Game Over (sin Editar)

DIECISIETE.

¿Cuando la semana pasó tan rápido que ya es viernes?

La semana pasó volando, desde clases aburridas y tediosas, hasta el espectáculo que Jessica nos brindó a todos el jueves. Nunca antes en la historia de Rangers habíamos visto una broma como esa, fué lo más entretenido del año... por ahora.

Entré a la escuela junto con Clarisse y Cole, quién se encontraba mejor después de tres días consecutivos de un resfriado. Todos los alumnos estaban como siempre: caminando y hablando, no había mayor atracción. Me tragué mis palabras en cuanto escuché una acalorada discusión de parte de Las Tres Brujas. Caminamos hacia el lugar del espectáculo, como buenos chismosos que somos, junto con los demás alumnos, Ella y Mindie están rogándole a Jessica que las perdone, que ellas son sus amigas y otras chorradas.

—¿Yo? ¿Perdonarlas? —dijo Jessica con una expresión burlona—. ¿Después de ocultarme algo como que Mindie es lesbiana? No, eso no se perdona.

—¡Nosotras no te hicimos nada malo, Jess! —exclamó Mindie dejando de lado las súplicas para tornarse furiosa—. No tengo por qué contarte sobre mi sexualidad. Tú no eres mi madre, apenas y nos empezamos a conocer en el verano.

—¿Ah sí? —dijo Jessica enarcando una ceja—. Pues entonces diviértanse... fenómenos.

En eso unos chicos que desconozco saltaron y arrojaron sobre ellas polvo y luego pintura roja, ambas quedaron cubiertas de la pintura y luego de un rato comenzaron a rascarse sin control. Y ahí entendí qué fué el polvo que les lanzaron: polvo pica pica. Jessica se acercó a ambas y las sonrío con burla.

—La próxima vez que quieran esconderme cosas o... engañarme —dijo para luego inclinarse hacia ambas chicas—, recuerden este momento. Porque será peor.

—¡Eres una perra, Jessica Miller! —exclama Ella furiosa mientras se rasca todo el cuerpo.

—Con orgullo —dice para luego marcharse del lugar con total tranquilidad, después de todo nadie puede toca a una Petrov.

Nada como un buen chisme por la mañana, el resto del día ambas chicas estuvieron rascándose todo el cuerpo y con el cabello medio naranja. Fué un espectáculo digno de ver.

Estoy en mi última clase del día, Geografía, con Cole y Clarisse. Anotamos todo lo que él profesor Weasley dicta y, cuando nos da las asignaciones para realizar en casa, suena la campana. ¡Viva! Esta clase es demasiado aburrida, sentía que me dormiría también en esta clase. Los mellizos y yo salimos a toda prisa del salón, caminamos fuera del salón y vamos al estacionamiento por nuestras bicis. Eso me recuerda que hoy es el gran día: ¡Al fin compraré esa bicicleta tan preciosa que ví aquella vez! Siento como si hubiera sido apenas ayer cuando pedí dinero para comprarla... por primera vez, porque ayer volví a pedirles el dinero.

Llegamos hasta nuestras bicicletas y las desenganchamos de la barra, para luego subirnos en ella. Pero antes de que empecemos a pedalear oímos a alguien llamarnos, Nathan y Robert, ambos vienen trotando hasta nosotros, ambos sonriendo. ¿Ahora qué pasa?

—¡Hey! —exclama Nathan al llegar hasta nosotros seguido de Robert—. ¿Iban a irse sin despedirse?

—Yo sí —dicen los mellizos al unísono.

—Son malos —dice Robert divertido—. ¿Y tú, Garden? ¿Ibas a irte sin despedirte?

—Mmm... —hago como que lo pienso, para luego responder:— quizá.

Ambos me miran sorprendidos, llevando una mano a su pecho de forma dramática.

—Ya con eso mataste el amor que te tenía —dice Robert dramáticamente.

—Deja el drama, Petrov —digo en broma.

—¿En serio no te despedirías de mí? —pregunta Nathan con cara de cachorrito regañado.

Suelto una pequeña risa antes de responder.

—Claro que no —digo—. Obvio que me iba a despedir de ustedes, par de tontos.

—Eso me alivia —dicen ambos al unísono, para luego mirarse raro por tal acto.

—Muy bien, señores, debemos irnos —dice Clarisse llamando nuestra atención—. Hoy iremos de compras, apartense o los arroyo.

—Eres cruel, Willson —dice Nathan con diversión.

—Lo sé —dice con cara de inocencia.

—Hasta luego chicos —dice Cole agitando su mano en forma de despedida.

—Hasta luego, Willsons —dice Nathan con una sonrisa—. Adiós, Friki.

—Hasta luego, Idiota.

Esto último lo hace reír, y con eso los tres emprendemos nuestro camino hasta la tienda de Bicis.

***

Alguien me sacude violentamente, haciéndome abrir mis ojos lentamente. Luego de haber comprado la bici y algunas otras cosas que los mellizos querían comprar, nos fuimos a nuestras casas y yo me dormí tranquilamente... hasta que alguien decidió interrumpir mi divina siesta. Abro los ojos y me encuentro con la mirada divertida de Robert. ¿Y él qué hace aquí? Me siento en mi cama y lo miro extrañado, Robert por su parte solo sonríe.

—¿Qué... qué haces aquí? —pregunto tratando de despertarme un poco más.

—Vine a ver a mi amiga Anastasia, ¿ya no puedo? —dice sonriente.

—S-sí puedes, solo que podrías avisar con anticipación —digo frotándome los ojos con los puños—. Ahora sí, cuéntame. ¿Qué haces aquí? ¿Mis padres saben que estás aquí?

—Número uno: vine a conversar, en casa las cosas están tensas —dice rascándose la nariz, siempre hace eso cuando está nervioso o en una situación estresante. No ha cambiado nada—. Número dos: no, no saben que estoy aquí. Entré por la ventana.

—Vaya, igual que antes —comento mirando la ventana—. Y, perdón que pregunte, pero ¿a qué te refieres con que están las cosas tensas en tu casa?

—Oh, eso... —dice rascándose nuevamente la nariz. «Se ve tan adorable cuando hace eso»— pues papá anda muy preocupado por la llegada de Kyle y Nathan West al pueblo, dice que con un agente del FBI aquí no es tan fácil transportar la droga de un lado a otro. Papá y Kristopher han peleado mucho últimamente, han pensado incluso en usar a Jessica para distraer a los West.




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