Game Over (sin Editar)

VEINTIDOS.

El ambiente del lugar es tranquilo, hay varias familias disfrutando de una malteada, parejas bebiendo un café y algunos grupos de adolescentes bromeando en las mesas, jugando con la comida. Y en cuanto entramos, todos miran a los Petrov, quienes lucen como la familia típica que ves en las películas, donde todos son increíblemente guapos, felices y perfectos. Una imagen un tanto errada, la perfección no es algo que defina a nuestros señores, en lo absoluto. Son corruptos, fríos y crueles; no les importa dañar a una persona con tal de conseguir lo que quieren, son unos monstruos.

Caminamos hasta una de las mesas que están cerca del ventanal del local, y un mesero nos entrega los menús, esperando a que decidamos lo que comeremos. Yo opto por una malteada de chocolate y un bizcocho, los Petrov solo dicen «Lo de siempre», y con respecto al resto... realmente no les presté atención, estoy más atenta a nuestros objetivos que a mis amigos. La única conversación en la mesa es de parte de Kristopher y Nikolay, hablando del mercado de los teléfonos, de la situación económica de Venezuela, y otras cosas más que son demasiado adultas como para interesarme.

Clarisse y Harry están abrazadas mientras esperan la comida, dejando bien en claro que son pareja y que se quieren, ganándose algunas miradas desagradables de parte de algunos adultos. Gente retrógrada. Robert por su parte está tratando de entablar una conversación con Nathan, hasta que le toca el punto sensible al pelinegro: su cabello. ¿Quien lo diría? El chico West es delicado con su cabellera.

—Es que es un peinado bastante extraño —dice Robert mirándole la cabeza a Nathan.

—No, a ti se te vería extraño, en mí se ve fenomenal —dice fulminándolo con la mirada.

—Vamos, West, no seas tan egocéntrico —dice Robert rodando los ojos, recostándose en el respaldo de la silla.

—No soy egocéntrico —refunfuña Nathan.

—Ana, ¿verdad que el peinado de Nathan es extraño? —me pregunta Robert, metiéndome en su disputa, otra vez.

Miro el cabello de Nathan, el cual está peinado hacia un lado, pero ligeramente levantado, recordándome a algunos personajes de anime. En lo personal me gusta cómo se le ve, pero no es un peinado común, por lo que sí calificaría como raro. Nathan me mira expectante, esperando a escuchar mi respuesta. Sonrío, con intensiones no muy amables, y al fin respondo.

—Sí, es bastante extraño —respondo al fin, ganándome una mirada de estupefacción de parte de Nathan, seguro esperaba que lo apoyara en su pelea.

—¡Ja! Te lo dije —se regodea Robert.

—Pero aún así se ve bien —digo. Nathan me mira con una sonrisa, mientras que Robert solo dice que es trampa porque yo soy muy complaciente.

—Eso no se vale, Ana —se queja Robert.

—Yo digo que sí —se mete Harry a la conversación.

—¿Y tú qué sabes?

—Bastante, de hecho.

Robert estaba a punto de decir algo más, pero llegan nuestras órdenes, callándonos a todos. No es hasta que tengo mi bizcocho y mi malteada que me doy cuenta de que realmente me estaba muriendo de hambre, haciendo que mi estómago haga un ruidito que llama la atención de varios presentes. Me sonrojo al notar que todos en la mesa me están mirando, ¿por qué me miran tanto? ¿Nunca habían visto a una adolescente hambrienta?

—Ana, querida, ¿tienes mucha hambre? —pregunta Regina.

Yo la miro, y solo asiento. Ella sonríe y vuelve a llamar al mesero, él muchacho vuelve en inmediatamente Regina ordena una hamburguesa jugosa, luego le pregunta a los demás si también tienen hambre, a lo que ellos asienten, y ella pide más hamburguesas. El chico se va a la cocina, y nosotros nos sumimos en un nuevo silencio. Por suerte este no dura mucho, ya que Clarisse toma la iniciativa, y comienza a hablar sobre lo "entusiasmada" que está por el torneo que se avecina.

—Oh, ¿todos ustedes juegan? —pregunta Regina, quién parece ser la única adulta dispuesta a hablar.

—Sí, pero la mejor de todos es nada más y nada menos que Ana —dice mi mejor amiga, señalándome con la cabeza.

—¿Ah sí? —pregunta.

—Pues s-sí —es lo único que logró decir. Odio ser el centro de atención.

—Vaya. Recuerdo que hace un tiempo Robert estaba obsesionado con comprar muchos juegos de vídeo, pero nunca los usaba, ¿no es extraño?

Me quedo callada y miro en dirección al rubio, mirándolo en sorprendida. Recuerdo que me dió uno que otro juego nuevo, pero siempre le decía que yo podía comprarlos, ¿compró más de todos modos?

—Lamentablemente luego tuvimos que mandarlo a estudiar a otro lado —dice Regina, soltando un sonoro suspiro—. Fueron unos años muy duros, extrañaba mucho a mi niño.

—Mamá, por favor no...

—¡Ni se te ocurra avergonzarte de tu madre, Robert Petrov! —le reprende Regina.

Nosotros nos reímos ante la cara que puso Robert, era de susto puro, de lo más cómico.

—L-lo siento, mamá —dice Robert, totalmente colorado.

—Así me gusta —dice recobrando su sonrisa.

Noto que Nathan está callado, mirando de más su teléfono. ¿Qué estaba...? Claro, estaba esperando un mensaje de su hermano para que podamos irnos, seguro esperando que apareciera «Lo encontramos. Salgan de ahí» o algo por el estilo. Le tomo disimuladamente su mano, y él alza la mirada, topándose con la mía, le sonrío y él me devuelve el gesto, pero no es genuino, es más una mueca. Le presiono la mano, y me acerco a su oído para decirle algo:

—Todo estará bien, tranquilo —le susurro.

Una vez que me alejo, aprecio su sonrisa, la cual esta vez es real, es una sonrisa de agradecimiento, me está agradeciendo que esté con él ahora, aunque yo debería agradecerle, me está ayudando a encontrar a mi mejor amigo. Giro mi cabeza y veo que todos están en absoluto silencio, salvo por Harry y Robert, quienes hablan amenamente. No puedo evitar mirar a Clarisse, preocupada, su rostro es de impacto total, está muy pálida y sus ojos parecen querer salirse de sus órbitas. ¿Qué demonios pasó? Veo a Regina, quién mira a mi mejor amiga con una sonrisa amable, pero, viéndola bien, no se ve tan amable, más bien... cínica.




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