Capítulo X:
Una luz al final del túnel.
Unos suaves golpes en la puerta, me pusieron alerta. Pero volví a hundirme en aquel pozo depresivo en el que estaba, cuando Miguel entró en mi habitación.
—¿Cuánto más seguirás así? —inquiere molesto.
—El tiempo que sea necesario —masculle.
Le oigo suspirar de manera frustrada, pero sabía que aún quería decir algo; algo que no quería escuchar. Me daba igual su palabrería de mierda, en este momento necesitaba soledad. Sí, quizá me comportaba como un crío. Quizá actuaba como si fuese un humano y no un ser celestial. Vale, tenéis razón; me comportaba como un imbécil.
Pero lo sucedido en aquel bar, su traición y saber que no podía confiar en nadie; acabo con la poca cordura que quedaba en mí. Si es que aún tenía un poco de ella.
Estaba dejando a la desesperación adueñarse por completo de mí y no ponía resistencia a ello. El confiar en alguien y que luego te apuñale por la espalda, es lo peor. Creí acostumbrarme luego de que Rafael lo hiciese, pero no fue así. Me quedaba mucho por aprender y todavía no me quedaban claras las lecciones que se empeñaban en darme. Estupendo.
El borde de mi cama se hundió, no me moleste en verle; de todos modos lo diría. Solté un suspiro cansino.
—Entiendo por lo que estas pasando, ¿vale? Pero no puedes seguir dentro de estas cuatro paredes y creer que algo cambiará —comienza con su discurso—, Jace te traicionó, ¿y qué? ¿Dejarás que eso te destruya? —inquiere—. Te necesitamos para detenerle, eres quien puede lograr la diferencia y devolverle al infierno. Sin tí, no somos nada —confiesa y suelto una risa por ello.
—¿En serio? —pregunto—, Miguel te tienen a tí, el arcángel más poderoso de todos; quien una vez ya venció al príncipe del infierno. ¿Que me necesitáis? Já, patrañas; no necesitáis a un inútil como yo de eso estoy seguro —espeto, intentando que se largue y me dejé solo de una puñetera vez—. Así que lárgate y dile a otro tu patético discurso de mierda —pido.
Le oígo resoplar con pesar, se levanta del borde de mi cama y camina hacia la puerta; mientras que le observo de reojo. Para su andar en el umbral de la misma y voltea su rostro unos segundos.
—No dejes que el miedo te consuma por completo, realmente te necesitamos —me regala una pequeña sonrisa cargada de tristeza y luego sale de la habitación.
Me colocó boca arriba y observo el blanco techo de la habitación. Joder. Ahora me sentía mal por soltar todo aquello, muy en el fondo no lo decía en serio. Solo dejaba que la desesperación por todo lo ocurrido, hablase por mí. Quizá, debía dar mi brazo a torcer y hacer caso a las palabras de Miguel. Encerrandome aquí, no cambiaría nada. No salvaría a Jace del error que acababa de cometer, por unírseles. Él no comprendía la gravedad de sus actos y decisiones. No podía dejar que se condenará a una eternidad en el infierno por ser cómplice suyo, claro que no.
Me senté en mi cama, debatiendo como acabar aquello y salvarle. Pasé mis manos por mi rostro y respire con profundidad; había mucho por hacer.
(...)
En el rostro de todos surco la sorpresa al verme, después de todo; las palabras de Miguel surtieron el efecto deseado y logró que saliese a ver la luz del sol. Una sonrisa adornó el rostro de Annabeth y se la devolví bajo la atenta mirada de Lilith. Genial. Aún no me había sentado a conversar con ella, sé que seguía algo molesta por lo de Emma; vosotros me entendéis.
—Por un momento creí que habías muerto —bromea la rubia, quien se gana una mirada molesta de la demonio a su lado. Joder.
—No pienso cumplir tus deseos, Kane —le sigo el juego.
—¡Ya era hora que salieras de allí! —exclama Gonzalo y yo ruedo mis ojos por su tono dramático.
—Solo necesitaba tiempo y creo que ha sido el suficiente.
—Estupendo, me alegra que seas el de siempre —interviene Metatrón, quien aprieta mi hombro en un gesto reconfortante.
—Es gracias a Miguel —digo y observo al nombrado; quien me sonríe a modo de respuesta—. En fin, ¿saben dónde se encuentran? ¿Qué han estado haciendo? —quiero saber.
—Me alegra tenerte de vuelta —habla Uriel—, Y sí, sabemos donde están y que han hecho. Pero no te gustará lo que tengo para decirte —me advierte y le hago un gesto con mi mano para que continúe—. Han robado un artefacto lo bastante peligroso, un arma que podría ser la destrucción de todos los seres de luz —me explica.
—¿Se han robado el tridente? —pregunté sorprendido, no podía ser cierto.
Aquel artefacto había sido creado para derrotar a algunos de nuestros hermanos, cuando traicionaron al cielo y el que ellos lo tuvieran significaba que todo estaba perdido para nosotros. ¿Acaso ya no teníamos una oportunidad de vencerle? ¿Sería el fin para todos nosotros? Mierda.
—Sí, se lo han llevado y en el proceso han asesinado a mucho de los vuestros utilizando su poder —habló Lilith, sacándome de mi ensimismamiento—. Tenemos que hacerles frentes ya, no podemos esperar a que utilicen esa arma; ¿lo entendéis? Será el fin para todos, no solamente para los seres de luz —nos advirtió y tenía razón.
Pero no podíamos atacar, sin tener un plan antes. Había que crear una estrategia y así robarles el tridente de la destrucción. Lo sé, no sé a quien se le ha ocurrido semejante nombre; pero le quedaba a la perfección. Además debíamos saber que haríamos contra Lucifer, ya no podíamos usar el mismo método de la última vez para encerrarle. Debíamos buscar una solución y rápido antes de se les ocurra utilizar aquel artefacto.