Jessica Miller es la hermana de Robert Petrov. El chico que yo amé, el chico que tuvo que alejarse de mí por mi propio "bien", el único chico que me amó de verdad en toda mi vida, sabiendo aún que yo era una gamer. Ahora sí que estoy confundida, muy confundida.
—¿Seguro de que su hermano es Robert Petrov? —cuestiono, me suena tan irreal.
—Sí, de eso no tengo dudas —responde Nathan con la vista fija en su batido.
—Pero eso... Eso es... imposible.
—Yo pensé lo mismo, pero para esa chica todo es posible.
—¿Conociste a Robert Petrov? —pregunté curiosa.
—No, solo a sus secuaces —responde él con cierta amargura—. Ellos iban al pueblo de vez en cuando para asegurarse de que sus negocios sucios seguían en marcha y a la perfección. Malditos. Pero esa vez era distinto, no revisaron ninguno de los locales escondidos que tenían, fueron directo a mi casa. Kyle estaba estudiando, mamá hacía la cena y papá estaba en su despacho con las cuentas del negocio familiar (la panadería local, la mejor por cierto); esos hombres irrumpieron la casa, uno de ellos fue por nosotros y nos amordazaron y ataron, nunca había sentido tanto terror cómo aquel día... —Nathan hizo una pausa, a pesar que tenía mucha curiosidad no lo presionaría, él me lo dirá si así lo quiere—. Mi madre estaba llorando desconsoladamente y sólo miraba en nuestra dirección, Kyle y yo solo nos mantuvimos callados, yo nunca era de mostrar cuando alguien me afectaba.
>>El otro de ellos, el rubio, sacó a mi padre golpeado y casi inconsciente. Esa imagen de mi padre golpeado y herido fue lo que hizo que botara unas cuantas lágrimas rebeldes. Él dijo: "Esto es lo que pasa cuando desafían a los Petrov, idiotas." Luego solamente disparó a la cabeza de mi padre, antes de morir formuló una sola palabra y fue dirigida a mí: vengame. Luego de eso todos en el pueblo se cuidaban más y nos aislaron.
>>Un día mi madre y Kyle decidieron que debíamos irnos. Mi hermano buscó muchos lugares donde los Petrov no tuvieran influencia y así es como llegamos a ROCKMAN, y luego tuvimos que finjir lo que no éramos entre esos mis tantos secretos, pero todo eso se fue a la mierda cuando una chica rubia, de ojos marrones apreció en mi vida jodiendolo todo.
—Y esa chica rubia, hubiera preferido que te sentaras en otra parte —dije recordando aquel primer día cuando nos conocimos.
—¡Maldigo a ese pupitre! ¡Lo maldigo! —grita Nathan al aire lavantando su puño de manera dramática.
Ese acto solo hace que me ría como una loca. Y yo que pensé que el que me contará que era gamer era un mega secreto.
—¿Y tú? —pregunta mirándome.
—¿Yo qué?
—¿Lo conociste? A Robert Petrov, quiero decir
—Se podría decir que sí.
—Dime.
—No.
—¡No es justo! Yo te conté, no uno, no dos sino tres de mis secretos. Qué tú me cuentes uno es lo justo.
—Tú lo confesaste por voluntad propia.
—Por favor... —dice haciendo un pequeño puchero, y poniendo ojos de perrito. Malditos Nathan West y su cara tan tierna.
—Muy bien, te lo diré.
—¡Sí!
—Pero sólo si aceptas jugar conmigo en mi nueva consola en mi casa.
—¡Traición!
—Entonces no te diré nada.
—Okay, okay. Vamos.
***
Estamos en mi casa, mis padres aún no llegan del trabajo. Nathan viene detrás de mí y a medida que vamos subiendo las escaleras su mirada se va perdiendo en las fotos de mí de niña, hasta ahora de adolescente. Se detiene frente a una de mis fotos favoritas, en esa estamos mamá, papá y yo en las montañas de Cubiro en Venezuela, yo tengo un grueso abrigo, y un gorrito ya que ahí hace un frío de locos, mamá y papá tenían unos iguales pero de diferentes colores, estábamos tan felices ese día.
—Vamos, ¿o prefieres que no te diga nada? —digo con una sonrisa de suficiencia.
—Como digas, Friki —responde, la última palabra hace que me detenga en seco.
—¿Volvemos a lo de Friki? —pregunto con cierto tono de molestia en mi voz.
—¡Vamos! Velo como una broma personal —dice y una tierna sonrisa se forma en sus labios—. Tú puedes decirme como tú quieras.
—¿Te gusta el de idiota? —digo con sarcasmo.
—Como quieras.
—Muy bien. Vamos apresúrate, Idiota.
—Enseguida, Friki.
Subimos a mi habitación y al Nathan entrar se queda pasmado con mi desorden. En el suelo tengo esparcido mis zapatos y algunas prendas (entre ellas un sostén... Un momento ¡Un sostén!), Mis libros están en mi mesita y en mi estantería abiertos de par en par, mi consola en la mesa del televisor con los cables enredados y por último mis pulseras en el suelo, en el copete de la cama y en mis repisas.
—¡Bendito sea el señor del orden! —exclama Nathan echando su cabello atrás con frustración.
—No seas dramático —digo quitándole importancia con un movimiento de la mano—, sólo es un poco de desorden.
—No. Tener los libros en diferentes repisas sin orden específico, eso es desorden —dice señalandome con un dedo acusador—. Esto... —señala todo el cuarto con las manos—... es una selva.
—Como sea. ¿Quieres jugar o no?
—Pues claro.
Enciendo el televisor y la consola para luego conectar los controles. Mi control es rosado con stickers de videojuegos clásicos, cómo lo es Pacman, Mario Bros y Don King Kong. Tomo el CD del juego que usaré para ganarle a Nathan.
—¿Mario Kart? —cuestiona Nathan con cierto tono divertido.
—Ese, amigo mío —respondo señalando la carátula—, es el mejor juego de carreras de todos los tiempos. ¿O acaso me dirás lo contrario?
—No puedo discutir con esa lógica —dice Nathan poniendo la carátula en la mesita de noche.
—Muy bien. ¡A jugar se ha dicho!
El juego se enciende y la canción tan típica de Mario inunda mi habitación. Yo escojo a Bowser, ya que él es mi personaje favorito, porque a pesar de que él es el villano del juego es importante en el juego... eso y que me encanta su caparazón con púas. Nathan escoje a... ¿La princesa Peach?