Por qué siempre tenemos que ser tan dispersos?
Miro hacia atrás y puedo ver los círculos que hemos atravesado en el fondo y en la superficie de este mar inmenso que me sigue atravesando el cuerpo entero.
El tiempo nunca espera a nadie, el tiempo no te espera si un día decides tirarte al piso y llorar. El tiempo a veces suelta las manos de las personas y nos hace perder el equilibrio.
A veces amamos a toda velocidad, otras veces más lento, como una semilla que va creciendo poco a poco en el fondo del pecho hasta invadirnos todo el cuerpo.
Y algunas veces, de pronto nos encontramos flotando en una nube gris que nos aleja del mundo que habíamos amado hasta ahora.
La vida está llena de constantes cambios, el universo entero está lleno de cambios.
Pero hay algo en mí que nunca deja de ser. Algo que tira de mi pecho hacia el cielo. Algo que siento cuando recuerdo la primera vez que me tomaste de la mano al menos en sueños. Como un cordón umbilical que me conecta con ese algo que vive en tus adentros. Algo imposible de arrancar, que duele, que sana, que mata y revive en instantes. Y ese algo vive en mí aún en las tinieblas más oscuras.
Me entristece no poder mantener ese algo intacto. Sería hermoso que ese algo siempre me hubiera mantenido volando, pero la vida no es así. La vida no es tan simple como para ser blanca o negra. La vida me ha enseñado en un par de noches sin dormir que tenerte adentro también duele.