Tipo de narrador: Tercera persona.
Milenka Morgan era inquieta desde que nació, siempre andaba aquí y allá haciendo preguntas y estableciendo demandas. Solía exigir cosas cuando estaba aburrida y últimamente lo estaba porque no le gustaba Thomas, su papá era un cabezota, necesitaba mostrarle el collar a su mamá y Owen no quería jugar con nadie.
Ahora su hermano prefería estar solo y desde la fiesta empezó a hablar poco con ella empeorando su actitud después de la escuela militar.
Hacía frío en el salón entapetado donde los había llevado su nana para que jugaran y se protegieran del león que rondaba por ahí como si no fuera un animal peligroso. La nieve estaba cayendo afuera y el aburrimiento empeoraba estando sentado uno frente al del otro con Pucki a pocos pasos.
—Me voy a esconder para que me busques —le propuso Milenka a su hermano y este sacudió la cabeza en señal de negación—. Entonces traeré las fichas…
Owen volvió a sacudir la cabeza y Milenka se cruzó de brazos furiosa, estaba harta de lo mismo, de que Owen nunca quisiera hacer nada y que la ignorara hasta cuando ella quería jugar con las muñecas que le había hecho el tío Stefan.
—¡Levántate y vamos a jugar!
Volvió a exigir y Owen no la obedeció.
—Soy tu hermana grande y se lo voy a decir a…
La oración quedó a medias cuando abrieron la puerta. Los ladridos de un perro se tomaron el salón y su nana entró sonriente invitando a seguir a una niña que no habían visto jamás.
—¡Hola! —saludó efusivamente con el perro pequeño y peludo entre sus brazos— Soy Amelie, Dios los bendiga.
Owen fue el primero en voltearse mientras que Milenka la seguía reparando, traía unas botas afelpadas al igual que su chaqueta y su gorro. Amelie estaba tan acostumbrada a caer en gracia que no dudó en acercarse.
—El es Chispas —presentó a su mascota sentándose con ellos—. Un perro salvaje, pero tranquilos, lo tengo sujeto para que no ataque ¿El tuyo también es un perro salvaje?
—¡Que te importa! —contesto Milenka rabiosa— ¡Largo de aquí!
—¿Por qué tanta grosería? —la regañó su nana— Ella está siendo amable y cómo te vas enojar con esa cosita tan tierna.
—Soy una princesa…
—¡No queremos más niños, nani!
Siguió Milenka volteandose, tomando la misma posición de su hermano mientras que Cayetana se disculpó con la niña y Amelie no dudó en levantarse con su perro como si no hubiese pasado nada, simplemente tomó a su cachorro y se acomodó en otro lado sacando los juguetes que cargaba en su mochila.
—Me trae cocoa, por favor —le pidió a Cayetana—. La compartiré con mi perrito.
—Claro, cariño —a Cayetana le parecían un pan de azúcar con la carita de ángel y los ojos preciosos que se le hacían familiares.
—¡No me vuelvas a hablar, Nani! —se quejó Milenka— No te voy a volver a llevar.
—¡Todos son quejas y quejas! —Cayetana la beso a la fuerza— Deja los celos…
—¡Vete!
Milenka medio volteó a ver qué hacía la nueva niña y porqué no estaba insistiendo, ya que la quería volver a rechazar, pero Amelie no estaba acostumbrada a eso teniendo la atención de todos las 24 horas del día.
Sacó un cepillo rosa con el que empezó a peinar a Chispas que se mantenía quieto, pero ladrandole a Pucki.
—Es un perro feo —le dijo Milenka a su mascota viendo como lo llenaban de objetos brillosos que no se quitaba.
A Pucki no se le podía poner nada porque siempre se lo sacaba y lo destruía. Milenka cierta vez le colocó una de sus pinzas y no le duró ni tres segundos. Owen seguía mirando a otro lado y Milenka se enojaba cada vez más al ver que la otra niña actuaba como si ella no estuviera.
—Mi perro es más grande —se acercó Milenka.
—Pero yo amo al mío.
—Pucki me cuida y ese no sirve para nada —siguió Milenka y Amelie alzó los hombros. A ella, sus abuelos le habían enseñado que pelear era pecado.
—Me vale…
—Pucki es el mejor perro —Milenka se cruzó de brazos furiosa—. Es un lobo.
—Chispas es un perro salvaje…
Amelie siguió cepillando mientras la pelinegra que tenía al frente apretó los dientes rabiosa.
—No es un perro salvaje, tonta…
—Sí lo es y también es un buen perrito.
La mirada de ambas chocó y ninguna se la bajó a la otra ni cuando Milenka le mostró el puño.
—¡Déjame cargar a ese perro!
En si quería colocarle cosas, ya que sabía que Pucki no se dejaba. Amelie torció la boca, quería a Chispas, pero el perro de Milenka tenía pinta de querer comer focas.
—¿Y si mejor los cambiamos? —preguntó la princesa.
Milenkia miró a Pucki dudosa, le preocupaba que estresaran a su perro.
—Dame a Chispas y te daré a mi hermano —propuso la pelinegra señalando a Owen.
—Ok —Amelie le entregó el perro—, luego te lo devuelvo.
Fue a sentarse al lado de Owen que resopló molesto volteando la cara, pero Amelie no dudó en ponerle el brazo encima como si en verdad fuera suyo logrando que Owen se quedara quieto con la mano sobre su hombro.
Las inseguridades de Owen se agigantaron con una fiesta de niños donde una de sus crisis lo habían mandando al suelo sin poder respirar. Él sabía que había algo raro en él, pero ese día lo confirmó al ver la cara de terror de los demás y es que no era fácil fingir que era normal porque no lo era.
Pasó saliva, no tenía una buena experiencia con los extraños, quitó la mano de Amelie, pero la princesa la puso otra vez haciéndolo enojar, la volvió a quitar y ella insistió logrando que volteara la cara quedando a centímetros de su nariz.
—Oh, tus ojos —la rubia tomó sus mejillas impresionaba mientras Owen ardía por dentro agitado y con la esclerótica turbia— Son horribles, ¡Me encantan!
Owen echó la cabeza atrás y ella se fue contra él para verlo más de cerca.
—Está enfermo, tonta —se acercó Milenka.
Editado: 27.04.2021