Trent
“Trent. Trata de calmarte” tuve que repetir esas tonterías en mi mente “ e imagina que estás cortando un bistec”. Un estupido juego de palabras que me hacía compañía durante el camino hacía la yugular de Kai.
Tenía frío, miedo y deseaba estar en el único lugar donde hubiese calefacción.
¡Todo por culpa de ese imbécil!
¡Sí hubiese seguido el plan, tal como se lo dije, no estaríamos en esta situación!
Tuve que recostar a Kai tan cerca del fuego como pude, lo cubrí con una manta y en cuando estuve listo sujeté mi linterna con una mordida para así poder usar ambas manos en esta muy delicada operación.
Date prisa y la irritante voz de Cero no me era de mucha ayuda.
Sus intentos por decirme lo que ocurriría sí tocaba algún punto erróneo me ponía nervioso, al igual que el frío y la desgracia de recordar que la anestesia solo iba a durar seis horas.
¡Seis malditas horas!
Para encontrar el chip y quitar las ocho piezas que lo mantenían sujeto a la yugular necesitaba, por lo menos, doce horas debido a que tardó noventa minutos en retirar una sola pieza.
Ojalá Scott estuviera aquí.
Él podía hacerlo en cuatro horas, o menos, porque poseía una habilidad que yo no logré desarrollar. Luego de que retiró mi chip me dijo que se iba a ir para continuar con el plan de Xavier y sí alguien debía encargarse de esto ese sería yo, así que me entrenó tan rápido como pudo.
Empezó con un juguete llamado “Operando”, el cual consistía en usar unas pequeñas pinzas para retirar piezas plásticas de unos orificios cuyos bordes no debían ser tocados ya que sí eso pasaba el juego activaba una alarma.
Cada vez que fallaba Scott me obligaba a repetirlo todo.
Tardé tres semanas en lograr mi primer juego sin cometer un solo error, cinco en ganarlo cuatro veces seguidas y en la sexta logré hacerlo diez, con un cierto límite de tiempo. Scott me dijo que ese juego me ayudaría a desarrollar habilidades motoras que me servirían en una situación como esta.
Después seguimos con animales.
Buscábamos algún tigre o león al que yo tuviese que atacar por el lomo para al momento de cortarle la yugular. Scott midió mis tiempos, asegurándose de que siempre diera en el mismo punto.
Luego siguió la práctica final con lo único que podía usar.
Aborígenes.
Capturamos a tres o cuatro, cada mañana, los anestesiamos al traerlos a la guarida y de inmediato los llevamos al quirófano. En la primera semana corté las yugulares de casi todos mis pacientes, después rasgué los tejidos y suministré medicamentos de más. Quien diría que una semana antes de que Scott se fuera lograría hacer bien mi última práctica, Doce sería mi primer paciente y…
—Lotería —...Kai el segundo—. ¡Encontré el chip!
Lamentablemente solo me quedaban cinco horas.