Eran las nueve de la mañana de un 25 de febrero cuando me veía atrapado en la ciudad de Lima. Había terminado de trabajar. Para ser más sincero me habían despedido otra vez, como para variar. Quizá había una leve diferencia y es que por lo menos esta vez no sentía culpa en sí, simplemente reconocía que había sido botado y que era por algo interno de la empresa, razón por el cual se fueron muchos otros.
Llegué caminado mientras bebía una que otra cerveza a Surco, tenía la esperanza de sentarme en un parque donde no haya nada de gente y pueda disfrutar de lo lindo que es la vida sin humanos. Entré a una bodega para comprar un par de cervezas más, era lo único que podía calmar mis ganas de morir por el momento, la vida es un poco más linda cuando estás ebrio, tiene la sensación exacta, es como una muerte artificial, era lo que necesitaba.
Lo que más me molestaba era que aún era super temprano, no pasaban ni de las 9, las calles se veían catastróficas, hacía frio y hacía calor, mi piel estaba helada pero el sudor caía por mi mejilla, había caminado por lo menos unas 2 horas y es que eso es lo que me molestaba aún, que me hicieron ir al trabajo para despedirme en su puta oficina cuando pudieron haber terminado todo por llamada y a la mierda, no tendría la necesidad de levantarme tan temprano, aguantarme horas de trafico para que me den miseros cien soles y me botaran a patadas, es un desastre en serio. Pero ya no podía quejarme, tenía el rostro empalagoso, la nariz más grasosa del mundo y un par de cervezas que debía terminar en el camino a la nada que llevaba. Recordaba cada una de las calles como si hubiera vivido aquí toda mi vida, solo fue una etapa corta cuando pasaba por estas calles, una de las etapas más importantes. Era yo un aventurero en el colegio donde luego de clase no me importaba perderme y volver a casa cuando sea, era lo mejor. Era una etapa distinta, y tenía yo una anécdota en cada calle, y a pesar de eso no me ubicaba tan bien en ellas, un ejemplo claro es cuando trataba de ir a casa de mis amigos, ellos sí vivieron en este distrito casi toda su vida, yo me perdía en ellas, no era porque las cuadras eran iguales o que el distrito esté armado con complejo de laberinto, la razón real es que nunca encontré la ruta exacta que ellos tomaban, y se desviaban y volvían a aparecer entre las cuadras, y tirábamos botellas a los carros y los seguía para tomar el desvío y perdernos de vista, estoy seguro de que se puede entender todo esto. El tema es que yo yendo solo, lo único que lograba era perjudicarme.
Hoy en la mañana estaba en surquillo para hacer el trabajo cuando terminaron por despedirme, todos estaban lo suficientemente ocupados entre un rato como para acompañarme a la puta salida como debería de ser cuando botan a alguien de la nada, puta madre, así que decidí tomar mi desvío en mi soledad, en resultado fue que había llegado Miraflores, no conocía ninguna calle, no tenía idea de dónde mierda estaba parado, lo único que sabía es que esos parques de Miraflores son geniales. Decidí tomar un carro y no había ninguna que pasara por un lugar donde yo me ubiqué, fue medio trágico ya todo estaba oscureciendo, pero yo era un tipo valiente y no quería aceptar que me había perdido, seguía mi camino con la mentalidad de que sabía lo que hacía. Terminó mal, tuve por consiguiente que tomar unos cuatro colectivos hasta llegar a una zona que yo conociera porque es que era la única manera de no irme a la mierda tan temprano, y a pesar de esos 4 carros que tome, lo único que quería al bajarme era seguir caminado, así que llegué a un cruce de Benavides, el puente era el lugar que más conocía en el mundo, porque era habitual que yo pasase por ahí luego del colegio, y ahí estaba yo, me habían botado del trabajo, y ahora estaba en una ciudad fría bebiendo cervezas.
En eso mi celular vibró, era una llamada de Gustavo, era raro que él llamase de la nada, y más en una mañana cuando él tenía clases.
—Dime, hermano— contesté.
—Hola, bro.
—¿Qué fue lo que pasó?
—Bro, me botaron del trabajo, el señor ese, gordo de mierda, dice que consumo más de lo que vendo— se expresó con furia.
—Wao, pensé que estabas estudiando.
—No, dejé eso porque pensé en el trabajo y que era mejor trabajar u tiempo y luego pagar lo que sea que tenga que pagar.
—Bueno, te entiendo. A mí me acaba de pasar lo mismo— le comenté.
—Mierda, estamos en problemas.
—Sí, supongo, aunque yo ya me estoy acostumbrando a estas cosas. ¿Crees que me den buen dinero de limpia lunas?
—Ja, ja. Yo creo que hay mucha competencia en esa profesión. Espera un momento, viejo, que me están mandando muchos mensajes— Gustavo silenció la llamada.
Yo tomé el desvío y creí que era lo ideal ir a verlo a su casa mientras hablaba por celular, pero Gustavo tardó un buen rato en reanudar la llamada y no podía preguntarle si podía, prácticamente estaba ya a un par de cuadras, me dio tiempo de comprar un six pack de latas grandes de cerveza, y sí, reconocía que era super temprano, pero a quien le importaba, éramos 2 tipos despedidos que podían tomarse el día. Pero justo cuando termino de pagar las cervezas Gustavo vuelve a hablar.
—Bro, no vas a creer esto— me dijo medio exaltado y entre risas.
—Ahora ¿qué pasó?
—A André también lo despidieron de la fábrica en la que trabajaba.
André era un amigo del colegio, era un grado inferior que yo, era amigo de Gustavo y como todo germen termina por molestarme a mí y yo a él, es una ladilla la mayor parte del tiempo, pero cae bien.
—La verdad— me dije— no se como mantuvo el trabajo tanto tiempo, es más, no sé como es que lo contrataron.
—Ese hijo de perra siempre va borracho, yo no podía dormir a las cuatro de la mañana y levantarme a las cinco o seis como si nada. Aunque bueno, la responsabilidad manda. La cara de zombie que siempre lleva.
—Viejo, no es para tanto, es como ser un universitario, en ambos casos de drogan de mierdas que va directo al cerebro.