Detenidos en la cocina,
un comentario estúpido salió a flote,
“conocí a una chica”
ella, mi madre, mi progenitora, mi cuidadora desde mi nacimiento
y mi celadora hasta el día que me case,
simplemente quedó desconcertada,
nunca le había comentado sobre conocer a una chica,
nunca le había comentado sobre conocer a alguien
“¿y como es ella?”
Comenta para averiguar si es que tal vez tenga algo especial que otros no,
que la haga digna de mención,
de renombrarla,
de traerla ( o por lo menos su recuerdo ) a la casa
“interesante”
utilizo un adjetivo nunca antes pronunciado por mí,
como punto y aparte en la conversación,
porque ella fue un punto y aparte en mi corazón
“¿y porque la mencionas?”
reclama de una manera fría,
como si interesante no fuera suficiente,
como si conocer a alguien que cautive tu mente no impresionara,
como si alguien con quien puedes conversar por horas no cautivara,
como si ella no fuera la única persona interesante, y… tal vez no lo sea…pero ha sido la única que he conocido
“ella es digna de mencionar”
y la conversación termina,
con esa simple oración,
yo lo se,
ella lo sabe,
la persona capaz de irrumpir en el hogar a través de las memorias implantadas en mi mente,
la persona de la cuál sentía la estúpida necesidad de hablar,
yo lo sabía,
ella lo reconocía,
La chica interesante es la indicada.