Flores A Juliana

CAPITULO 34

—¿No puedes esperar hasta mañana? 
—Tranquila mamá, recojo el collar y regreso rápido.
—Tengo un mal presentimiento Juli, mejor espera a mañana para recogerlo.

—Debería hacerle caso a su mamá niña, recuerde que anda un ladrón suelto –intervino Cleotilde.
—Usare el carro si se sienten más tranquilas –dijo antes de salir.

Era raro que se transportara en carro ya que prefería caminar para poder disfrutar de la tranquilidad de las calles. Tras cinco minutos llego a su destino y debido a la oscuridad de la noche tardo en abrir la puerta de la joyería.

Sin saberlo detrás de la puerta se escondían los ladrones enviados por Juan junto con Efraín, al oír que la puerta estaba a punto de abrirse se ocultaron a la expectativa de quien entraría.

—Maldito diste aviso a la policía –dijo uno hacia Efraín.
—No todo el tiempo estuve con Juan y Armando –se justificó.
—¿Entonces quien es?
—Debe ser el dueño –contesto otro.

Un escalofrío recorrió su espalda, temía que fuera Graciela o su hija. Cuando se abrió la puerta entro Juliana con dirección a la oficina.

—¿Viene sola?
—Eso parece, sería fácil deshacernos de ella.
—¡No! –replicó Efraín –esperaremos a que se vaya y después seguiremos con el robo.
Todos asintieron a excepción de uno que respondía al nombre de Pedro.

Esperaron escondidos en el taller hasta que vieron salir a Juliana con el collar puesto, por un momento Efraín se sintió aliviado de que su sobrina saldría a salvo de ahí, pero no contaba con que antes de que pudiera abrir la puerta Pedro salio del escondite apuntando con un arma hacia ella.

—¡Alto o disparo! –indicó Pedro quien cayó en la ambición al ver el diamante que yacía al centro de la flor –Ponga las manos hacia arriba.

Al ver la pistola que la amenazaba el miedo invadió a Juliana, el cual aumento cuando los demás asaltantes salían de su escondite.
—¿No escuchó? ¡Las manos arriba!
—Por favor no dispare –suplicó.
—Deme el collar o aquí muere –indico mientras retiraba el seguro del arma.
—Esta bien esta bien.

Al entregarle el collar vio como salio su tío Efraín quien se veía muy desmejorado, su mano la cubría una venda cubierta de sangre y parecía que le faltaban dos dedos, su ropa estaba desgastada y sucia y su cara estaba demacrada.

—Ya te dio el collar ahora dejarla ir.
Pedro negó sin dejar de apuntar a Juliana.
—No podemos dejar testigos –respondió fríamente.
Efraín se dio cuenta de la intención de disparar y tan rápido como pudo se lanzo en su dirección.

Un estruendo sonó después de que una bala saliera disparada del arma al mismo tiempo que Efraín tumbaba a Pedro. Para Juliana el impacto de bala fue como si rasgaran su piel rápidamente y después insertaran una barra de hierro al rojo vivo.

La sensación de la sangre calentiente saliendo de su cuerpo era extraña y el dolor la mantuvo en un estado de inconsciencia por un tiempo.

—¡Traidor! –bramó Pedro acertando una patada en el estomago de Efraín.
El sonido de las torretas inundo las calles, el silencio que cubría las calles por las noches provoco que el disparo se escuchara a seis cuadras a la redonda dando oportunidad de que dieran aviso a la policía.

—¡Saquen todo lo que puedan y vámonos de aquí! –ordenó.
Saquearon todo lo que pudieron, hasta los aretes más pequeños desaparecieron de los mostradores.

Antes de que la policía les diera alcance fueron abandonando el recinto uno a uno, Pedro se quedo al último viendo el cuerpo inmovil de Juliana y antes de que accionará de nuevo la pistola recibió un golpe por la espalda.

El golpe lo hizo perder el equilibrio pero rápidamente lo recuperó y con la rabia en los ojos descargó su arma hacia él. No fue hasta que escuchó las sirenas acercándose que salió de ahí dándose a la fuga.

Lentamente Juliana recupero el conocimiento y al tratar de levantarse sintió el dolor proveniente de uno de sus hombros, cuando volteo se encontro con el cuerpo de su tío en un charco de sangre.

Con lágrimas en sus ojos se aproximo a él, había recibido por lo menos 3 impactos y empezaba a perder el color de su cara.
—Tío por favor resista, aguante un poco más –dijo entre sollozos.

—Lo lamento… lamento todo…
—Tranquilo, va a estar bien pero por favor quedese conmigo.
—¿Recuerdas cuando eras una niña y te encantaba jugar con esa pelota azul, y que un día la perdiste?
—Si lo recuerdo –dijo con una sonrisa amarga.
—¿Recuerdas que tan feliz estabas cuando la encontraste en el árbol atorada?

El llanto de Juliana se acrecentó al ver como a su tío se le dificultaba mantenerse despierto. Ya no parecía estar hablando con ella si no con un tercero invisible.
—Es su pelota favorita… no puede verla desinflada… si, en el árbol la esconderemos…

Una sonrisa apareció en el rostro de Efrain mientras parecía regresar a ese momento, poco a poco sus ojos fueron cediendo hasta que dio su ultimo suspiro en los brazos de su sobrina.

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