Jazmín Anderson
Me separo de Julián y limpio mis lágrimas.
—Lo siento, fue un momento de... —me interrumpe.
—No te disculpes por llorar, todos necesitamos desahogarnos —suspiro.
—Es que yo te dije que me gustaba estar siempre alegre y me ves ahora, así —acaricia mi mano.
—Es bueno que quieras estar alegre, pero también es bueno dejar salir todo eso que tienes guardado. Puedes contar conmigo siempre, te guardaré el secreto —me guiña un ojo.
Sonrío mostrando mis dientes.
—Así me gusta verte —acaricia mi mejilla —pero me gusta más conocer tus dos facetas, la mujer fuerte y la mujer frágil —lo abrazo fuerte.
—Muchas gracias por estar aquí conmigo, Julián —besa mi mejilla.
—Gracias a ti por volver diferente mis días —sonríe.
Mira la carta, la toma, la lee y luego me mira.
—Lo que está subrayado con amarillo es lo que ya hice. Estoy estudiando diseño gráfico y ya tengo una mascota; Primrose es hermosa.
—Me gustaría conocerla, su nombre es muy original —sonrío.
—En español significa primavera, amo tanto esa estación como a Primrose.
—Ya me imagino —sonríe —Y lo demás, ¿piensas cumplirlo?
Suspiro, me pongo en pie y miro por la ventana de mi habitación.
—No sé si pueda cumplir todo, era una niña muy soñadora en ese entonces, ahora soy más realista —lo miro.
—Eso no te impide cumplir todo esto —hago una mueca.
—Por ejemplo, el número 5 y 7, ni siquiera conozco chicos, mucho menos voy a conocer el amor de mi vida —se pone en pie y camina hacia mí.
—Y yo que soy, ¿un unicornio? —alza una ceja y me rio.
¿Está sugiriendo que le gustas?
No lo sé.
—A mí me gustaría ayudarte a cumplir cada una de las cosas que escribiste aquí —sonrío.
—Yo encantada de que lo hagas. Espero no morir en el intento —hace una mueca.
—No te vas a morir, tengamos esperanza, es lo último que se pierde, ¿okey? —asiento —Vas a cumplir cada una de estas cosas, conmigo... Es una promesa —extiende su mano y la tomo.
Besa mi mano, sonrío y lo abrazo.
—Eres una dulzura —susurro en su oído.
—No más que tú, florecita —me separo de él.
Tocan la puerta y por ella entra Sam.
—Lamento interrumpir, pero cierta perrita está pidiendo un paseo urgente —detrás de ella entra Primrose.
Llega hasta mí y la acaricio, empieza a ladrar.
—Hola preciosa —beso su cabeza, comienza a olfatear a Julián —él es Julián, un nuevo amigo —le ladra.
—Hola bonita —la acaricia.
—Voy por su correa, ya vuelvo —lo dejo solo con Primrose.
—Entonces, ¿ya lo sabe?
Es lo primero que pregunta mi hermana cuando estamos solas.
—Me pareció justo decírselo y no se lo tomó mal. Incluso me dijo cosas muy lindas, aunque a él le dije que no conocería al amor de mi vida, creo que ya lo encontré —sonrío mirando la puerta.
Mi hermana da un pequeño gritito.
—Estás enamorada —sonríe emocionada.
—Julián me gustó desde la primera vez que lo vi, espero yo gustarle a él también.
—Le interesas, se le nota —suspiro.
Tal vez, después de todo, si pueda conocer y experimentar el amor.
Julián Clifford
Acaricio a Primrose y la halago. En mi cabeza no deja de estar presente lo que me acaba de decir Jazmín, no la quiero perder. Creo que ella me gusta y no dudo que pueda llegar a amarla, me angustia mucho pensar en que pueda morir.
—Tú tampoco quieres que ella se vaya, ¿verdad? —ella ladra.
Sonrío y sigo acariciándola.
—Haré todo lo posible para que Jazmín sea feliz y cumpla todos sus sueños, te lo prometo a ti también, Primrose —lame mi cara y me rio.
—Eres toda una bola de pelos cariñosa.
—Como la dueña —dice Jazmín al entrar.
Primrose corre hasta ella.
—¿Ya quieres salir? Sí mami, ya quiero —se responde ella misma.
Me causa mucha ternura, sonrío. Ella me mira.
—¿Te nos unes? —asiento.
Bajamos las escaleras y nos topamos con su madre.
—¿Otra vez vas a salir? Tienes que cidarte, hija —su rostro es de total preocupación y la entiendo.
—Ya me siento mejor, te prometo que no voy a agitarme —su madre suspira.
—Yo tampoco dejaré que lo haga, yo la cuido señora, no se preocupe. Se la traigo sana y salva —me mira y se sonroja.
—Te lo agradeceré mucho, Julián —asiento.
Salimos de su casa y comenzamos a caminar.
—¿Tú me cuidas? —pregunta con una ceja alzada.
—Claro que sí, me importas mucho —sonríe.
Se sonroja y me rio, paso mi brazo por sus hombres y comenzamos una conversación amena.