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Final

El ruido del camión le dio la señal que ya estába en Trinchera. El sol caliente y el polvo. Diana se paro frente a su casa y nadie la estaba esperando. Marta había muerto un año antes y ella decidió regresar a su otra vida, luego de haber sepultado a su madre. 

Tenia la misma sensación de hace diez años. Días antes de que enfermera Marta le hiso una llamada. Le hablo de la muerte de los Moncada, el pacto que habían hecho con el diablo, los trabajadores perdidos... Las cosas de las que nunca le hablo. 

—Eme y todas esas niñas es apenas el principio. Le dijo por el teléfono de cuerda. 

—¿Y yo que puedo hacer? Pregunto Diana al otro lado sin mucho ánimo. 

—Cuando se cumplan los diez años tenes que regresar y alerta a las madres. Que oculten a sus niñas de ese monstruo porque las niñas son las que él considera débiles. Deciles que deben esperar a que pase el mes de marzo. 

Cumplido el plazo Diana retorno más delgada y blanca como si hubiese ido a vivir a otro país. Todos coincidían en que probablemente la hija de Marta se había ido para Costa Rica, allá es helado y la gente regresa más blanca. Hablaba de la misma forma y se comportaba igual, aunque nadie negaba que Diana Sanchez estaba más vieja. 

La primera muerte ocurrió en el camino que llevaba a la otra comarca La Loma, muy lejos de Trinchera. Madre e hija desaparecieron sin dejar rastro. Diana lo sabía, don Bonifacio se lo dijo al verla en la tienda de Pilar. 

—Mi papá fue quien mato a los Moncada. Le confesó Bonifacio en voz baja cuando salian de la tienda. 

—¿Cómo lo sabe? 

—Yo lo vi salir ese madrugada y lo vi enterrar la ropa para que nadie sospechara. Por eso ocurrió lo que ocurrió con mi hija. 

Bonifacio se paro en seco y miro hacia una dirección fija. 

—La pregunta es:¿Dónde se oculta ahora el señor Wessmer? 

—Esta ahí entre los árboles vigilandolos—Diana suspiro—. Los hijos  de nuestros hijos seguirán siendo sus víctimas. 

A las ocho Diana regreso a su casa. Abrío la puerta y en ese momento se percato que la sombra de un hombre parado  detrás del mismo arbusto donde años atrás Eme se puso a orinar. La vigilaba. El señor Wessmer había vuelto desde el fondo de aquel pozo de la finca de los Moncada. 

—No te vas a llevar a nadie más. Le dijo Diana sin el menor sensación de temor. 

—Oscar y tu hermana nos están esperando. 

La figura del vampiro avanzó  y Diana sacó la botella de agua bendita junto con el rosario, sin embargo esta vez no rezo. De pie junto a la puerta exclamó: 

—¡Nunca más! 

 



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En el texto hay: terror muerte y vampiro

Editado: 12.12.2022

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