Creo que, a pesar de que logramos escapar, nada está siendo fácil o como antes. Nada se siente igual, ni siquiera jugar se siente igual, todo ha cambiado, o al menos para mí. En la escuela le hicieron un homenaje a Robert, todos dejan flores frente a su taquilla, algunos incluso se quedan ahí y lloran su partida. Quien más ha llorado, es Jessica, muchos se preguntaron el porqué de su reacción, pero no por mucho, ya que Jessica reveló su apellido real. Muchos se sorprendieron, a otros les dio igual, pero yo siento que eso fue lo que ella necesitaba para poder seguir por la escuela.
Mis amigos me han intentado animar, me han llevado a Pink's, pero nada funciona. En mi mente me repito una y otra vez que la culpable de su muerte soy yo y nadie más, que yo debí haber recibido esa bala, no él. Hoy es el funeral de Robert, y en mis manos se encuentra la invitación a su funeral. No sé si sea buena idea ir, después de todo su hijo está muerto a causa mía. A mi mente llega la noche en que escapamos, lo que sucedió luego de que Robert muriera.
―Ana, debemos irnos ―dice Nathan en mi oído.
Estoy por correr con ellos, cuando una voz me detiene.
―Anastasia ―me llama Nikolay, quien me mira con el semblante serio―. Quiero pedirle una disculpa por todo esto y, sé lo peligroso que es para nosotros dejarla ir, pero quiero que así sea. Así lo habría querido Robert, y voy a respetar eso.
Lo miro en silencio, Nathan detrás de mí oyendo todo. En ese momento ya se lo habían llevado hasta una de las camionetas envuelto en sábanas blancas, recordarlo solo me da ganas de ponerme a llorar de nuevo. Nada de esto es justo, nada.
―Yo... ―comienzo, dudando en si hablar o no―. Quiero pedirle disculpas, de no ser por mí él... Él seguiría vivo.
Kristopher niega y me ve, su rostro se ve cansado. Y no lo culpo, perdió a su hermano y a su madre en la misma noche.
―No, no es tu culpa, mi madre fue quien hizo esto ―habla Kristopher, su rostro seguía empapado por las lágrimas―. Por favor, solo vete, nosotros ya veremos qué hacer.
No digo nada más, Nathan me jala por el brazo y salimos corriendo del lugar, dejando atrás a los Petrov. Dejando atrás al cuerpo de Robert y a esa cabaña infernal en la que estuve.
Me sentí muy culpable, no importaba cuantas veces ellos me dijeran que no había sido mi culpa, yo seguiría escuchando ese disparo y pensar que debía ser para mí, no para él. Sin darme cuenta ya estaba llorando de nuevo, no podía dejar de hacerlo. Cuando Robert murió, una parte de mí también, ese chico representó una de las etapas más hermosas que tuve, no importa que no durara para siempre. Nunca imaginé que moriría y mucho menos que lo haría en mis brazos, era algo que no esperaba ver nunca. La puerta de mi habitación se abre, y de ella aparecen unos ojos verdes que me miran con diversión, hasta que nota que estuve llorando. Ingresa a mi habitación y deja en la cama un paquete misterioso, me abraza fuertemente y comienzo a llorar en él de inmediato.
―Ana, él está bien, no te culpa por nada lo sé ―dice Nathan, es lo mismo que me ha estado diciendo desde que pasó―. Mira, vamos al funeral, damos nuestras condolencias y nos despedimos. O... podemos quedarnos aquí y dejar que llores hasta secarte. ¿Qué eliges?
Me quedo pensando un rato, no quiero seguir llorando por siempre, pero tampoco quiero ir y enfrentar a su familia, con tan solo ver a Jessica ya me siento culpable. Al final asiento.
―Vamos al funeral ―respondo.
Nathan sonríe y recoge el paquete que dejó en mi cama, me lo ofrece muy entusiasmado. Lo abro con curiosidad, preguntándome qué podría ser. Al retirar la tapa me topo con un vestido negro, se ve muy hermoso y delicado, la tela es sumamente suave. Al sacarlo y extenderlo se ve aún más hermoso, es un vestido que llega hasta la mitad de los muslos, en la parte del cuello tiene un poco de pedrería de fantasía. Se ve impresionante.
―Te verás muy bien ―dice, se levanta de la cama y me da un casto beso―. Vamos, el funeral es a las dos y es la una.
Dicho eso me dio otro beso corto y se fue, escucho las voces de mis padres hablar con él y sonrío un poco. Desde que volvimos mis padres se encariñaron con Nathan, y el muy listo aprovechó eso para decirles que quería ser mi novio, obviamente se lo tomaron genial porque era él. Estaban alegres de que mi novio fuera un chico tan listo y guapo. Realmente lo que más me gusta de ese chico es su astucia, y que siempre, de alguna manera, logra estar cuando lo necesito. Es algo que me hace amarlo, porque sí, amo a Nathan West.
Me meto a mi baño, lista para darme la mejor ducha de agua fría, y así fue. Me relaja cuando el agua fría llega hasta mí, es refrescante. Luego de un rato salgo de ahí, tomo una toalla y salgo de ahí mientras me seco el cabello. Al salir voy directo al armario para buscar algún zapato que quede bien con el vestido, no tardo mucho, ya que me decido por usar mis confiables Converse. Me comienzo a vestir sin mayor apuro, ya sin darme cuenta estaba más que lista, solo faltaba algo en el cuello para terminar. Voy hasta mi joyero y de ahí saco un collar de plata viejo que me regaló la abuela hace años. Y ya, estoy lista para ese dichoso funeral.
***
―Ahora, démosle la palabra a su hermana Jessica ―dice el padre.
Todos estamos en silencio mientras Jessica se dirige al frente, se la ve exhausta, y, a pesar de todo el maquillaje, se pueden ver sus ojeras, se nota que no ha podido dormir en varios días. No la culpo, su hermano murió y lo más probable es que ya hayan matado a Regina. No he dejado de llorar en silencio en todo el funeral, aunque intento que nadie me vea porque me siento muy hipócrita al estar llorando en este lugar, la culpa sigue ahí y dudo que se vaya pronto. Nathan me da un abrazo desde atrás, reconfortándome por su tacto, sintiéndome mejor al saberlo aquí a mi lado. Nathan ha sido un gran apoyo para mí, es como una bocanada de aire fresco. Por estas cosas lo amo.