𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏
𝒲𝒽𝑒𝓇𝑒 𝒶𝓁𝓁 𝓉𝒽𝒾𝓈 𝓈𝓉𝒶𝓇𝓉𝑒𝒹
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— Aurelia.
Corría a gran velocidad; un muchacho alto y blancón.
— Aurelia.—repitió.
La mencionada, se giro con el ceño levemente fruncido.
El encuentro entre ambos fue inevitable. Ambos chocaron cabezas, golpeándose fuertemente.
— Ay, Bernardo.—gruño frotándose la mano en la cabeza rápidamente.
— Perdón.—tambien se froto.
— Debes tener más cuidado, tonto.
— Si ya lo sé. Pero tengo algo interesante que contarte.
— ¿Ah sí? ¿Qué es eso tan interesante?
— Sabes que no es tan fácil decirlo de una vez.
— ¿Ah, si?
— Si.
— Entonces, dilo.
— Sabes que no es así de fácil, pero..—toco su barbilla sonriendo ligeramente— ¿Qué recibo yo?
— ¿Huh?
— ¿Qué obtengo? —repitió, disfrutando de su pequeña ventaja.
Un chico convenido y astuto.
— Nada.
— Bien.—encogió los hombros con una mueca— No te lo contaré entonces.
— No seas así, Berni.
— No lo sé.—miró sus uñas— Ruégame.
— Mmm...no.
— No lo sabrás..—tarareó con burla.
La curiosidad la invadía, quería saber que era eso tan interesante. Se mantuvo callada pensando un poco.
«¿Y si son tontearías? Siempre dice estupideces, aunque pensándolo bien. Esta vez no podría ser asi»
Miro hacia varios lados, luego miro al blancón y jugo su carta estratégica.
— Te compro algo ¿qué dices?
— Me has convencido.
Ella había ganado. «Siempre cae»
— Fantástico.—sonrió victoriosa— Ahora, cuéntame.
— Ya vi esa sonrisita.—entre cerró los ojos— Tramas algo ¿Verdad?
Era de esperarse. Ya se las olía.
— No.
— Aurelia.—alzo la voz— Ya me se ese truco, y siempre caigo. Eres una tramposa.
— Eso no es verdad.
— Aja.—rodó los ojos— Debes cumplir con tu palabra.
Era lo correcto. Cumplir con su palabra.
— Está bien.—bufó rodando los ojos— ¿Y que quieres?
— Quiero una empanada de pollo.—respondió sin dudarlo.
Tan solo escucharlo, no aguanto las ganas de reírse.
— Eres un muerto de hambre.
— ¿Quién es un muerto de hambre?
Se dieron la vuelta rápidamente. Detrás de ellos; una muchacha se reía.
— Él.—afirmó, señalándolo de arriba hacia abajó.
— Oye.
— Es verdad. Siempre tienes hambre.
— Y tú siempre me lo reprochas.
— No se peleen. Son amigos.
— Mejores amigos.—le corrigió.
Y era cierto. Bernardo y Aurelia se habían conocido en segundo año en la academia.
Una pequeña rivalidad que terminó en amistad.
— Yo también soy su amiga.
— Es cierto, pero en versión mujer.
— Chicos...—sonriéndoles, se apoyo en la pared— No se peleen por mi. Hay mucho de mi para ustedes.
Los tres se miraron y estallaron a carcajadas. Les hacia mucha gracia su ese comentario.
Hay mucho de mi para ustedes. .
— Y bien.—interrumpió— ¿Me comprarás la empanada?
Suspiro resignada.
— No me queda de otra.
— Que bueno, porque ya tengo hambre.
— Tú y tu estómago.—río levemente, mirando a su amiga— ¿Vienes Catalina?
— No podré acompañarlos. Debo presentar una actividad a la profesora de Sociales.
Aurelia y Bernardo intercambiaron miradas, considerando una alternativa.
— Podemos ir contigo, no hay problema.
— No es necesario.—negó otra vez— Vayan ustedes, luego los alcanzo.
— ¿Estas segura? —pregunto el blancón.
— Muy segura.—afirmó— Además, tú te mueres de hambre.—añadió con una risita ligera.
— Tienes razón.—se unió a la risa— Tengo mucha hambre.
— Apresurémonos, entonces.—Aurelia sujeto la mano de su amigo— Nos vemos en el salón.
...
El sonido de las voces, risas y el traqueteo de mochilas se escuchaba por todos lados.
Podían ver grupos de amigos conversando y riendo, algunos estudiando en pequeñas mesas dispersas por los pasillos, y otros dirigiéndose a las aulas para sus clases. Los murales coloridos y los carteles informativos decoraban las paredes, añadiendo un toque de vitalidad al entorno.
El blancón empezó a jalonear su mano con muecas, pidiendo ser liberado.
— Puedes soltarme.—jaloneo— Me duele.
— Ya casi llegamos.
— Estás siendo brusca.—protestó.
— No seas llorón.—lo regaño, jaloneándolo un poco más.
— No lo soy.
— Bien. Se hombre y aguanta.
Caminaron torpemente entre los estudiantes, que cada vez aumentaban y los empujaban. Empujó tras empujón.
Tuvieron que esforzarse para abrirse paso.
El aroma tentador de comida recién preparada comenzó a impregnar el aire a medida que se acercaban a la cafetería.
El ruido de platos y cubiertos chocando, combinado con los murmullos de los estudiantes que disfrutaban de sus comidas.
Al llegar a la cafetería, el lugar estaba repleto tanto de estudiantes como de profesores.
El mostrador exhibía una variedad de opciones deliciosas: sándwiches, ensaladas, pizzas y, por supuesto, las codiciadas empanadas de pollo.
Se unieron a una fila, impacientes por llegar al frente y hacer su pedido.
— Cuánto más tardará...—murmuró, impaciente.
— No lo sé.—bufó— Me estoy arrepintiendo de haber venido aquí solo por una empanada.
— Lo has prometido, Auri.
«Cómo si fuera verdad»
— ¿Lo he hecho?
— Mmm... sí.
— Yo no recuerdo. Es más, tú me obligaste.
— ¿Qué yo te obligué?
— Sí.
— No seas mentirosa.
— No soy mentirosa.—negó con el dedo— Yo no lo prometí. Solo lo propuse, pero bueno.—encogió los hombros— Lo hice por voluntad propia.
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Editado: 20.07.2024