—¿Por qué no acepta ninguna de mis llamadas? se preguntaba Obed a sí mismo mientras yacía recostado en la comodidad de su cama. Tras reflexionar unos minutos, decidió levantarse y seguir con su rutina diaria.
Primero, entró al baño para tomar una ducha refrescante con agua fría. Luego, volvió a su habitación para elegir qué ropa ponerse. En esta ocasión, prefirió usar pantalones sueltos y, aunque suele usar chaquetas de cuero, esa vez optó por una sudadera verde. Su habitación estaba decorada con luces led, una pantalla prominente en la pared y un estante lleno de videojuegos. El día de Obed se compondría de algunas clases en la universidad, seguida por una jornada laboral en la tienda de ropa. Pero antes de salir, se aseguró de alimentar a cada una de sus mascotas.
—Hasta luego, mamá. Nos vemos en la noche —se despidió Obed.
—Cuídate mucho, espero que tengas un excelente día —respondió su madre.
Al llegar a la universidad, Obed se reunió con sus amigos para discutir los planes del próximo fin de semana.
—¿Iremos a la fiesta de Miguel? —preguntó uno.
—Claro que sí —afirmó Alexa—. ¿Y tú Obed? ¿Qué opinas?
—Creo que no, tengo cosas que hacer.
—Deja las excusas a un lado y ven con nosotros. Necesitas distraerte un poco —insistió uno de sus mejores amigos—. Además, Tania, la chica de octavo semestre que está loca por ti, también irá.
—¿Acaso no tiene novio? —cuestionó Obed.
—Es lo de menos, tendrás con quien distraerte —respondió su amigo.
—Lo pensaré. Además, estoy conociendo a alguien y quisiera hacer las cosas bien —respondió ilusionado.
—¿Quién? ¿La chica con la que solo hablas por mensaje y que no contesta tus llamadas? Si yo fuera tú, empezaría a dudar de su credibilidad —sugirió Alexa con una mirada escéptica.
—Quizá es tímida —se defendió Obed.
—Claro, seguro es eso —respondió Alexa con sarcasmo—. Has estado soltero demasiado tiempo; deberías considerar conocer a alguien real, como Tania.
Ese día, Obed se quedó reflexionando. De alguna manera, sus amigos tenían razón, pero no quería precipitarse llenándose de suposiciones, ya que disfrutaba conversar con Sofía.
Después de clases, tomó rápidamente el transporte para llegar a su trabajo, consiente de la importancia de la puntualidad para evitar sanciones en su sueldo. Durante el trayecto, aprovechó para enviarle un mensaje a Sofía; le era imposible no revisar su conversación cada minuto.
Mientras tanto, Valeria estaba en su departamento, rociándose con perfume. Quería verse presentable, pues sería la primera vez que vería a Obed, aunque fuera de manera indirecta. Salió corriendo de su departamento con la esperanza de encontrarse con él. Los nervios la consumían mientras iba en el taxi, hasta el punto de que las manos le sudaban sin parar. El trayecto se hizo largo, especialmente por el tráfico de esa zona. Al bajarse del automóvil, no reconocía el lugar, pero el centro comercial donde trabajaba Obed sobresalía a la vista. El establecimiento era inmenso y encontrar a Obed sería toda una odisea.
Valeria entró y quedó impresionada por la calidad de las instalaciones; el piso brillaba por su limpieza y había muchos negocios de todo tipo, desde tiendas de maquillaje hasta establecimientos de perfumes carísimos. Recorrió el primer piso sin encontrar a Obed, pero aprovechó para actualizar su colección de diademas en una pequeña tienda que encontró. Al subir al segundo piso, el aroma de la comida rápida le abrió el apetito. Dio una vuelta rápida por toda la zona, pero su búsqueda no tuvo éxito y sus esperanzas de encontrar a Obed se desvanecían.
Cansada de caminar, decidió descansar en una banca de la plaza. Revisando su teléfono, pensaba en cómo volver a casa cuando, al levantar la mirada, vio la tienda de ropa m&r, especializa da en la venta de ropa deportiva masculina y femenina. Los nervios la invadieron; su búsqueda había dado frutos, pero el temor la paralizaba.
Tras pensarlo varios minutos, se armó de valor y entró. El lugar tenía un olor a menta y estaba lleno de ropa deportiva y en las paredes se podía observar fotos de deportistas reconocidos. A Valeria solo le interesaba una cosa: encontrar a Obed. La tienda era pequeña y parecía ser que él no estaba allí.
—¿Le interesa algo en particular? —preguntó una de las empleadas.
—No, gracias, solo estoy mirando las prendas.
No quería hacer compras, pero de alguna manera tenía que hacer tiempo mientras Obed se aparecía en el establecimiento. Así que tomó un par de licras deportivas y se dirigió al probador. Encerrada allí, en ese pequeño espacio, reflexionaba si estaba haciendo lo correcto. Se probó la ropa y posó frente al espejo con bastante confianza.
Estaba por salir de los probadores cuando escuchó una voz que le resultaba bastante familiar.
—Disculpe el retraso, había mucho tráfico por toda la zona y por eso he demorado un par de minutos en llegar —dijo Obed desesperado.
—No hay problema con eso. Es la primera vez que te sucede, pero espero que no se repita —respondió el gerente de la tienda.
Valeria espió entre las cortinas y lo vio por primera vez. Su cabello era demasiado largo y su apariencia atlética la cautivaron. Quería hablarle y pasar horas conversando como lo hacen por mensajes, pero recordó que Obed no sabía quién era ella, ya que se ocultaba detrás de Sofía. Avergonzada, se encerró en el probador, reconociendo que sus acciones, aunque fueran inofensivas, no eran correctas.
—¿Qué estoy haciendo? —pensó apenada—. Obed no se fijaría en mí. No es justo engañarlo de esta manera. Tengo que irme de aquí.
Tan rápido como pudo salió corriendo de los probadores, evitándole la mirada a Obed. En su prisa, derribó un maniquí que se encontraba exhibido en la salida.
—No puede ser —musitó asustada mientras intentaba recoger el maniquí. Su plan de pasar desapercibida había fallado.