Otro chico.
—¿El es el X ?— interrogue.
Un «si» seco y mecánico salió de sus labios.
El chico frente a mi desprendía un fétido olor, algo como azufre.
¿O era el lodo?
No lo sabía. Pero lo que si sabía era que yo también oleria así debido a que estaba inclinada hacia el.
El necesitaba ayuda. Supongo que mi humanidad me movió a inclinarme hacia el, con el fin de ayudarlo, y a pesar de que el pelirrojo detrás de mí no parecia tener otras intenciones que quedarse estático observandonos, agradecía que estuviera ahí.
—¿Estas bien?— interrogue apenas en un susurro, conteniendo el asco que estaba sintiendo por el nefasto olor del lodo, el cual estaba impregnado en su blanquecina piel.
Del chico salieron unos gemidos ahogados, pero no palabras. Con un gran esfuerzo logré ponerlo de pie , causando que su olor ahora estuviera en mi.
Mi mano estaba en su desnudo pecho, manteniéndolo de pie, sirviendo de sostén.
...
De una o otra manera logré llegar a mi casa. Nos encontrabamos en la sala.
Los tres. El chico pelirrojo seguía ejecutando sus raros movimientos. El otro denominado X poseía una piel blanca como la leche a diferencia de su pelo que era tan negro como el carbón, ambos haciendo contraste con sus ojos; uno era tan negro que parecía carente de iris, mientras que el otro parecia una tormenta eléctrica de lo gris. Yo me encontraba observando mi nuevo descubrimiento, el pelinegro tenía una herida en la zona lumbar.
Los quejidos que salían de sus finos labios me dejaban entender que la estaba pasando mal. Así que corrí escaleras arriba, en dirección al baño en el que tome el botiquín de emergencia, luego me dirigí hacia la habitación de mis padres en donde tome el pequeño set de agujas de coser de mamá. Estaba nerviosa. Al bajar las escaleras tome un ron blanco del estánte de bebidas de papá.
Ya parada frente a el, observé la profundidad de su herida. Mis manos estaban infectadas por lo que rápidamente me dirigí hacia la cocina, en donde lave mis manos mis manos.
En los alrededores de la herida e incluso dentro había tierra mojada. Me incline hacia el y con una toalla limpia que tome del baño, limpie los lugares afectados por la tierra. El pelinegro soltaba quejidos de vez en cuando.
La herida ameritaba puntos y bastantes. Recordando las veces que me lastimaba y mamá o papá curaban mis heridas , tome el alcohol del botiquín.
— Esto va a quemar y bastante — los ojos desiguales del chico solo se limitaron a mirarme sin expresión alguna.
Me acomode mejor en el suelo, frente a el pelinegro que estaba encorvado en uno de los varios sillones de la sala.
Mis padres son médicos, sin embargo en casa no hay anestesia o algo por el estilo. En el momento en el que el alcohol hizo contacto con la herida, el chico empujó mi mano. — Es necesario.
No pronunció palabra alguna , sin embargo me permitió continuar,aúnque no tenía idea de cómo seguir tome Dexpantenol y de manera delicada lo hunte en la herida acto seguido empezé a introducir el hijo de color blanco en la aguja que más parecida se hacía a una quirúrgica, esto tomo más tiempo de lo esperado.
El chico había dejado de quejarse, pero ahora estaba completamente segura de que volvería a hacerlo.
Le tendí el ron blanco servido en un pequeño vaso de cristal, pero lo rechazó.
Mientras más acercaba la aguja hacia la herida, más temblaba.
El pelinegro al ver esto, fastiado me arrebato la aguja de las manos, incrustandonsela en su blanca piel. Sin embargo, los gritos no se hicieron esperar.
Aún arrodillado, con nudo en el estómago, murmuré — Yo puedo hacerlo — el chico dejo de mover la aguja, soltantandola por completo.
Con cuidado volví a tomarla, moviendola despacio, al cabo de unos minutos la herida estaba completamente cocida. Con su ayuda logré envolver su torso en una pequeña manta blanca.
En silencio me puse de pie, captando las gotas de su sudor en su rostro, sus ojos ojos diferentes se encontraban cerrados, su respiración se iba regularizando con cada segundo que pasaba.
Mi manos manchadas empezaron a picar, lo cual, me hizo dirigirme a la cocina, en dónde las lave, tomando mi tiempo.
Para cuando volví a verlo estaba dormido, o eso parecía. Aún pensando en cuál sería mi siguiente movimiento ante la situación, me dirigí hacia arriba, específicamente a mi habitación, estando allá abrí uno de los cajones en dónde tome dos mantas grandes y de mi cama tome dos de mis almohadas.
Abajo cubrí al chico con una de las mantas y acomede su cabeza en la almohada, con la intención de hacer lo mismo con el pelirrojo me dirigí hacia el, pero el no estaba dormido parecia cansado, sus ojos parpadeaban ligeramente, lo que me llevo a pensar que quizas necesitaba hacerlo pero no quería. Igual lo cubrí sin acercarme mucho.
Mi cabeza empezaba a dolerme, intentaba pensar en que hacer, pero no me salía nada, afuera llovía a cántaros, de vez en cuando le dedicaba miradas a los chicos en mi sala y cuánto más lo pensaba, más me dolía la cabeza,¿Qué se supone que debo hacer?
Sentada en uno de los sofás, aúnas frustrada que antes, mi mirada recayó en el chico pelinegro, dejandome notar algo extraño. Su piel estaba tornándose negra, ¿Negra?, Comenzaba a dudar de mi vista, ¿Cómo podría ocurrir algo así?, Frote mis ojos varias veces para comprobar y efectivamente su piel se torno negra o al menos la de sus manos, la que podía ver.
No me acerque a el, ¿Y si era contagioso?, Muchas preguntas empezaron a surgirme, y nada con que responderlas. Segundos después su piel volvió a su tono inicial como si nada hubiese pasado.
Asustada y corriendo me dirigí hacia la biblioteca de mis padres, lo cual después de varios de rebuscar entre los libros encontré inútil, no habia nada que me sirviera, yo había leído todos y cada uno de estos libros.
Editado: 09.12.2024