La Barrera del Lenguaje-¿De dónde saliste?
Tenía miedo. Mas miedo del que nunca sintió en toda su corta vida. Cuando se despertó aquella mañana y vio que todo en su pequeña alacena estaba revuelto o tirado, intento ordenar antes de que su tía bajara para despertarlo. Pero Petunia jamás llego. Cuando finalmente se animo a salir observo con pavor que ya no estaba en casa de sus tíos. Era como si alguien hubiera serruchado las escaleras y las hubiera arrastrado hasta una cueva y habría regresado corriendo a ocultarse, de no ser porque de repente todo se volvió oscuro y comenzó a tener un extraño antojo por bananas.
-Jellal-Repitió. Lo siguiente que recordaba era estar en el fondo de un cráter y al subir, ver a un muchacho mayor que él caer desmayo con un extraño tono verde en su piel. Y aun con su extraño cabello color azul y de tener un tatuaje en la cara, al parecer era la única persona en todo aquel enorme lugar. Por eso le había llevado a la cueva, aunque no recordaba porque recordaba el camino, al menos allí estarían más a salvo. O eso esperaba.
-...-Al despertar hablaba un idioma extraño. Y lucia enojado, y por alguna razón mucho más amenazador que tío Vernon. Pero luego de unos minutos pareció intentar comunicarse, como si se presentara. Por eso le imito-Harry.
Bien, al menos su nombre parecía gustarle. Era agradable recibir una sonrisa de alguien, de hecho eran pocas las personas que tenían tal detalle para con él. Normalmente le miraban con rabia, o le ignoraban al tomarle por un niño de la calle a causa de su ropa y aspecto. Pero no tenía tiempo para sumirse en sus recuerdos. El muchacho de pelo azul, Jellal, parecía hacerle señas para que le siguiera afuera. No estaba muy seguro, tenía miedo de salir, pero más le aterraba quedarse allí solo. Así que, mientras el otro le esperaba y le observaba, fue hacia los restos de su alacena de donde pudo sacar su único par de viejos zapatos deportivos. No eran mucho, pero al menos lo suficiente para evitar que se lastimara:
-¿Que eres?-Le pregunto Jellal mientras caminaban a la entrada de la cueva, a pesar que sabía que no le entendía. Pero al menos podía divertirse a costa del pequeño-¿Alguna especie de huérfano vagabundo?
-...-Harry solo le miro confundido. Pero al ver que Jellal reía considero que a lo mejor el también debía hacerlo así que mostro una débil sonrisa.
-¡...!-Débil, pero en cierta forma tierna-¡Idiota! Me estoy burlando ¿de qué te ríes?-Pero ponerse tsundere no había ayudado. Ahora ese pequeño le miraba aterrado. Así que se llevo una mano al rostro y se maldijo. Para entonces ya habían llegado al exterior, y a juzgar por la posición del sol podía saber que estaban muy al este. Y pudiendo sentir un tirón en su pantalón supo que el pequeño, inconscientemente, se había aferrado a él.
Por un breve instante pudo ver en él a todos aquellos niños que alguna vez considero su familia: Sho, Wally, Miliana y Erza. Suspiro audiblemente al tiempo que colocaba su mano en el negro cabello de Harry y se lo revolvía:
-Nos tomara casi una semana a pie llegar al pueblo más cercano...-Dijo con seriedad. Pero entonces Harry vio como extendía su mano hacia él. Y aunque no entendía nada de lo que decía. Pudo saber que podría quedarse con esa persona. Así que, tímidamente, extendió su mano para tomar la de Jellal quien la aferro con firmeza-Sera mejor ponerse en marcha.
Y aquella fue la primera en dos años que Jellal dejo de ser el contenedor del espíritu de Zeref. No. Otra vez volvía a mostrar aquella sonrisa amable y confiada que siempre mostraba para sus amigos. Una vez más volvió a ser Jellal Fernández.
Los siguientes dos días transcurrieron casi con calma. Con ellos caminando para cruzar el bosque y Jellal rogando por no encontrarse con otro maldito Vulcan. Pero claro que la barrera del lenguaje no era tan fácil de flanquear. Al principio Jellal descubrió en sí mismo una faceta realmente desconocida para él: la impaciencia. Siempre había aprendido a mantener la calma, a esperar al momento adecuado para actuar y nunca perder el control:
-¡Agggh!-Pero dado que era difícil hacerle entender a Harry algunas cosas, constantemente se sentía invadido por unas incesantes ganas de golpear su cabeza contra un árbol.
¿Por qué? Simple: no tenía el valor para golpearlo, más.
¡Y no que ya lo hubiera hecho! ¡No señor! Aunque, sí estuvo a punto de hacerlo. La primera noche, cuando sin querer Harry tiro la liana que debía sujetar y toda la tienda se fue abajo. Jellal le había alcanzado en dos zancadas enojado y con su mano lista para abofetearlo. Pero en lugar de eso observo sorprendido como el pequeño solo cerraba los ojos y agachaba la cabeza. Ni siquiera intento alejarse. Era... era como si supiera que si intentaba escapar le iría peor.