—Aquí está el láser por si tiene alguna presentación. Solo tiene que avisarme si quiere que le tenga todo preparado para materiales digitales —habló Gloria que no se daba cuenta de que Enrique tenía sus ojos fijos en ella y en su caminata—. ¿Tiene alguna presentación en Powerpoint, señor Trociuk?
Gloria lo vio con la mirada hacia ella como si la estuviera especulando, o quizá fuera imaginación suya. Él aún debía estar afectado por la muerte de su padre y también por su inexperiencia, no conocía nada de su propia empresa.
—¿Está seguro de que desea que llame a todos los gerentes? —preguntó con cuidado.
Enrique reaccionó ante las palabras de Gloria, él la había estado mirando, distrayendo su vista en ella sin pensar en nada más.
—No quiero que cuestiones mis decisiones, Gloria, que vengan los que tengan que estar aquí —masculló volviendo a ser el mismo hombre desagradable de siempre.
—Sí, como diga —aceptó Gloria a regañadientes.
Siguió dándole indicaciones por si Enrique necesitaba algo más para su reunión. Después salió de la sala de reuniones, escribió un correo para todo los gerentes y luego envío otro a las personas del área de informática para que crearan un nuevo correo para el heredero de la empresa. Él debía dar y recibir comunicados todo el tiempo, no podía quedar ajeno a los movimientos y tonterías de su imperio. También se puso en campaña para llamar a todos a los que había enviado el correo para que no se atrasaran y pusieran de malhumor al malhumor con patas que era Enrique Trociuk. Debía estar de peor que nunca porque le tocaba trabajar a alguien que solo le gustaba gastar el dinero.
En el fondo de su ser se burlaba de que tenía que ver al niñito mimado trabajando para ganarse sus millones, ya con eso pensaría dos veces en gastarlos.
—¿Ya está aquí el señorito mimado? —curioseó el jefe financiero de nombre Roberto.
Ella colocó su dedo sobre sus labios para indicarle que no hablara tan fuerte, aquel estaba tan sensible que podía tener la astucia de un gato.
—Sí, y se va a reunir con ustedes —respondió.
—Este no sabe nada de nada. Cualquiera de aquí podría verle la cara.
—No creo que sean tan deshonestos, deberían ayudarlo.
—Se le ayudará, pero hay que ser honestos: lo odian.
—Sí, eso se sabe, no conozco a una persona que lo quiera. El pobre no tiene nada de agradable.
—Él no hizo nada para que lo quisieran que es distinto. —Roberto se carcajeó y tocó el antebrazo de Gloria.
Los ojos de Enrique no dejaban de ver la intimidad con la que se trataban el gerente financiero con Gloria. Ella debía ser la amante de toda esa empresa. Era demasiado hermosa para no haber saltado de departamento en departamento hasta llegar a la cabeza. ¿Sería posible que Gloria quisiera seducirlo? Se sentiría muy ofendido si ella no lo hacía.
—¿Pediste el café, Gloria? —increpó haciendo que tanto ella como el financiero se alejaran un poco.
—Sí, señor Trociuk. Cuando le traigan los termos con las tazas me encargaré de servirles. He pedido para su nuevo correo electrónico de la empresa. Necesita uno —respondió con rapidez.
—Puedes pasar a la sala de reuniones, Roberto. Yo buscaré algunos papeles en la oficina y necesito que Gloria me muestre en dónde se encuentran.
—Sí, por supuesto, Enrique —acató Roberto que se dirigió a la sala.
Enrique se quedó por un momento en el sitio en el que se encontraba y miró a Gloria.
—Entra a la oficina —mandó al abrir la puerta.
La chica notaba que él parecía un poco enfadado.
—¿Qué papeles necesita? El licenciado tenía muchas aquí. Se las ordené la última vez...
—Deberías trabajar más y coquetear menos, Gloria. Tienes la hora después del trabajo para buscar algún novio. No te pagan por arreglarte en tu lugar, para limarte las uñas y tampoco para hacer pareja.
Él recorría la oficina a la vez que le decía esas palabras.
—Pero no estaba haciendo nada de eso, señor Trociuk —se justificó. Estaba perpleja por lo que él le decía. Había comenzado a agredirla sin alguna razón aparente.
Ante lo que le dijo Gloria, Enrique reaccionó dándose cuenta de que había cometido una tontería. Todavía no se encontraba del todo bien por la muerte de su padre y ya estaba mezclando mujeres con trabajo y armando lío sin necesidad alguna.
—Sí, lo sé. Solo quería que supieras que no toleraré esos comportamientos. Ya una vez te encontré peinando tu cabellera.
—No volverá a ocurrir, señor. ¿Se le ofrece algo?
—Los poderes que manejaba mi papá. Quiero verlos todos.
—Sí, por supuesto. —Ella fue hacia un mueble y lo abrió en la parte de abajo, arqueando un poco su figura. Mientras buscaba lo que le pedía su nuevo jefe, desvío por un instante su mirada y lo descubrió observándola. Se sentía mucha vergüenza por como él no tenía reparos en mirarla—. Aquí están, ¿se le ofrece algo más? Puedo pedirle a los abogados que vengan a conversar con usted si lo requiere, señor.
—Sí, que vengan por la tarde. Pienso quedarme todo el día.
—Sí, los llamo ahora mismo.
Sin más preámbulos Gloria dejó la oficina y fue a sentarse. En ese instante sentía que su cuerpo temblaba por un extraño sentimiento. Ella sospechaba que su estancia en esa empresa sería corta y que no llegaría a los dos años de experiencia laboral. Una vez que se recuperó buscó el número del estudio de abogados que los asesoraba y los llamó. Al mismo tiempo saludaba a los gerentes que llegaban para reunirse con el nuevo jefe de todos.
Cuando habían llegado los que debían asistir a la junta, también le habían llevado el café. Llevó todos los implementos en la recepción y comenzó a servir las pequeñas tazas que colocó en una bandeja para llevarlas a los asistentes.
Al entrar a la reunión Enrique hablaba con mucha autoridad frente a los demás que tenían sus agendas abiertas para anotar lo que aquel pudiera decir.
Ella intentaba no escuchar, pero lo hacía cada vez que servía algo a uno de los gerentes. Lo que más le llamaba la atención es que Enrique repetía constantemente: «Las cosas van a cambiar». Eso no podía significar nada bueno para nadie en esa empresa.