Flores A Juliana

CAPITULO 13

Después de que Fernando se estableció en Guanajuato empezó a trabajar de inmediato en La cueva de Plata; cosa que no fue del agrado de Efraín, quien trato de persuadir a Graciela que era un oportunista y ladrón, pero al pasar de las semanas Fernando no solo se gano la confianza de Graciela, si no que sus diseños lograron que la joyería incrementara sus ventas.

Juliana y Fernando se habían vuelto muy buenos amigos en esas semanas, todos los días ella iba a visitarlo al taller en la joyería, donde podía pasar horas mirando como trabajaba las piezas o escuchándolo hablar de como tratar e identificar los diferentes materiales.

—¿Juliana?

Juliana salió del trance en el que estaba observando fijamente un trozo de plata siendo delineado para tomar la figura de un corazón, no se había dado cuenta que Fernando le llamaba desde hace un rato.

—Disculpa estaba distraída –mencionó un poco avergonzada–.
—Te preguntaba si querías intentarlo –dijo mientras señalaba la mesa de trabajo–.
—No creo estar lista aún   –negó–.

Fernando soltó una risita mientras guardaba el corazón sin terminar y sacaba pequeñas laminas de acero.

—Vamos, nunca estarás lista a menos que lo intentes    –menciono mientras le cedía el lugar–.
—Pero, ¿que hago? ¿Cómo lo hago? –los nervios empezaban a ganarle–.
—Tranquila, primero relajate y yo te iré guiando.

Siguiendo las indicaciones de Fernando; tomo un marcador blanco y trazó una margarita, poco a poco con el cortador caliente fue siguiendo las lineas de su trazo hasta que obtuvo una pequeña margarita de acero.

—Lo logre –dijo Juliana mientras sostenía la margarita entre sus dedos con emoción–.
—Lo hiciste muy bien       –sonrió -nunca se olvida la primer pieza que haces.

Fernando buscó entre los bolsillos de su chaleco hasta que encontró una pequeña pieza redonda de metal.

—Esta fue la mía –dijo mientras se la acercaba a Juliana–.

El círculo a pesar de ser imperfecto había resistido bien el pasar de los años, en el centro estaba grabado "Toto".

—¿Quien era Toto? –preguntó–.
—Fue mi mascota –respondió–.

Imaginar a un pequeño Fernando con un cachorro le provoco una sonrisa a Juliana, cuando volteo para devolverle la medalla quedo cara a cara con él, no se había percatado de su cercanía.

Sus ojos brillaban con gran intensidad y su perfume inundaba toda su nariz, casi embriagándola.

Cuando su mano toco la de ella en busca de la medalla un hormigueo recorrió toda su mano y su corazón latió a toda prisa.

La distancia entre los dos se fue reduciendo hasta el punto donde sus labios casi  se rozaron y por un momento  casi lo hicieron, pero la imagen de Gustavo apareció en su mente y rápidamente se alejó de Fernando.

—Se esta haciendo tarde, nos vemos luego –dijo mientras salia del taller–.

Su cabeza no dejaba de dar vueltas mientras pensaba en lo que paso, estuvo a punto de besar a otro hombre.

¿Acaso no amaba a Gustavo?
Si lo amaba, lo ama desde hace 6 años, pero ahora su corazón estaba confundido; cada vez que estaba junto de Fernando sentía una tranquilidad que hacia mucho no sentía y cada vez que sus miradas se cruzaban sentía como su pecho podía estallar en cualquier momento.

Todos los pensamientos cesaron cuando a punto de salir de la joyería vio como su tío y un hombre salían de la oficina, por un momento no le tomo importancia y solo se limitó a saludar, pero cuando estuvo a punto de abrir la puerta el hombre que acompañaba a Efraín se la abrió cortésmente.

Fue ahí cuando al voltear para agradecerle por su cortesía lo reconoció, ese hombre era el mismo de las fotos que el investigador que contrato su padre había tomado.

Ese hombre era Juan Salvedro.

¿Que hacia ese hombre en la oficina de la joyería con su tío?

                                                                                 ~°~°~°~

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.