Mama siempre decía que tenia que tener cuidado con los hombres, en especial los que tenían mujeres detrás de el, eran lo peor de lo peor, y Papa en cambia decía que no me dejara enamorar fácilmente ya que los hombres no valoran el enamoramiento hasta la edad de la madures, pero también podía ser maduro a los 10 años o a los 70, nadie podría saberlo pero... yo podría identificarlo en el momento que vea la puerta de su alma.
Mis padres trabajaban todo el día, y yo iba de la escuela a casa, tuve una niñera hasta los doce años, en ese momento creía que ya era lo suficientemente responsable para cuidarme sola, no quería que alguien que no era de mi vinculo familiar estuviera todo el día al lado mio como si lo fuera, lo odiaba, nunca supe porque pero lo odia hasta tal punto de decapitar todas mis muñecas, hasta decapite algunos muñecos de peluche, uno de ellos era mi osito favorito, llore un año por su partida, mama no tenia el tiempo suficiente para cocerlo y la niñera pensó que seria estupendo que ella lo arreglara, lo tuvo que arreglar once veces hasta que se harto que lo siguiera decapitando.
A los nueve años descubrí mi amor por los animales, había ido a la casa de una amiga ella tenia un perro y un canario, creo que me la pase jugando mas con el perro que con mi amiga, desde es momento todo perro que veía en la calle le así alguna caricia y intentaba rotundamente que mis padre me dejaran tener una mascota, cosa que nunca sucedió. A la edad de trece año le pedí dinero a mis padres para donarlo a una fundación que rescataba animales callejeros o abandonados.
- Cariño, necesitamos el dinero, con suerte podemos pagar las cosas de la casa y comprar comida para que ninguno de los tres pasemos hambre.- Había dicho papa sentado en una silla de la mesa que se encontraba en la cocina.
- Por favor, papi.- Dije mientras unía mis manos en forma de suplica, el no apartaba sus ojos de los míos.
El corrió la mirada y suspiro mientras miraba la madera de la mesa.
En ese momento se me había ocurrido una idea, que para mi era mas que normal, era la rutina de mis padres.
- Puedo trabajar para obtener el dinero.- Dije con esperanza de que ellos apoyen mi idea.
- ¿Tantas ganas tienes de ayudar a esos animalitos?.- Pregunto mama mientras se secaba las manos con un trapo seco.
- Si, quiero ayudarlos cueste lo que cueste.- Digo mientra me abalanzo sobre la mesa logrando estar mas seca de mi padre y de mi madre.
Mis padres intercambiaron miradas, las cuales eran de duda y debate.
- Hija, ve a dormir, mañana tienes clases.- Dice mama mientras agarra con sus manos el respaldo de la silla que esta ocupando Papa.
Largo un suspiro de derrota para luego dirigirme a mi habitacion al fondo del pasillo, cuando entro a mi cuarto cierro la puerta tratando de no hacer ruido y me tumbo en mi cama para luego abrazar una de mis almohadas.
Mis padres nunca pudieron acompañarme a la escuela ni siquiera a la parada de autobús por sus horarios ajustados, para mama siempre se levantaba antes para prepararme el desayuno y papa siempre antes de irse chequeaba como una cinco veces que llevara todo, hasta el celular que me habían comprado con esfuerzo para mantenernos en contacto y para poder llamar a emergencias si algo en mi día cotidiano se salia de control, ejemplo un acosador siguiéndome desde la escuela a casa.
Ese día me había levantado con mucho esfuerzo, luego de que papa me aya visto entrar al baño para deshacerme del sueño que seguía cargando en mi rostro se fue junto con mama al trabajo pero antes me gritaron desde la puerta que me querían que volverían cuando terminara su turno.
Odiaba que su trabajo opacara todo su tiempo y me dejara la sobras de sus energías succionadas, odiaba no poder jugar con mis padres o salir de paseo los fines de semana, si salíamos a dar una vuelta era todo un milagro de dios.
Me acuerdo con claridad que estaba tomando con rapidez mi jugo de naranja cuando vi una nota pegada a la base del vaso gracias al agua que transpiraba este por el liquido frió, casi escupí el liquido que aguardaba en mi boca para deslizarse por mi estomago como un togogan de agua extremo o como una montaña rusa de agua.
" El domingo hablaremos con un amigo para que te de trabajo", decía la carta con la letra de papa, estaba tan feliz, estaba emocionada como una pequeña de cinco años que estaba a punto de tener en sus manos un helado de chocolate y frutilla.
Ese día no me había dado cuenta que ya estábamos conectados de antes, no me había dado cuenta hasta hoy.
Corrí como una lunática por la acera ya que de la emoción me había olvidado que llegaba con lo justo a subirme al autobús escolar, no me acuerdo como subí al autobús pero lo había logrado, solo me acuerdo haberme sentado en un asiento libre tratando de regularizar mi respiración cuando escuche las voces a mi alrededor.
- Ese es el chico que lo corrieron de ocho orfanatos.- Escuche que hablaba un chico de mi misma edad.
- Escuche que es peor que un toro enojado.- Dijo su compañero de asiento mientras miraban con asco hacia la ventana.
Mire hacia la izquierda y vi un chico mas grande que yo corriendo a la misma velocidad que el vehículo que me llevaba a la escuela, llevaba una mochila roja en su espalda y una capucha cubriendo su perfil, lo único que vi en el que me llamo la atención fue su mano, una mano negra, pasamos por una avenida llena de autos y el autobús se detuvo para no chocar con los feroces conductores, pero el no se detuvo, el desafió a la muerte, el burlo a la muerte ya que había cruzado sin ningún problema, sin un rasguño.