3 meses después.
Estaba en la Universidad, sentada bajo la sombra de un árbol con hot cakes con miel y queso rayado, me las comía como si no hubiera un mañana, estaban deliciosos y mi pequeño daba pataditas y se movía gustoso dentro de mi vientre.
Había salido de una evaluación temprano, así que decidí comerme los 20 hot cakes que había llevado por si acaso me daba hambre; no tenía ningún conocido en la Universidad, así que me valía mierda si las personas me veían feo. Era simple.
Tenía hambre. Eso era todo.
Los últimos meses se me habían quitado las naúseas y demás malestares, daba gracias a Dios porque no tenía mareos y no me daban las bajadas de tensión como los primeros días, cada día me tomaba el ácido fólico y si sentía algún malestar, debía tomar acetaminofén.
Había adquirido un gusto extraño en esos meses, que había empezado en el quinto mes de embarazo, la idea incesante de comer maíz con tamarindo y dulce de leche.
Sí, hasta a mi me parecía repulsivo, pero cuando llegaba esa desagradable comida a mi pequeño sentía un placer indescriptible, que superaba los límites y me hacía suspirar constantemente.
— Qué vergüenza, mírala como está allí tan tranquila —comentó alguien que pasó por mi lado—, yo me moriría de la pena si tuviera una panza de ese tamaño, arruinar mi juventud por una alimaña... Pfff jamás.
Volteé levemente la cara para mirar de reojo a la chica, me metí otro pedazo de hot cake a la boca y mastiqué deliciosamente, la chica que la acompañaba simplemente me miro con curiosidad, cosa que no pase desaparecibida.
—Oye tú —chillé mientras la llamé, justo a ella, esa chica de cabello púrpura, era de tez morena y parecía bastante agradable—, ven aquí —ambas chicas detuvieron su andar y yo me reí internamente por la actitud de ambas—, no te hablo a ti trasero caído, le hablo a la del cabello bonito.
La chica de púrpura reprimió una sonrisa y a pasos de tortuga, casi como si tuviera que pedirle permiso a sus pies para caminar, se acercó a mi.
— ¿Algunas vez has probado esta delicia? —interrogué señalando mi bol con todos los hit cakes con miel y queso. Ella negó curiosa— pues deberías.
Hice un amago para que agarrara de mi comida y así lo hizo, en cuanto probó aquello sus ojos se agrandaron y comenzaron a brillar.
— Si quieres más, aquí hay suficiente para los tres —comenté jocosa viendo como la de cabello púrpura se sentaba.
— ¿Para ella también hay? —interrogó la chica sonriente y yo negué con el ceño fruncido, la señalé, me señalé a mí y señalé mi panza.
— Ya somos tres, más es multitud —me reí por su cara—, pero si la tipa deja de ser tan come mierda, yo feliz de compartirle de mis alimentos; pero hoy no. Que aprenda un poquito.
— Bueno —se encogió de hombros y siguió comiendo de mis hot cakes, suspiré por el delicioso sabor que inundaba mi boca, llenándome el paladar por completo.
Mi teléfono celular vibró en mi bolsillo y tuve que rezar mil padres nuestros para poderlo sacar, es decir, ¿Saben lo complicado que es estar sentado y sacar el celular de tu bolsillo trasero? Y más aún, estando embarazada.
Es una catástrofe, es horrible. No se lo desearía a nadie, sinceramente.
Cuando logré sacar mi celular, contesté, callando ese insistente e irritante pitido que a cualquiera deja sordo.
— ¿Mhmm? —contesté atropelladamente porque tenía comida en la boca.
— ¿Sigues en la universidad? —era Xavier, asentí como si el imbécil ese me pudiera ver y luego me burlé con una carcajada de mi misma.
— Sip, aquí sigo.
— Bueno, voy camino hacia allá, guárdame hot cakes con miel y queso —pues sí, a él también se le había pegado esa manía.
Esa y la de bañarse más a menudo, cosa que era justicia, aunque eso lo hacía más para no tener quejas mías por dormir todo sucio en la cama.
— Muy tarde —comenté a mejillas llenas cómica, la chica que se encontraba a mi lado me observo con algo parecido a la repulsión y yo me encogí de hombros, restándole importancia a aquél gesto.
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Editado: 07.09.2020