de semana alrededor de las ocho de la mañana para alimentar a la serpiente de su tía abuela, Nefertiti, era el momento en que en la casa los detalles eran imprescindibles. Nefertiti era una oxyuranus scutellatus, menos específicamente, una taipan. Un animal que de hecho no debería estar en un hogar, pero tratándose aún así de una enorme amenaza, no era el ser más peligroso de la casa Hoffman.
Su tía abuela solía olvidar que tenía semejante bestia enjaulada y sin alimentar, así que la castaña se había tomado las molestias de despertarse para mantener viva a Nefertiti. Antes quien se encargaba sin molestias de los cuidados del animal era Emmeline. Era ese preciso momento en que los detalles alrededor se volvían el interés principal de Blair.

 

 

Todas las mañanas se oía a los perros de la vecina de al lado ladrar, a lo que antes creíamos era un pequeño montículo de basura en el terreno que estaba pegado a su casa, pero más tarde descubrimos que debajo de la basura había un pequeño gato negro en plena descomposición, aunque lo habíamos sacado y enterrado en otro lugar del descampado, los perros jamás dejaron de ladrarle a aquella montaña de residuos. Nos habíamos acostumbrado a ello. También a las ventanas que daban a la sala de reuniones de Karla. Te hacían sentir en plena película de terror, sus bordes de madera desgastados y las bisagras oxidadas hacían que ante la más débil brisa de verano se abrieran rechinando una y otra vez. Durante el invierno la deteníamos poniendo un pequeño cajón de una de las mesitas de luz de mi mamá sobre otro mueble. Pero durante el verano lo quitábamos para poder disfrutar de un poco de aire. Solo que por las mañanas todos los sonidos se intensificaban. Entonces los perros ladrando y las ventanas rechinando, eran una gran tortura.
Del resto de la casa no tenía ánimos para hablar. Era básica y desconforme para cualquiera con algo de gusto. Pero al menos tenía un techo sobre mi cabeza y una serpiente venenosa a mi lado.
Mi mamá decía que la tía Karla estaba demente, pero no de esas locas divertidas, sino realmente mal de la cabeza. Nos había contado cuando éramos pequeñas que de hecho teníamos un par de locos en la familia por parte de nuestro papá, pero ninguno como la tía. Ella tenía planes, algo alocados, pero ninguno desquiciado. Yo creí que mamá estaba equivocada, y que Karla era una loca agradable, después de todo vivo con ella, y aunque a veces tiene sus ideas extrañas jamás ninguna en exceso, o que lastime a alguien. Eso me había parecido muy importante.

Nefertiti ya había terminado de comer y comenzó a enroscarse en una de las ramas que había dentro de su jaula. Así que arreglé un poco mi cabello gracias al reflejo del vidrio de la jaula y me recosté en el sofá de terciopelo avejentado que había a un lado.

La que sí se había vuelto una loca mala era mamá, luego de Emmeline.

¡Pero qué maravillosa era la alfombra de este horroroso lugar! Los perros habían dejado de ladrar y la brisa de verano dejó de mover las ventanas de la sala. Respiré e intenté recuperar la tranquilidad. Mi corazón se había acelerado y lo había notado recién cuando todo se había vuelto silencio y aire condensado por el calor.

─ Nefertiti te lo agradecerá en un futuro, Blair─el silencio fue interrumpido por la voz tosca de Karla, tosió un par de veces y me observó. Tenía sus años, pero no le gustaba que le preguntaran por su edad, entonces con los primos nos reuníamos a tirar números y a inventar historias. Simon una vez había dicho que la tía, en realidad era de la prehistoria, tenía tantos años que ni ella los recordaba y utilizaba la excusa de que no le gustaba que la gente le preguntara por su edad para ocultar la verdad. Thomas de hecho creía que Karla era una viajera del tiempo, que la edad que su rostro aparentaba no era la que realmente tenía, y que no quería contarnos para quedarse la máquina del tiempo ella sola. Emmeline creía que de hecho la tía era simplemente una anciana bruja, de unos doscientos años. Pero ella aclaraba de que no era de esas brujas de cuento, no era fea ni maligna. Era una bruja buena que tenía muchas cosas hermosas para dar al mundo. Claro que la propuesta más aceptada había sido la de Thomas. Entonces comenzamos a visitarla más de lo normal para poder encontrar la máquina del tiempo que seguramente tenía escondida detrás de su desastre.

─ ¿Cómo una serpiente puede agradecerme?─le pregunté, ella tomó asiento en el sofá morado de en frente y acomodó su cabello gris detrás de sus orejas.

─ Todos agradecemos a los que nos han tratado bien tarde o temprano, Nefertiti te lo agradecerá─insistió, le dediqué una mirada dulce y ella sonrió levemente.

─ Karla, ¿sabes dónde está mamá?─la interrogué.

─ No querida, lo siento, pero no debe estar muy lejos, volverá pronto─respondió con esperanza, yo sabía que era mentira, que no regresaría pronto y tampoco bien.



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En el texto hay: casos sin resolver, amor lgbt, investigacion

Editado: 16.07.2019

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