Este capítulo es especial, ya que aquí mostraré un poco de la perspectiva de Robert. Espero les guste, un beso.
R O B E R T.
En mi familia hay tres reglas: «Nunca hablar del negocio con nadie», «Obedece nuestras órdenes ciegamente» y, la más importante de todas, «Nunca dejes entrar a nadie». Fáciles hasta donde se ven, no hay mayor ciencia en esas tres cosas, ¿no? Hasta un bebé podría con al menos dos de esas reglas. Para mis padres esas eran las reglas que debíamos seguir hasta la muerte todos nosotros, incluso Kristopher tenía que seguirlas al pie de la letra. Y si el perfecto Kris debía seguir las reglas, nosotros no teníamos mucha opción, obedecer y listo. Obedecer esas reglas no me creaban mayor problema, no me interesaba romperlas, no era muy fan de los conflictos.
Mis hermanos y yo antes éramos muy unidos, inseparables de hecho, si uno estaba en problemas los otros ayudaban, éramos como los tres mosqueteros. Por desgracia eso acabó en cuanto Kristopher cumplió los dieciocho años, papá lo tomó de inmediato y lo comenzó a meter más y más en el negocio. Llegamos a un punto en el que ni Jessica ni yo sabíamos de él, ni él de nosotros. Perdí a mi hermano, pero por suerte Jessica aún estaba conmigo. Recuerdo que una noche llegó Kris a la casa, siendo cargado por uno de los hombres de papá, su camisa estaba manchada de sangre.
—¡Regina! —gritó papá entrando a la casa, ayudando al hombre con el cuerpo de Kris.
Esa noche ambos habían salido a encontrarse con unos posibles socios, papá dijo que era importante que Kris estuviera presente, que así vería como se hacen los negocios. Pero al parecer no les salió muy bien la negociación.
—¡Oh por Dios! —exclamó mamá al ver a Kris lleno de sangre—. ¿Qué pasó?
—Los malditos de los Lombardi nos engañaron —dijo papá dejando a Kris en el sofá grande de la sala—. Nos atacaron de improvisto, salimos vivos a duras penas.
En eso el doctor de la familia llegó, fue rápidamente hasta donde estaba Kristopher y lo atendió sin dudarlo. Esa noche fue cuando Jessica y yo nos dimos cuenta que Kris ya no era nuestro hermano, ahora era solo un trabajador más de papá. Luego de eso Jess y yo nos unimos más que nunca, éramos ella y yo en todo. Incluso ella me contaba de los chicos que le gustaban y yo de mis "conquistas".
De esa noche pasaron cuatro años, Kris se alejó más y más de nosotros, incluso de mamá. La única persona con la que hablaba era papá, eran pocas las ocasiones en las que hablaba con todos nosotros. Y cuando eso pasaba, todos sentíamos que una pequeña parte del Kris que todos conocíamos aún seguía ahí dentro. Pero era solo eso, un sentimiento, la realidad era otra completamente distinta. El Kristopher Petrov que comía con nosotros diariamente no era el mismo con el que Jessica y yo jugábamos de niños, mi hermano ya no existía.
Entrar a la preparatoria fue un momento de sumo estrés para Jess, decía que tenía miedo de no encajar, de que todos la ficharan de corrupta como había sucedido conmigo y Kris cuando entramos. Por lo que yo propuse que le diéramos un nombre e identidad falsos, así nadie la relacionaría con nosotros. De ahí el personaje de Jessica Miller. Pero a pesar de su nueva identidad aún estaba demasiado nerviosa, así que decidí repetir año para estar en la misma clase con Jess cuando entrara. Porque sí, soy mayor solo por un año, mis papás no perdieron el tiempo.
El primer día de clases de Jess fue bastante agitado, todos querían ser sus amigos porque se decía que era inmensamente rica, que su padre era un empresario de renombre. Vi como mi hermana mentía y engañaba a todos, negando su verdadero origen, pero no la juzgo después de todo yo le di la idea. Con el tiempo Jess se distanciaba de mí en la escuela, decía que si se juntaba con "el hijo del mafioso" podría ser sospechoso, pero aun así hablábamos mucho en casa.
Todo era bastante normal y aburrido, yo era muy popular en el equipo de fútbol americano —ya que era muy bueno, no voy a negarlo—, las chicas se morían por estar con el chico malo de la escuela y era un estudiante bastante bueno. Yo estaba decidido a llegar a graduarme de la universidad, no quería seguir los pasos de mi padre y mi hermano. Aún no lo sabían, pero no iba a rendirme, me negaba a tener un futuro así, más aún si tiene que ver con drogas, las detesto.
Un día en particular mi mundo dio un giro de 190 grados, no esperaba que eso me pasara a mí en particular. Estaba leyendo el periódico escolar, como solía hacer todos los jueves —solo lo leía ese día, era una manía extraña que aún tengo—, cuando me topé con una noticia interesante. Era un artículo sobre un torneo interescolar de videojuegos o algo así, decía que habíamos ganado gracias al excepcional talento y habilidad de una alumna de primer año, Anastasia Evangeline Clark.
Vaya nombre.
Vi la fotografía que les tomaron a los ganadores junto al director Malcolm, había una chica castaña de ojos grises muy sonriente, un chico pelinegro con las facciones muy parecidas a las de la otra chica y, por último, una chica rubia que tenía una sonrisa tímida en sus labios, junto con un ligero sonrojo en sus mejillas. Me pareció de los más adorable, nunca había visto a una chica tan linda y tierna a la vez. Luego de terminar de leer el periódico, decidí guardar el artículo de la chica rubia, para luego seguir con mi día.
Lo que no esperaba era que en mi clase de gimnasia me encontrara con la misma chica del periódico, acompañada de los dos chicos del artículo. Sorprendido, me quedé en mi sitio estático, viendo a la chica reír con sus amigos, pero esa sonrisa no era la misma del artículo, era una real y enérgica. Se veía hermosa, nunca había visto a una chica tan hermosa como ella. Uno de mis amigos llegó hasta mí, llamando mi atención y sacándome de mi ensoñación.