Famocéntrico

Capítulo dos: Entregarle el alma al diablo.

Estando en la cocina, abrí la nevera y saqué otra lata de refresco de uva, puesto que la anterior estaba caliente al haberla dejado en el mesón para perseguir a papá. Abro la lata sintiendo mis manos temblar un poco y tomo un trago. Gimo de gusto sintiendo su sabor dulce y la sensación electrificante recorrer mi cuerpo.

Ah, amo el refresco de uva.

Estoy por volver a abrir la nevera para sacar un bocadillo cuando unos gritos me hacen detener mis movimientos.

Vienen del despacho de papá. ¿Qué carajos?

Salgo de la cocina en puntillas para no hacer ruido, escuchando como los gritos se hacen cada vez más y más fuertes. Frunzo el ceño desviando la vista hacia la puerta mientras camino para escuchar a la que creo es la asistente de Lev gritar “es un maldito monstruo”.

Error.

Al estar distraída mi pie descalzo —mejor dicho, mi dedo pequeño— chocó contra la pata de un mueble, arrancándome un chillido de dolor y provocando que lance la lata de refresco lejos para levantar mi pie y sostener el dedito tratando de mermar el dolor.

—Maldito dedo que sólo sirve para llevar golpes. —Bramo con molestia. Volteo a ver el lugar en busca de la lata y veo que se ha derramado en la alfombra blanca de mamá. —Mierda. —Susurro mirando hacia los lados.

Si Sharon ve esa mancha le dirá a mamá y ambas me cortaran la cabeza.

Salgo corriendo a la cocina luego de recoger la lata ignorando los gritos que se intensifican, al parecer la cosa es seria.

Pero yo también hablo enserio cuando digo que me van a decapitar si no limpio la jodida alfombra.

Vuelvo corriendo al salón con un trapo mojado entre mis manos y me lanzo al suelo, limpiado la mancha con desespero antes de que se pegue en la alfombra.

—Parezco la jodida Cenicienta. —Gruño por lo bajo, limpiando con afán y comienzo a ver como la mancha sale un poco. Suspiro con alivio deteniéndome un par de segundos antes de tratar de volver a limpiar.

Y digo tratar porque cuando intento mover el trapo contra la alfombra de nuevo los gritos de mujer se intensifican y lo siguiente que siento es como alguien patea mis costillas y me lanza a un lado, haciéndome gritar por la impresión. Miro a mi lado y descubro que la asistente de Lev —que tiene la cara roja e hinchada, por cierto— está de cara contra el suelo, pero con la misma se levanta y sale corriendo, dejando la puerta abierta de par en par.

Supongo que ella me pateó. Cuanta agresividad, de veras.

— ¡Stella, regresa, hablemos de esto, busquemos soluciones! —Grita papá mientras sale corriendo con los demás hombres detrás de la chica.

— ¡No seguiré soportando a ese engendro del demonio! ¡Aléjense de mí! ¡Es un maldito monstruo! —Exclama la mujer mientras corre por el amplio jardín, tratando de huir de los hombres que la persiguen.

Frunzo el ceño, mirando la escena hasta que se pierden de vista, así que me encojo de hombros y me levanto, sosteniendo mis costillas al sentir el dolor punzante de la patada de esa mujer. Chillo, pero al mirar la alfombra en la parte donde cayó la mujer, descubro que manchó la alfombra con el labial rojo que traía.

— ¡Oh, vamos! —Exclamo molesta. Me agacho, agarrando el trapo del suelo y yendo esta vez hacia la mancha de labial, pero antes de agacharme de nuevo una voz me deja tiesa en mi lugar.

— ¿Día duro? —Esa voz…

¿Alguien sabe a dónde se fueron mis bragas?

Volteo lentamente, encontrándome con Lev recostado contra el umbral de la puerta del despacho como si la anterior escena con su asistente nunca hubiese existido. Chillo internamente, pero me obligo a mantenerme serena ante su presencia.

—Ni que lo digas. —Hablo aparentando estar tranquila, pero mi voz sale un poco temblorosa y carraspeo, normalizando esta.

—Te comprendo, créeme. —Lev mira alternadamente mis manos sosteniendo el trapo y las dos manchas en la alfombra, frunciendo el ceño. — ¿Qué no tienen a alguien que limpie eso?

—Oh, ¿las manchas? —Pregunto más relajada y asiente. —Pues, la hay, pero prefiero limpiarlo yo y evitar que se forme la cuarta guerra mundial en mi contra. —El castaño sonríe con diversión y me sonrojo mirándolo.

— ¿Qué tal si dejas eso y vamos a la cocina por algo de tomar? Creo que tu padre mencionó tener refresco de piña. —Pregunta manteniendo su sonrisa divertida.

Asiento efusivamente y al notar eso cierro los ojos con fuerza por unos segundos, obligándome a controlarme.

¿De qué estoy hablando? Es imposible controlarme. Aún parece un sueño que esté aquí.

—Sígueme. —Sin esperar respuesta comienzo a caminar con el trapo en la mano a la cocina. Escucho sus pasos detrás de mí y estando en la cocina saco una tercera lata de refresco de uva para mí y una de piña para él. Me siento sobre el mesón como es de costumbre y Lev se recuesta tal y como mi padre hace un rato. — ¿Me cuentas que ocurrió con ese escándalo? Parecían tranquilos cuando llegaron y de repente… boom.

El castaño ríe levemente y de no haber escuchado mil audios con su risa hubiese sentido un jodido zoológico pateando mi estómago. Toma la lata que dejé junto a él en el mesón y la abre.

—Pues… no lo tengo muy claro. —Se encogió de hombros tomando un sorbo de su bebida. —Sólo llegamos, ella comenzó a quejarse, tu padre le dijo que trataría de solucionarlo, ella me miró y se tornó histérica. O algo así, en realidad estaba mirando el techo en vez de a ellos. —Le restó importancia con un ademán de manos. —Ella dijo algo como: “es un maldito monstruo”, salió corriendo, chocó con una linda versión de la Cenicienta y el resto ya lo sabes. Por como salió, creo que ya no tengo asistente.

Me dijo linda. Voy a morir.

Esperen… ¿dijo que ya no tiene asistente?

Este es mi momento de brillar.

—Vaya, que intenso. —Susurro. Él asiente y ambos tomamos refresco al mismo tiempo. —Y… ¿tienes a alguna asistente en mente?

—Oh, para nada. Tu padre es quien se encarga de eso. Yo simplemente las apruebo. —Asiento, voltea a verme y trago grueso al sentir sus ojos sobre mí. — ¿Por qué la pregunta?



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En el texto hay: amorodio, famosos, asistente

Editado: 03.06.2021

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