El desayuno discreto y la gran taza de té verde tradicional era todo lo que había pasado por mi boca en aquel día mientras el reloj sobre pasaba la marca de las cuatro de la tarde, sin que el apetito hiciera estragos en mi de manera real. El edificio entero era una mezcla de tensión, caos y emoción que parecía estallaría en cualquier momento.
Para mi desgracia las circunstancias ni si quiera le permitían brillar a Hayami, recluida en su escritorio y con la mirada cargada de tristeza de manera constante. La visita al médico la había dejado con la pierna completamente inmovilizada, lo que significaba que no podría acompañarme en el viaje donde nos enfrentaríamos a mi padre y sus hermanos.
Rui y Satoshi me acompañarían, pero no significaban la misma compañía que Hayami. La castaña podía manejar la mayoría de la presión de manera excelente, y cuando había recibido las confirmaciones para nuestra estancia en Tokio su emoción se había acrecentado. Ahora ese viaje para ella tendría que esperar.
Tras una última línea de etiquetas promocionales que no habían conseguido convencerme del todo Rui pide mi presencia en su departamento, para asegurarnos de que todo funcionara perfectamente para ambas y comenzar la impresión de los prototipos.
Cuando el elevador me da acceso al piso de mercadotecnia y publicidad los hombres y mujeres se encuentran pululando de un lado al otro, no hay nadie que permanezca en su escritorio mucho más de algunos minutos antes de necesitar la impresora, una opinión o una nueva carpeta.
El ambiente se tensa ligeramente apenas pongo un pie dentro pero nadie parece dispuesto a detenerse. Rui sabía cómo manejar a sus subordinados y estaba segura de que la velocidad que le solicité a ella fue doblada al salir de su boca.
Su asistente se pone en pie para darme acceso a la oficina sin notificarle antes, quedándose de pie a un costado de la puerta que ya estaba abierta antes de mi llegada. Una menuda chica pasa a velocidad por mi lado, abrazando contra el pecho varias carpetas desordenadas y sé que mi directora recién había ordenado más correcciones.
— Bienvenida señorita Sato — La mujer señaló la silla frente a su escritorio y yo agradecí antes de dirigirme al lugar, tomando asiento.
Sin mucho más introducción puso ante mi las correcciones hechas en las etiquetas, lo que veía era completamente lo que necesitábamos. Asentí a cada comentario que ella hacía y la dejé avanzar hacia los productos promocionales, las postales digitales y los avances de la aplicación para teléfonos celulares.
— Es más de lo que pensé que podríamos tener para la presentación — Admití sin abandonar el tono formal de mi voz.
— Todos comprendemos la importancia de esta reunión. Y nos hemos dedicado a transmitirlo — Asentí ante las palabras de Rui, repasando todo lo que yacía ofrecido delante de mi sobre el escritorio.
— Las recompensas en físico, ¿Ya están disponibles los prototipos? — La mujer asintió, poniéndose en pie y caminando hacia la puerta para dar cortas órdenes a su asistente.
No me pidió esperar, sabía que sus palabras eran ley en aquel piso y que más allá de mi presencia sus subordinados temían hacerla esperar a ella.
Rui era una de las pocas figuras femeninas que había podido conocer desde que mi padre comenzó a introducirme en el ámbito empresarial de Genji’s. La mujer había recibido una educación completamente japonesa y más allá de regirse bajo las normas de su familia había decidido que su camino estaba en un territorio regido por hombres.
Intentó durante años escalar en puestos importantes, perdiendo siempre la contienda gracias a la tradición y su poca experiencia. Cuando los años la hicieron más sabia y capaz dejó de desear contender de manera desesperada contra peces demasiado grandes y se centró en el lugar que había conseguido llenar su corazón: La publicidad.
Se convirtió en un nombre para admirar y tener, cada empresa que pretendiera tener una campaña exitosa llenaba su correo y marcaba su número de teléfono esperando obtener al menos una consulta de pocos minutos, o un asesoramiento personalizado.
Sin embargo cuando mi padre llegó hasta ella y le confió cada detalle de Genji’s ella terminó tan enamorada del proyecto como él, comprometiéndose de manera exclusiva con la empresa. Hacía algunos años la franquicia entera apoyaba las campañas en su escritorio, aún fuera solamente una prefectura la que la llevara a cabo era ella quien aprobaba o desechaba la idea. Todo eso había cambiado con la llegada de la nueva generación.
Los hermanos de mi padre habían conseguido lo que él y mi madre no: Procrear hijos varones. Me amaban con todo su corazón y jamás me habían hecho sentir inferior por mi género, pero en el alto mundo empresarial era diferente. Los tres lo sabíamos.
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Editado: 20.05.2019