BLAIR HOFFMAN.
Desperté con dolor de cabeza por el calor dentro de la habitación, y lo primero que hice fue bañarme. Por primera vez luego de mucho tiempo en la ducha no pude pensar. Sentí que mi mente estaba bloqueada por tantas cosas que era imposible siquiera recordar. Cuando terminé presentía que algo se aproximaba, no estaba segura de qué. En el desayuno supe que aquella premonición era Arya Morton. Golpeó a la puerta dos veces.
Karla no se movió, entonces yo me levanté y abrí la puerta. Decir que quedé sorprendida era poco, porque aquella tan extensa cabellera había quedado en casi nada. Le llegaba hasta sus hombros, el corte la hacía ver diferente, un diferente hermoso. Tal vez más simple y tierna, y en mi crecían ganas de avalanzarme sobre ella y apretujar sus mejillas, pero con todas mis fuerzas me contuve a esa acción. Arya me sonrió y me pidió pasar, yo le abrí paso y no pude emitir palabra alguna.
─ ¿Qué me dices, Hoffman? ─preguntó sonriente, sentí como me sonrojaba y le respondí con una sonrisa ─ ¡Ahora voy a necesitar una nueva obra de arte tuya!
─ Arya Morton ─pronunció Karla tan inmutable como hace segundos atrás, que ella dijera el nombre de mi amiga de esa manera tan fría me puso los pelos de punta, la pelirroja se dió la vuelta y le dedicó otra sonrisa, se acercó a donde se encontraba para poder observarla de más cerca.
─ Karla, Karla, Karla ─repitió esta vez ella ─ Me gustaría poder quedarme a charlar hoy, pero tu nieta y yo debemos visitar un lugar muy importante.
─ ¿Y cuál es ese lugar tan importante?
─ Te lo diría, pero prometí no decirlo, y yo jamás rompo una promesa ─afirmó.
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Recorrer el bosque de día era mucho más agradable, me sentía más protegida por la luz del sol, además Arya estaba a mi lado. Tenía miles de sensaciones nuevas recorriendo mi cuerpo, entre ellas estaban las del primer día que hablé con Morton, cuando se acercó a mí intrigada por mi arte. Aquel día no creí posible estar en este preciso momento, caminando juntas por el bosque de Houston.
A la lejanía se podían oir a los grillos y algún que otro niño jugando por ahí, pero el silencio era más imponente, lo que me hizo temerle a algo, aunque no sabía muy bien a qué. Entonces pensé algún tema de conversación coherente, pero Arya no parecía de esas personas que quisiera hablar del clima o de lo que había salido en las noticias aquella mañana. Yo sabía muy bien de lo que ella quería hablar, y yo solo necesitaba oír su voz para no sentirme tan sola.
─ ¿Qué pasa si no hallamos a Emmeline?─le interrogué.
─ ¿A qué te refieres?
─ Sí todo lo que hemos hecho para encontrarla no funciona, todo esto volverá a la nada, ¿no es así?
─ Debemos encontrarla.
─ Desapareció hace más de un año, ¿qué tan posible es que siga en el pueblo?
─ Ella está aquí, yo lo sé.
─ ¿Por qué tan segura? ¿Acaso sabes algo que yo no?
─ Sé que Emmeline no se hubiera ido a Saturno sin Nefertiti.
─ ¿Qué locura dices? ¡Ya pareces Karla!
─ No es ninguna locura, eso te lo aseguro. Hay muchas cosas que no puedes comprender, ¿verdad? Tu hermana desaparece y durante la investigación te das cuenta que realmente nunca la conociste. Por eso debemos hallarla, Blair, Emmeline no es solo tu hermana, es parte de todo.
No pude seguir caminando, frené en seco y Arya se volteó a mirarme. Era verdad, no tenía idea quién era Emmeline Hoffman, la desconocía tanto que hasta a veces dudaba de que hubieramos vivido bajo el mismo techo.
─ Lo siento ─murmuró arrepentida como si hubiera dicho el peor de los insultos. Ella se acercó a mi, me rodeó con su brazos y me permitió estar a tan solo unos pocos centímetros de su rostro. Tan cerca y tan perfecto. Arya jamás me había consolado de aquella forma, y apreciaba que lo hiciera en ese momento, así que la abracé con más fuerza y ubiqué mi cabeza sobre su hombro. Podía sentir el aroma a perfume caro y shampoo.
Mis ojos por inercia estaban cerrados, segundos después los abrí y observé que en pocos pasos se encontraba nuestro destino, la clínica abandonada.
Entonces me liberé del abrazo, tomé la mano de Arya y no la solté hasta que estuvimos en la entrada de aquel sitio. Muros altos cubiertos de moho y la puerta de entrada destrozada. Los chicos del barrio solían ir a lugares abandonados y destrozarlos más de lo que ya estaban, así que no estaría sorprendida por lo que habría dentro.
Cuando entramos no necesitamos de linternas porque los huecos en las paredes dejaban dar paso a luz. Era una sala grande, los pisos eran de una madera resistente y había una que otra columna de mármol. Había un pequeño espacio que supuse era el escritorio de la secretaria, luego había algunos asientos maltratados que debieron ser la sala de espera. Luego veía un pasillo, y otro pasillo, y dos más. O no lo sé. Comenzaba a parecerme un laberinto.
Arya se distanció y comenzó a revisar los letreros─ de los cuales a penas se distinguían ciertas letras ─ y yo me aproximé al escritorio. Abrí y cerré cajones vacíos por un rato.