Mark vivía en una vivienda normal de la ciudad, pese a que como científico asignado a investigaciones nanoviricas, podía optar a otra mejor dentro del complejo de la empresa para la que trabajaba. Eso le conllevaba levantarse más temprano que sus compañeros, el trayecto hasta las instalaciones, en su vehículo privado le suponía aproximadamente una hora.
Hola Mark, ¿cómo fue hablar con un terrestre? –escucho al salir del vehículo.
Al girarse vio a Frank, otro compañero suyo que optaba por vivir en una vivienda de la ciudad.
No fue nada del otro mundo, tan solo conversamos sobre lo que vino a tratar –contesto sin dar excesiva importancia al tema.
Su empresa se está haciendo millonaria al ser la única con las patentes de esas armas o blindajes, vende por igual a la Tierra o a la Alianza Colonial actualizaciones cada año. Aunque tan solo vino a ofrecer lo que los primeros tienen desde hace un año y a nuestro planeta se le negó –replico Frank alterado.
Tanto al nuestro, como al resto de mundos coloniales. Es la ley terrestre que se ve obligada a cumplir –ofreció como dato a su compañero Mark.
A diferencia de él, su compañero votaba opciones políticas planetarias y obviamente estaba en contra por sistema de una igualdad a ese respecto. Además, el hecho de ser Reguan-5 uno de los planetas menos beneficiados en los intercambios planetarios sistemáticamente, al tan solo poder ofrecer productos primarios básicamente, provocaba que la ciudadanía estuviese cada vez más descontenta con la alianza colonial que consideraban que nos discriminaban.
Sabes que me importa bien poco lo que pase en otras colonias o esa ley que dices, ¡nuestro planeta está siendo menospreciado por ambos bandos! Aunque obviamente, veo que a ti te parece bien –exclamo Frank dando por zanjado el tema.
Su compañero se alejó sin despedirse, en varias ocasiones habían conversado sobre esos mismos temas, aunque siempre le había sido imposible convencerlo de lo descabellado de que solo un mundo pudiese cambiar lo que ocurría a nivel interplanetario y aún menos mientras permaneciesen ambas partes enfrentadas al querer la Tierra acabar con la Alianza Colonial a toda costa.
Una vez dentro del edificio, otros compañeros lo felicitaron al cruzarse con ellos por haber tenido el honor de reunirse con el presidente de la compañía, Restelar, pese a ser conscientes de lo que fue a tratar. La rivalidad actual entre terrestres y colonos ralentizo la colonización de nuevos mundos al ritmo que se hacía antes de que sus antepasados se sublevasen, tan solo diez planetas, debido a que el preciado metal se reservaba en su mayor parte para la construcción de la flota colonial en previsión de un tercer conflicto, algo que era cuestión de tiempo que acabara sucediendo.
En su laboratorio casi todos eran aún de su misma ideología, por lo que lo recibieron con entusiasmo al entrar. Los otros se limitaron a seguir con su trabajo sin hacerle el menor caso.
¡Aquí está el afortunado!, ¿Cómo fue el encuentro entre ambos? –pregunto Paula.
Era una preciosa chica caucásica de su edad que le atrajo desde que la vio entrar por la puerta, tenía unos bonitos ojos azules que no dejaban indiferente a ningún hombre al que mirasen y un cabello rubio que realzaba su belleza. En múltiples ocasiones, estuvo a punto de declararse, pero entre su introversión y posterior entrada en el grupo imperitus... Ahora le era más difícil confesar que sentía aprecio hacia ella.
Como era de esperar, aunque prácticamente nos limitamos a hablar del tema por el que me enviaron –dijo Mark al no poder decir nada a ellos de lo que realmente habían tratado.
Nuevas mejoras en armas y blindajes para mantener el delicado equilibrio de poder actual entre terrestres y colonos, ¿no? –dijo Ramón.
O incluso entre los mismos planetas coloniales –añadió Jensen.
Ese comentario atrajo las miradas de los dos compañeros que seguían trabajando ignorándolos, aunque tras mirar con desprecio algunos segundos al grupo, volvieron a lo suyo de nuevo sin decir nada.
Es así, por más que no queráis admitir que fomentáis eso con vuestras ideas –les reitero Jensen.
No les vas a hacer cambiar de opinión, es algo que deberías tener asumido Jensen. Será mejor que también nosotros volvamos a lo nuestro, si aparece el encargado... No le hará gracia que estemos conversando –dijo Mark.
Apenas pudo centrarse en su investigación, en gran parte al no poder dejar de pensar en la oferta de Eduardo. Aunque estaba el hecho de las implicaciones que acarreaba el que se fuese a emplear un nanovirus para acelerar el proyecto de su grupo, algo que de seguro si fuese del conocimiento del resto de miembros del mismo, provocaría alguna que otra discusión ética. Por otra parte, no dejaban de tentarle las fotos de los dinosaurios, era una oportunidad que cualquier aficionado a esos estudios no despreciaría en absoluto.
A la hora del desayuno todo el personal se dirigió a la sala común para comer, en donde haciendo uso de los replicadores, cada uno se sentaba a las mesas con lo que hubiera escogido. Mark cogió lo que pidió a la máquina y se unió a sus compañeros. Por el camino, paso irremediablemente al lado de la parte en donde se congregaban los que defendían opciones planetarias y como era habitual, lo miraron de forma despectiva al pasar.
Cada día se ven más en esa parte del comedor y con prepotencia hacia quienes no comparten sus ideas, se sienten amparados con el gobierno que se ha formado con ese pacto de varios partidos. Parecen olvidar que el 40% de la población voto otras opciones diferentes a las suyas -dijo Jensen cuando tomo asiento su amigo.