—¿Te drogaste antes de venir aquí? —pregunté alzando una ceja. Esa era la única razón lógica a su “acusación” al mayor de los West.
—¿Qué? —dijo mirándome como si me hubiese salido una tercera cabeza—. Claro que no. Tú sabes muy bien que estoy en contra de las drogas, por eso mi padre no quiere que ayude en el negocio.
—Ajá, sí claro —digo rodando los ojos—, el que estés drogado sería la única cosa razonable que explique qué acuses a Kyle West de todo esto.
—¡Pero es verdad! —exclama.
—¡Pues no te creo! —grito.
—Ana, sé que te hice mucho daño al irme de aquí —dice Robert acercándose a mí—, pero te aseguro que me tuve que ir, no fue por ti, fue porque mi padre me necesitaba. Me tuve que ir al pueblo más recóndito del mundo. Ahí fue donde conocí a la familia West
—Lo sé, mataste al padre de Nathan—digo lo evidente.
—No, yo no hice eso. Mi trabajo era darles un susto... Pero las cosas se salieron de mis manos.
—¿Por qué?
—Tenía a un infiltrado entre mis hombres —dice y su mandíbula se tensa, así que este tema le molesta—. Aún no sabemos quién o por qué, pero ese infiltrado mató al padre de esa familia, Joe West, el padre de los hermanos Kyle y Nathan West.
—¿Qué? —es lo único que logró decir.
—Debía darle un buen susto a Kyle, ya que él trabajó con mi padre, pero la cuestión es que él era un agente del FBI en cubierto. Mi padre lo descubrió y pensó que si lograbamos someterlo podríamos usar su trabajo para movernos más fácilmente —cada palabra que dice me deja más atónita, o este chico tenía una gran imaginación o realmente todo eso pasó—. Pero cuando ese hombre mató a Joe West juró que no descansaría hasta que todos fueramos a parar en la cárcel... o muertos.
—¿Kyle West te amenazo de muerte?
—Algo así.
—Pero él podría llevarlos a la cárcel, tenía pruebas ¿no?
—No, nos deshicimos de toda su evidencia esa noche. Después de esa noche los West desaparecieron de la faz de la tierra, la gente de mi padre los buscó por todos lados, pero simplemente desaparecieron. Mi padre me hizo esconder durante tres años (los mismos en los que te abandoné), decía que no iba a dejar que me mataran ni a mí, ni a mamá, ni a Jessica y mucho menos a su joyita, Kristopher. Luego papá se enteró de una nueva familia en el pueblo, le pidió a Kristopher que estuviera atento, y bueno él los identificó de inmediato —dice sumido en sus recuerdos pero sin dejar de mirarme en ningún momento—. Nuevamente mi padre me llamó y vine inmediatamente (en parte para volver a verte), y cuando llegué lo primero que hice fue ir a Clansie's por mi malteada favorita de...
—Vainilla con galleta encima, preferiblemente oreo.
—Esa misma —dice con una mirada de sorpresa, quizá no esperaba que aún lo recordara—. ¿Por qué recuerdas eso?
—No lo sé, siempre recuerdo ese tipo de detalles —digo encogiéndome de hombros—. Continúa.
—Sí, claro. Ahí te ví con Nathan West; cuando me acerqué esperaba una expresión de impacto o que hiciera como si no me conociera, pero en lugar de eso me enfrentó.
—Ese día me había dicho lo que le habías hecho a su padre —digo recordando la mirada de tristeza en la cara de Nathan ese día.
—Mmm... creo que no ha podido mantenerse callado. En fin, en estos momentos mi padre se está moviendo con cuidado, si Kyle descubre sus movimientos podría ser un gran problema, y está vez me niego a matar a alguien, con ver el asesinato de Joe me basto por el resto de mi vida.
—Siempre has odiado la sangre —digo recordando la vez en la que me golpee la pierna y comencé a sangrar, lo único que hizo fue correr y decir «¡Oh Dios mío!» una y otra vez sin saber que hacer.
—Exacto.
—Linda historia, Robert, pero eso no explica que a Nathan lo hayan golpeado hoy.
—Ana yo no lo hice, te lo juro —dice tomando mi mano—, mírame a los ojos, sabes que no te estoy mintiendo.
Lo hice y al verlo ví a un chico siendo sincero, ¿cómo le hace para ser tan transparente conmigo? O mejor ¿Por qué lo hace? De tantas chicas en el mundo, de todas las personas ¿Por qué yo? ¿Qué tengo de especial? Solo soy una rubia más, mi único talento es jugar videojuegos, y eso es considerado un defecto, no una virtud. Robert Petrov, oficialmente necesitas una cita con él oftalmólogo. Como toda chica ilusa contesto:
—Te creo.
El alivio se posa en su cara y me abraza con fuerza, como si al terminar el abrazo fuera a dejarlo y a alejarme de él.
—Gracias, Ana, gracias —dice enterrando su cabeza en el hueco de mi cuello.
No sé cuánto tiempo estamos así, pero me da igual, es cómodo este abrazo. Lo extrañaba mucho, pero el que lo extrañe no significa que vaya a perdonarlo, alguna vez lo amé pero él mató ese amor en el momento en que se fue, en el momento en que me abandonó sin ninguna explicación. Todos creen que el amor te ciega pero aveces te abre los ojos, en modo positivo... o como en mi caso, te destruye. Robert se separa de mí y tiene los ojos cristalizados, nunca ha podido esconder conmigo sus emociones, tristes, felices o molesto, con todos usa una máscara para cubrir lo que realmente siente, pero a mí me deja verlo realmente, me deja ver a Robert Petrov el adolescente y no a Robert Petrov el hijo del mafioso.
—Ana, sé que no podemos volver —dice Robert y hay pura sinceridad en su rostro—, pero me gustaría ser tu amigo al menos. ¿Podemos intentar?
—No lo sé, yo...
—Ana, por favor, y te prometo que yo haré todo lo que esté en mis manos para que no lastimen a Nathan y a su familia.
—¿Lo prometes? —pregunto mirándolo a los ojos.
—Lo prometo.
Esta vez es mi turno para abrazarlo, lo hago y me aferro a él. Estar como amigos estará bien por el momento, estará perfecto. Y si el promete que cuidará a Nathan, así será, confío en él.
—Amigos entonces —contesto con una sonrisa en mis labios. Él me devuelve la sonrisa pero antes de que hable lo hago yo:—. Tienes que irte, mis padres llegaran en cualquier momento.