Game Over (sin Editar)

DIEZ.

Todas las miradas están clavadas en un mismo punto. En el hijo del mafioso que acaba de hacer aparición. Siento que el mundo lo hace a posta, ¿qué acaso mi vida no puede empeorar?

Robert pasa como si nada con total seguridad, como si todos fueramos de su propiedad... aunque yo alguna vez lo fui. Sus ojos se encuentran con los míos por un instante y con tan solo verlos siento que mi mundo se cae. ¿Cómo alguien que te hizo tanto daño puede seguir destruyendote con tan solo mirarte?

¿Por qué tenías que volver?

—¿Por qué siempre cree que todo el mundo le pertenece? —pregunta Clarisse. Nathan y yo nos miramos, y con tan solo esa mirada nos comunicamos a la perfección: Porque si le pertenece.

—Es un idiota —dice Cole mirándolo de tal manera que su efecto es peor que una bala—, solo vino a jodernos la existencia. Otra vez.

—Concuerdo —hablo yo—. Ese chico es una escoria, no sé por qué personas como él andan por el mundo como si nada.

—Debería haber unos fumigadores de escorias humanas —dice Nathan en tono burlón, pero matando con la mirada al rubio—. Me ofrezco para fundarla y ser el jefe.

—Yo quiero ser la recepcionista —dice Clarisse, todos la miramos extrañados—. ¿Qué? Las recepcionistas son sexys, y yo soy la más sexy aquí.

—No tengo nada que decir a eso —digo encogiéndome de hombros.

—En ese caso, hermanita —interviene Cole—, yo soy el más sexy de todos en esta escuela, así que no te hagas ilusiones —Cole hace una pose tan de diva que no puedo evitar reir, parece el amigo gay que nunca he tenido.

—Ya que ustedes no quieren este puesto —digo mirándolos de manera burlona—, yo seré la fumigadora en jefe.

—Yo dije que sería el jefe —se queja Nathan.

—Lo sé, pero eres el jefe de la compañía —me defiendo—, en cambio yo seré la jefa de los fumigadores. Utiliza la cabeza, que no es solo para teñirse el cabello.

—¡Ey! Mi cabello es negro natural —dice, creo que no recuerda que se tiñó, levemente, las puntas del cabello de azul—. No sé si pueda decir los mismo de tu cabello “rubio”.

—¡Pues claro que es natural! —exclamo yo—. Y además es...

—“Excesivamente hermoso, demasiado para este mundo” —dice robándome las palabras—. Siempre me decías lo mismo. Y eso me encantaba.

—¿Tú qué quieres, Petrov? —ataca Cole.

Robert sonríe, y... ¡Dios! Que esa sonrisa me encanta. No creo que nunca pierda su efecto en mí.

—Sólo vine a saludar a Ana y a... —mira a Nathan y todo en él grita odio—... Mi viejo amigo Nathan.

—Yo no... —comenzó Nathan, pero Robert lo interrumpió.

—Sí, sí, sé que me extrañaste, pero ya volví.

—¡Yo no soy tú amigo y mucho menos te extrañé! —explotó.

Robert lo miró divertido, mientras que Nathan lo mataba más y más mentalmente. Sigo intentando entender por qué volvió, ¿Por qué después de tres años Roberto decide volver? ¿Por qué si dice que me “amaba” se fue, sin siquiera dejar una nota, o... algo que explique qué sucedió? Y esa versión de “Me alejé por tu bien” no me la creo. Una voz me hace volver al presente, sacándome de mis pensamientos.

—¿... Qué tú me adoras? —dice Nathan, no pude escuchar el inicio así que me quedé en blanco.

—¿Ves? Ella no te adora, no te aprecia ni nada por el estilo —dice Robert divertido.

—Pero si ni siquiera prestó atención —exclama Nathan—. ¿Ana, cierto que tú me aprecias mucho? —la mirada de súplica de Nathan me hizo saber que quería ganar la conversación-discusión.

—Sí, yo aprecio mucho a Nathan West —digo y miro a Nathan mientras digo cada sílaba—, y lo digo completamente en serio.

—¿Ves? Ella ya te superó, y ahora me quiere a mí —dice Nathan burlón, ¿de qué rayos va esta discusión?

Robert aprieta fuertemente los puños tanto que hasta podría decir que se está clavando las uñas. No entiendo de qué rayos va todo esto. ¿Como llegamos a hablar de sí ya superé a Robert? Y... un momento ¿Dónde están los mellizos?

Esos malditos me dejaron sola.

Robert iba a decir algo cuando la campana suena indicando que ya es hora de ir a clases.

—Esto no quedará así, West —Robert le dedica una última mirada de odio para luego mirarme a mí—. Hasta luego, Garden.

Me guiña un ojo antes de irse con ese estilo único en él.

Lo odio.

—Yo también —dice Nathan, al parecer hablé en voz alta.

—¿Dije eso en voz alta? —pregunté.

—Al parecer.

—Bueno, hay que ir a clases.

—tenemos gimnasia juntos —dice. Últimamente olvido todo.

—¿Ah sí?

—Sí.

—Oh, en ese caso aprieta el paso —digo corriendo más que caminando—, la entrenadora Ross no es muy paciente que digamos.

Apretamos el paso hasta los vestidores y me cambio de mi ropa a la de gimnasia, que consiste en unos shorts hasta la mitad de los muslos negros, una franelilla blanca con un dibujito de panda y mis tenis negros. Salgo disparada a la cancha, con el único ruido de mis tenis al correr. Llegó justo cuando la entrenadora está distraída y me coloco al lado de Cole y Clarisse.

—¡Clark! —grita la entrenadora y al escucharla instintivamente me enderezo. Mierda me atrapó— ¿Dónde está el señor West?

¿Nathan no ha llegado?

—No lo sé, entrenadora —contesto en un hilo de voz. ¿Qué le habrá sucedido?

—Ya qué —dice escribiendo algo en su carpeta—. ¡Ocho vueltas corriendo al rededor de la cancha! ¡Ya!

—¡Sí, señora! —gritamos todos al unísono.

Sin perder ni un segundo echamos a correr. A pesar que mis piernas estaban en movimiento, mi mente seguía pensando en Nathan y en qué le habría pasado. No es normal que falte a esta clase, le encanta hacer ejercicio, de hecho es el consentido de la entrenadora Ross. Y si... no. Él no pudo hacer eso, no pudo ser el causante del retraso de Nathan... ¿o sí? Mi corazón comienza a latir muy rápido ante esa idea, pero una parte de mí espero y anhela que él no haya tenido que ver en esto. Una voz chillona me hace volver a la realidad de un solo tirón.




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