Todo era un desastre y me sentía culpable de eso, aunque yo no hubiera hecho nada. Para cuando llegue a este mundo, ya estaba todo arruinado, pero capaz podía hacer algo para remediarlo. Mientras el resto del país se preocupaba por como la guerra se acercaba, con una de nuestras provincias a punto de ser ocupada, el pueblo en el que vivo solo podía ocuparse en pensar sobre su propio futuro. Ya habiendo jugado contra todos en Kelü, un apostador compulsivo decidió probar su suerte contra el mismo diablo. Por supuesto, perdió, y a cambio las almas de todos en el pueblo estaban a la disposición del demonio. “no podrán ir al cielo ni al infierno. Estarán condenados aquí hasta el día de su muerte, que los llevara a un lugar mucho peor de lo que alguna vez imaginaron el infierno”. Muy pocos se atreven a hablar hoy en día de lo que pasó, atrapados en el tiempo y sus memorias tanto como el pueblo mismo. Aún siguen presentes, en especial porque en este pueblo uno no muere de anciano, si no de una extraña enfermedad a la que llamamos “la Condena”. Nadie sabe cual es el principal síntoma, puede ser cualquiera, tos, salpullido, lo que fuera. Pero todos saben el resultado final. La muerte. Apareció poco después de que el mismo Satanás dejo su huella en este lugar. Redujo la población a la mitad, algunos quisieron huir, pero cada vez que llegaban más allá de la tierra rojiza sus huesos se trituraban hasta matarlos. Básicamente estamos atrapado aquí. Pero un día un ángel nos bendijo con su presencia. Bajó del cielo buscando a aquel que nos condeno y a cambio nos libraría a los demás. Desafortunadamente ese hombre ya se había muerto, en su lugar se presentó un borracho quien le conto lo que había pasado. “Entonces, tratare de ayudarlos de otra forma” Dicen que el monte Salvación creció de la nada, con el gran árbol en la punta y su frondosa vegetación. “Serán tus descendientes, Juan José Valor, quienes vallan con valentía hasta la punta del árbol y traigan de su fruta para que los habitantes del pueblo coman y sanen.” Así comandó y así se hizo. Hasta ahora fueron 5 los valientes. Juan José hijo trajo Peras. Su hermano menor, Juan Lucas trajo Limones. María José, la menor, perdió a 4 de sus hijos en la búsqueda de la fruta, incluso uno de los gemelos, pero Juan Pedro logro traer naranjas. No pasó tanto tiempo hasta que la próxima enfermedad atacó. Sin más descendientes, María Angelica de 5 años tuvo que buscar la fruta. A diferencia de los demás ella bajó sin un rasguño y con las manzanas mas grandes y jugosas. Algunos dicen que hasta revitalizaba a quienes las comían. Por lo que pasó mucho desde que hubo ni si quiera un resfriado en el pueblo. Hasta ahora.
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Editado: 24.03.2019