Shixed respiró profundo, debía contenerse, permanecer en calma.
—Ella... —Shixed hizo una pausa, alzó la mirada y bajó sus manos—, mi hermana está en el parque.
Phemphit la ayudó a erguirse.
—Nosotros iremos al parque —se adelantó Guyana a decir algo—, Shixed, quédate aquí.
—No —Shixed se soltó del amarre de Phemphit para encarar a Guyana—, ni se te ocurra.
—Ya lo hice —mangoneó Guyana.
—¡Van a morir, imbécil! —rechistó Shixed.
—Si vuelves a caer al suelo con tus dolores de cabeza moriremos igual.
—Yo soy la hija de Rianuhn, yo he vivido y controlado parte del inframundo, he vivido miles de vidas —la voz de Shixed era hostil, incluso Phemphit se apartó de ella—, ¿Crees que tu varita podrá contra ella?
Guyana apretó su puño.
—Él no irá solo —intervino Chao y dio un paso al frente—. Shixed, tienes que quedarte.
—No lo entiendes —Shixed apretó sus dientes, estaba luchando por no llorar de la ira.
—Tienes razón, no lo entiendo —alegó Chao—, pero no estás al 100%, Shixed. Si eres nuestra única salida no podemos arriesgarnos a que te maten así.
—Si, Shixed —esta vez fue Phemphit—, por favor, por lo menos descansa un poco, luego puedes venir con nosotros si estas dispuesta.
La mirada de Shixed era fría y distinta, igual que la de Guyana, Quería continuar insistiendo, no obstante, si lo hacía, estarían perdiendo más tiempo. Se limitó a solo asentir y todos le regalaron una sonrisa cálida. Bajó la mirada y escuchó el cerrar de la puerta del edificio.
Shixed permaneció erguida viendo la grama seca siendo chamuscada hasta las cenizas. Observaba como la manta cubría algo, ¿qué estaban quemando? ¿que era todo esto? Habían estado tan enfocados en su hermana que no habían notado la montaña de heno siendo incinerada. Al ver el tamaño de la manta blanca se percató de que no era cualquier cosa, era Murphy.
Nuevamente, pensó en como no ayudó a Murphy, como murió sin ninguno haber hecho nada, ni siquiera se habían percatado de que alguien había entrado al edificio. No puede soportar que vuelva a suceder. Tenía que ayudar. Shixed corrió en dirección al edificio y comenzó a subir los peldaños de dos en dos. No escuchaba a nadie por los corredores así que ya debieron haberse marchado.
Una vez que había llegado al piso de su habitación comenzó a sentir como el suelo comenzaba a agitarse. Tenía vértigo. No podía rendirse, tenia que llegar a su habitación. Allí tenía la clave. Shixed dio un salto y comenzó a volar por los suelos, aún así era inútil. Al volar las paredes la golpeaban, estaba volando en zig zag. Su rostro chocó repetidas veces con las paredes y puertas.
—Basta —murmuró Shixed—, ya basta.
Sabía que esto lo estaba provocando su hermana, o su padre. Se dejó caer al suelo y cerró los ojos. Sentía el suelo moviéndose bajo sus rodillas. Intentó ponerse en pie y chocó con una pared, continuaba con los ojos cerrados, se reclinó de la pared, era su único pilar.
No comprendía como llegar a su habitación se había vuelto tan difícil. No era tan lejano, estaba a solo unos pasos.
Al dar un paso en frente escuchó unos gruñidos. No era su imaginación. Podía sentir las vibraciones de la garganta del animal desde el lugar donde se encontraba. No debía ser un perro, era más enorme. Vio sobre su hombro paulatinamente y no vio más que oscuridad. De pronto, todo lo que se hallaba a sus espaldas era sombrío y solo se escuchaba el gruñido del animal peculiar.
Una muchedumbre de personas corría del parque llenas de pavor gritando y pidiendo ayuda. Había muchos aberrantes en el parque, sin embargo, no podían hacer nada para ayudar, temían de usar sus habilidades ¿Y si llegaba ConAbe? ¿Y si no vuelven a ver a sus familias? Lo único que podían hacer era acompañar a los civiles y continuar corriendo, alejándose de lo que fuera que estuviera causando el alboroto.
Se escuchó el crujir de un árbol, luego el mismo árbol volando por los cielos como si alguien lo hubiera lanzado. El árbol comenzó a descender en dirección a la entrada del parque donde se encontraban muchas personas. Los gritos incrementaron al igual que el pánico. Antes de que la arboleda lograra caer encima de los civiles una luz verde se hizo presente. Era Phemphit sosteniendo el árbol con ambas manos por los aires. Sus ojos se habían tornado verdes al igual que sus manos. Phemphit alzó un poco más el vuelo y lo lanzó de vuelta con todas sus fuerzas, y bajó la mirada para distinguir a los civiles, nadie había salido herido.
—Vayan, corran —exigió Phemphit con una voz dulce.
Las personas continuaron corriendo, tratando de salir del parque.
—¿Phemphit, que ves? —preguntó Guyana por el comunicador adherido en su oreja, se podía oír el fuerte viento golpeando contra su rostro, seguía en la moto.
—Gente corriendo —Phemphit se dirigió en dirección contraria a las personas—, pero no veo a nadie...
Se detuvo al notar una criatura peluda en mitad del lugar. Era colosal, de 6 metros de altura. Sus ojos eran pequeños, tenían un gran hocico y unos dientes enormes que sobresalían de sus labios. Sus brazos eran más largos que sus piernas, parecían arrastrarse en el suelo cuando caminaba. Su pelaje era una mezcla entre rojo y negro.