—Mi GPS dice que está en el callejón de la calle Westminster, al lado de la pizzería Pizzeralaza —habló Guyana por el comunicador.
Phemphit escuchaba el viento atravesar el parlante de Guyana. A diferencia del resto del equipo, Guyana no tenía la habilidad para volar o ser veloz, sin embargo, tenía a su disposición una moto Proyecto TE-1 que le permitía atravesar la ciudad a su velocidad.
—Entendido —respondió Phemphit mientras volaba por encima de los edificios.
Phemphit giro bruscamente a su derecha y se dirigió al callejón. El sol era más brillante, era la hora dorada. No podía creer lo rápido que había transcurrido el día. Habían sucedido tantas cosas que no lograba tragárselo del todo.
Murphy, Shixed corriendo despavorida, un monstruo que no resultó ser una amenaza solo era un señor con demencia... Un nudo se le hizo en la garganta al pensar en la muerte de Murphy. Ahora no, no podía permitirse llorar, primero debía encontrar a Shixed.
Una vez cerca del recinto, Phemphit aminoro la velocidad y fue aterrizando poco a poco. No lograba encontrarla, el callejón era sombrío y no escuchaba su voz. Sin embargo, aterrizó en medio de la pequeña calle y el olor a basura azotó su nariz. El rostro de Phemphit la delató, el olor era desagradable, cubrió su nariz con su mano mientras continuaba caminando en busca de su amiga. Aún no encontraba nada más que bolsas de basura negra y contenedores.
—¡Shixed! —gritó Phemphit vio a sus alrededores—, la calle era estrecha, no comprendía cómo no lograba encontrarla—, ¡Shixed!
Phemphit noto como al lado de una bolsa de basura se hallaba una bota, esa bota la reconocía. Continuó caminando y vio una pierna pálida y desnuda, Phemphit apresuró el paso y en efecto, era Shixed.
—¡Dios, Shixed! —Phemphit la tomo de sus hombros.
Shixed hacía en el suelo como un cadáver, su cuerpo estaba gélido y sus ojos eran dos botones blancos. No había vida en ellos. Phemphit no podía soportar más muerte a su alrededor y decidió romper en llanto.
—Shixed —comenzó a agitarla entre sollozos—, ¡Shixed, despierta, por favor!
No reaccionaba. Phemphit se detuvo para activar su comunicador y hablar con el equipo.
—La encontré —el nudo en la garganta de Phemphit le hacía sentir que las palabras eran navajas luchando por salir—, necesita ayuda.
—Ya estoy aquí —era Chao. Phemphit no había sentido la banda de cuervos llegar.
Chao corrió hasta ambas chicas y comenzó a palpar a Shixed. Estaba helada, pero algo no estaba bien. No podía morir, no así.
Phemphit continuó rompiendo en llanto, el estruendo era tan fuerte que no escucharon la moto de Guyana acercándose al equipo. Guyana bajo de un salto de la moto que no le importo que cayera contra el pavimento sucio.
Al acercarse, los ojos de Shixed se abrieron de par en par, no eran negros como la noche, eran blancos. No existía la pupila. Phemphit paró su llanto al notar como Shixed estaba reaccionando, sin embargo, Shixed extendió su mano en dirección a Guyana haciendo que volara por los aires golpeando contra la pared de ladrillo.
El golpe hueco hizo estremecer al grupo.
—¿Shixed? —murmuró Phemphit viendo como Guyana caía al suelo.
La chica de ojos blancos se incorporó en un solo movimiento quedando de pie; por su mirada los estaba ninguneando. Esta vez, su mano apuntó en dirección a uno de los contenedores y fue cuando Chao se puso de pie y corrió contra ella. La tomó de las muñecas y las colocó encima de su cabeza.
—¡No! —Exclamó mientras la acorralaba contra la pared llena de suciedad y moho—, ¡Shixed, somos nosotros!
Chao nunca había estado tan cerca de Shixed, podía sentir su respiración, escuchar sus gemidos. Estaba asustada. Él debía bajar la cabeza para poder hacer contacto visual, no recordaba que ella fuera tan pequeña.
—Shixed —esta vez fue Phemphit quien le imploraba—, por favor, para.
Estaba luchando contra sí misma, Chao podía presentirlo. Se inmutaba en cegarla, ella podía hacerlo sola. Una vez que Shixed parpadeó varias veces sus pupilas volvieron a ser negras como el carbón. Lo primero que logró distinguir fue los ojos verdes de Chao, ¿Desde cuando eran tan verdes? No, esto no estaba bien.
Tiró de sus muñecas para liberarse de su amarre.
—Joder —dijo Shixed y comenzó a sobar sus muñecas—, ya les dije que no me gusta que me toquen.
Chao liberó una pequeña risa mientras se alejaba. Guyana comenzó a levantarse del pavimento con dificultad, el golpe le había lastimado.
—¿Estás bien? —preguntó Guyana recostando su espalda del muro.
—¿Tu estas bien? —preguntó Chao con una ceja alzada.
—¿Por el golpe en la espalda? Oye, hay quiroprácticos que cobran por esto, Shixed me lo hizo gratis, le debo un favor —bromeó Guyana.
—¿Qué pasó? —preguntó Phemphit haciendo caso omiso a lo que hablaban los chicos
Shixed apartó su mirada mientras continuaba sobando sus muñecas.
Todo había parecido un sueño. Lissa, las sombras, la noticia de su adre. Aún podía sentir su corazón palpitar con fuerza, tratando de salir de su pecho.