Flores que caen en primavera

Capítulo 3

Llego a mi casa y sigo sintiendo ese fastidioso mareo. Subo a mi habitación en compañía de Sam y minutos después vuelve con mamá.

—Te dije que no salieras —me regaña.

Primrose llega a mi lado y se acuesta conmigo.

—No voy a estar aquí acostada durante todo el tratamiento —respondo y ella suspira.

—No, pero si tienes que descansar.

—Entiende a mi hermana mamá, ella no es una chica que ande sin hacer nada, estar ahí la pone peor —le sonrío a Sam.

—Estar un día en cama no hará la diferencia. Espero no verte levantar de esa cama en el resto del día Jazmín y hablo en serio —me apunta con su dedo y asiento.

—No me voy a levantar de aquí, te lo prometo —asiente.

Me sonríe y besa mi cabeza.

—Ya te traigo algo para el malestar —sale del cuarto y suspiro.

Me siento débil y con mucho sueño.

—¿Te dejo descansar?

—Por favor —mi hermana sonríe.

—Primrose, ven —mi hermana la llama y no se mueve —Dejemos descansar a Jaz, ven —se acurruca más a mi lado.

La caricio y beso su cabeza.

—Déjala conmigo —asiente y sale del cuarto.

—¿Quién es la bola de pelos más hermosa? —le hablo cariñosa y ladra —Sí mi amor, eres tú —lame mi mejilla y no puedo evitar reír.

A mi cabeza llega el recuerdo de Julián y sonrío. Ese chico me gusta mucho y no se ha esforzado nada para que el sentimiento crezca en mí.

Suspiro. Me encantaría tener algo con él. Con ese pensamiento caigo en un profundo sueño.

* * *
 


 

Despierto al sentir que lamen mi rostro. Los ladridos de Primrose resuenan en toda la habitación. Me siento en la cama.
 


 

—¿Qué pasó bonita? —me tallo los ojos.
 


 

Ladra en dirección a la ventana y miro a ese lugar, ya es de noche, dormí demasiado.
 


 

—Ven bonita, gracias por despertarme —me hace caso y la acaricio.
 


 

Segundos después entra mi padre con una bandeja en sus manos.
 


 

—Al fin despiertas hija, no me hubiera gustado tener que levantarte —sonrío.
 


 

—Muchas gracias, papá —mi estómago exige comida —¿Primrose ya comió? —asiente.
 


—Ahora debes comer tú, te dejo para que lo hagas a gusto —besa mi frente y se retira.

Comienzo a comer.

* * *
 


Julian Clifford

La alarma suena y la apago de mala gana. Un nuevo día me espera. Con mucho esfuerzo salgo de la cama y me dirijo al baño. Tomo una ducha y al salir me pongo ropa casual; un jeans, un buzo negro y unos zapatos negros. Tomo mi mochila y bajo las escaleras. En el sillón de la sala veo a mi padre con una taza de café en las manos.

—¿Tú aquí? —pregunto con sorpresa al verlo.

—Buenos días para ti también, hijo —alzo una ceja.

—Al fin recuerdas que tienes hijo —voy a la nevera y saco una fruta.

—¿No vas a comer más?

—Deja de hacerte el interesado, yo no te importo, Alexander —frunce el ceño.

—¿Cómo me estás hablando? —me mira fijamente a los ojos.

Lastimosamente son iguales a los míos.

—Con la boca, como todo el mundo —frunce el ceño.

—Eres un insolente al hablarme así, soy tu padre —ruedo los ojos.

—Ahora sí eres mi padre. ¿Sabes qué? No me hagas perder el tiempo —me doy la vuelta y camino hasta la puerta.

—Tu madre estaría muy molesta contigo por como me estás hablando —aprieto mis puños.

Lo miro.

—Eso no lo sé, pero también estaría decepcionada del hombre que eligió para esposo.

—No me hables así, Julián, te estás comportando como un niño y déjame decirte que ya no lo eres —me dice con autoridad.

—Eso lo sé más que tú, me tocó crecer solo, ¿o no lo recuerdas, Alexander? —relaja su rostro —No tengo tiempo para ocuparme de un niño —recito sus palabras.

—Julián... —lo interrumpo.

—Eso fue lo que le dijiste a mi abuela, sin embargo, no me dejaste ir con ella, preferiste que me cuidara una empleada.

—Eres mi hijo y tienes que estar conmigo, nunca te ha faltado nada —ruedo los ojos.

—Me faltó lo más importante Alexander, me faltó tu cariño —baja la mirada.

Suspiro con decepción y me volteo para irme.

—¿A dónde vas? —alzo una ceja.

—¿Te importa? —me mira con advertencia y ruedo los ojos —A la universidad, no eres el único que se ocupa aquí —es lo último que digo y salgo dando un portazo.

Alexander Clifford, un empresario muy reconocido aquí en Toronto, muy buen negociador, pero el peor de los padres. Desde que mi madre murió prácticamente se sumergió en su trabajo y se olvidó de mí.

Suspiro y me subo en mi auto para ir a la universidad.

Al llegar lo primero que se me viene a la cabeza es Jazmín, esa linda chica que me mira todos los días sin saber que yo me doy cuenta. En el fondo ella me ánima a levantarme en las mañanas, su mirada me hace sentir que le importo a alguien que no sea Azucena. Recién ayer me atreví a hablarle porque se dio la oportunidad. Ella es hermosa e irradia mucha alegría.

Entro al salón y mis ojos se desvían al lugar donde siempre se sienta, me extraña no verla ahí y me extraña aún más cuando todos entran y la clase inicia.

¿Qué le habrá pasado?



#22263 en Novela romántica

En el texto hay: familia, amor, dolor

Editado: 15.09.2021

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