Lex
No sentí noción del tiempo porque todo ocurrió tan rápido.
Primero escuché al idiota de Doce decirme la respuesta que había estado esperando desde del día en que vi a Trent caer por ese acantilado para salvar mi vida.
¡Trent!
¡El hombre que robó mi corazón logró sobrevivir!
Todas esas noches que pasé en la entrada de la cueva esperando a que él volviera para atraparlo entre mis brazos no fueron en vano, sin embargo obtener esa respuesta trajo consigo…
—¡Nooo! —...la sorpresa de ser capturados.
¡Pero qué carajos estaba pasando!
En un segundo estábamos solos y al siguiente fuimos rodeados por los guardias de La Zona. Tres de ellos me atacaron por la espalda mientras que el cuarto colocó una inyección que me durmió…
—¡Ahhhh! —...cuando desperté ya no estaba en la jungla.
No había plantas, aborígenes, dinosaurios o animales híbridos a mi alrededor sino paredes de metal, sin ventanas, y varias lámparas que iluminando el entorno. A mi alrededor había diversos cristales que me tenían atrapada dentro de una habitación junto a un catre, una cama, dos sillas…
—Que bueno que te hayas levantado —...y la compañía de una familiar voz femenina… —Sujeto Nueve— …que se atrevió a llamarme del único modo que no se lo perdono a nadie.
¡Tano Nigthingate!
La vil musaraña que me torturó durante muchos años estaba a mi derecha, en compañía de tres guardias y dos doctores.
—¡Nadie me llames así! —el simple sonido de su voz me hacía sentir el deseo de matarla— ¡Ahhh! —pero mis pies permanecieron sostenidos.
—Las suelas magnéticas.
—¿Qué?
—Te colocamos suelas magnéticas, la táctica ideal para los niños que se portan mal.
Odiaba ese par de electroimanes, colocados en dos áreas del zapato, porque eran capaces de sostener mis pies al momento de ser activados.
—Tú —no podía caminar pero si dirigirle la palabra.
—Por favor mantente quieta —algo a lo que Tano no le temía— o de lo contrario te vas a lastimar los tobillos.
—¡Como sí eso te importará…! —Y lamentablemente esa no era la única sorpresa.
Otra fuerza me atrajó al piso.
Esta mantuvo sujeta mis muñecas.
—También te pusimos muñequeras y hebillas magnéticas.
—¡Maldita!
—No debes faltarle el respeto a las autoridades, Sujeto Nueve.
—¡Y deja de llamarme así! —Pero no me sentía dispuesta a aceptarlo.
—¿Disculpa?
—¡Deja de llamarme así!
—¿Cómo?
—”Sujeto Nueve”. ¡Mi nombre es Lex!
—Tú perteneces a La Zona, Sujeto Nueve.
—¡LEX…!, ¡ME LLAMO LEX…!
—Tu nombre es el que La Zona te haya otorgado.
—¡Pero eso ni siquiera es un “nombre”!
—El concepto “nombre” tiene muchas variantes, Sujeto Nuevo —Luego volví a sentir la movilidad.
En cuanto me levanté volví a dirigirle la mirada a Tano.
Esta vez no dije nada.
Solo guardé silencio.
—Así esta mejor, ahora es tiempo de trabajar —Tano dirigió su mirada a una tablet que tenía entre las manos—. Muy bien según tu expediente fuiste enviada a La Jungla hace un año y tres meses. Un gran récord para una sujeto que no lograba mantenerse quieta en la hora del almuerzo.
—Nunca me gustó lo que servían.
—La mayoría de los sujetos no nos dieron alguna queja.
—Será porque no nos permiten hablar.
—Tal vez —Volvió a ver su tablet—. No te contagiaste de alguna enfermedad; tus niveles de azúcar están sanos, tu páncreas aún produce insulina y tienes perfectos reflejos.
—Supe cuidarme.
—Eso es bueno.
—¿De qué hablas?
—El ochenta por ciento de los sujetos que son enviados a La Jungla no logran vivir más de una semana.
—Soy buena corriendo.
—Yo diría que demasiado —De pronto sentí como mis pies volvieron a ser víctimas del magnetismo.
La silla que estaba al otro lado del cuarto se dirigió a mí espalda, como sí alguien la estuviera atrayendo, obligándome a sentarme. Mis brazos hicieron contacto con los manubrios por culpa de las muñequeras magnéticas y mis pies permanecieron sujetos.
—¡¿Qué me estás haciendo?!
—Muy pocos sujetos lograron permanecer el tiempo que estuviste en La Jungla.
—¡Fue suerte!
—Yo creo que fue algo más que eso.
—¿A qué te refieres?