Frame [#3 Aberrantes]

Capítulo 11 - ¿Dónde está la Lissa de la que me enamoré?

Guyana abrió la puerta del museo y se encontró con personas viéndole con asombro. Era Guyana, una de las personas más conocidas de Estados Unidos, sin embargo, la emoción fue en decaída al notar los ojos perdidos del hombre de cabellos dorados. Estaba sudando, sus ojos trataban de encontrar a alguien, pero por su mirada de pena parecía no encontrarlo.

Qué una persona como él estuviera buscando a alguien, era un peligro.

Guyana comenzó a correr al rededor del museo sin prestarle importancia a las personas que lo visitaban.

—Lissa —comenzó a murmurar y se acercó a una habitación llena de pinturas—, ¿Dónde estás?

No había nadie. Continuó rebuscando por todos lados, incluso los baños sin éxito. No se iba a dar por vencido. Se acercó a las escaleras y comenzó a subir de dos en dos, bajó la mirada tratando de encontrarla y dio con algo.

Bajo él había una puerta de madera negra con un letrero que colgaba "Solo personal autorizado", lo que acaparó su atención fue como por el umbral se mostraban luces azules que iluminaban con la misma intensidad de un rayo.

Se detuvo en seco y salto del barandal de un salto. Cayó de una gran altura y aún así logró caer con la misma gracia que un gato.

Guyana abrió la puerta y observo los peldaños de piedra que descendían a una habitación llena de cajas. Parecía ser el almacén donde guardaban las obras o estructuras artísticas. Guyana cerró la puerta detrás de él y la oscuridad hizo presencia dándole la bienvenida como una vieja amiga.

Guyana comenzó a descender con cuidado mientras que con una mano rebusco por su cinturón su bastón metálico. Esperaba no tener que usarlo con Lissa.

—Lissa —comenzó a llamarla. Una vez abajo comenzó a palpar la pared en busca de un interruptor—. Lissa, si eres tú, por favor, responde.

Lo logró, había tocado un interruptor, lo encendió y nuevamente no había nada, solo cajas y una gran escultura de un dinosaurio por la mitad, su cabeza aún era un esqueleto electrónico.

—Soy Cooper, Lissa —Guyana continuaba rodeando las cajas sin bajar la guardia—. Shixed me habló de ti, de como estabas en una jaula, por Dios, ¿Quién podría hacerte eso? Lissa, por favor vuelve, te extraño.

Guyana dio media vuelta y sus ojos no podían creerlo. Era Blue Velvet de pie bajo el bombillo que iluminaba la habitación a duras penas. Guyana libero una sonrisa, un suspiro que parecía una pequeña risa. Era ella.

Blue Velvet continuaba usando su traje tan peculiar. Sus botas de color azul celeste al igual que su cabello. Su melena era inigualable, siempre larga y atada en una cola de caballo cuyos pequeños mechones sobresalían al rededor de su rostro. Era tan angelical.

Guyana comenzó a correr, quería abrazarla, besarla con todas sus fuerzas. Blue Velvet permanecía inmóvil hasta que con un dedo hizo un click. Estaba sosteniendo un arma y había quitado el seguro. Guyana frenó en seco, no se había percatado del arma en su mano.

Blue Velvet continuaba observándolo y esta vez Guyana lo notó. Sus ojos parecían vacíos, no había un alma detrás de ellos, no estaba la chica de la cual se había enamorado. No estaba su chispa de felicidad.

—Lissa —comenzó Guyana, pero fue silenciado por el sonido de la pistola.

Blue Velvet había sido tan ágil que su manera de apuntar fue casi imperceptible, sin embargo, Guyana saltó a un lado refugiándose de una de las cajas cuando la bala salió disparada a su dirección. Definitivamente no era ella.

—Disculpe —la voy de Blue Velvet era distinta, ahora era impostada—, el número que usted a marcado no puede ser localizado. Verifíquelo e intente de nuevo su llamada.

Guyana podía escuchar los tacones de Blue Velvet acercándose. Ahora podía sentir lo que todas sus víctimas sentían: el estremecedor golpeteo de sus zapatos avisando que la muerte estaba cerca.

Guyana rodó por el suelo y caminó en cuclillas por otra hilera de cajas para evitar ser visto.

—Lissa, joder —comenzó a gritar Guyana de impotencia—, ya basta, ¿No crees que has causado muchas muertes ya?

—Solo he contado una por ahora —su voz lo hacía estremecer—, ¿cómo se llama tu amigo piernas de tijera? ¿Edward? ¿Como el de la película?

—Quería creer que no fuiste tú.

—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? —Blue Velvet giro violentamente contra un pasillo de cajas y comenzó a disparar, pensaba que Guyana podría estar allí, sin embargo, no había nada—. Qué no soy Lissa.

—¿Quién eres entonces? —Guyana continuaba parloteando detrás de una de las montañas de cajas.

—¿Alguna vez has tratado de explicarle el color rojo a un ciego? —preguntó ella acercándose cada vez más a él—, algo así es como explicarle a una persona como funciona una fuerza sobrenatural. Como el infierno y el cielo no son lo que ellos piensan. ¿Quién soy? ¿Cómo te lo explico? ¿Qué si soy Lissa? Oye, si, si soy Lissa —lobero una pequeña risa—, pero no lo soy, y eso debería bastarte.

Guyana frunció el ceño tratando de descifrar a que se refería. Una luz celeste se hizo presencia en la habitación y eso no era bueno, ya no tenía donde huir. Guyana vio sobre su cabeza como una cantidad enorme de rayos comenzó a surgir como si el cielo estuviera bajo ese mismo techo. Uno de los relámpagos cayó frente a él y Blue Velvet volvió a ser una persona, le apunto con su arma y antes de disparar Guyana rodó sobre su cuerpo esquivando la bala.




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