Greeensleeves

Capítulo I

 

                                                                     Capítulo I

 

Pese a ser un gran aficionado, esta era la primera vez en la que Charles Lampwik asistiría al congreso anual de naturalistas. No era fácil ingresar, se debía enviar una carta al consejo mayor de ciencias naturales y filosóficas con una antelación de aproximadamente un año, y aun así se corría el riesgo de ser descartado por falta de cupo. Se reservaban con celo los lugares para que asistan profesores de todo el mundo, algunos allegados (principalmente sus familiares y alumnos) y, como en toda actividad de resonante importancia, se reservaban asientos para lores, príncipes, nobles y cualquier personaje importante con intención de asistir o con el suficiente dinero para pagar un puesto cerca de los emisarios. Charles había enviado cartas los primeros días del año durante los últimos  cuatro ciclos y, descartando rotundamente una posibilidad económica, nunca había sido correspondido con éxito. Este año, gracias a la ayuda de Edward Johnson, reconocido profesor y naturalista (su profesor), se le ha permitido asistir tras una solicitud formal, hecha a puño y letra, directamente desde las manos del mismísimo Edward Johnson. Asistirá como invitado, pero no como cualquier invitado, sino como una futura promesa para investigaciones en el mundo de los etólogos naturalistas; de esa forma podrían ser consideradas con mayor ímpetu sus futuras solicitudes. La verdad es que su profesor no lo lleva por caridad, Charles debió ganarse el honor de asistir y el honor de ser invitado. El precio fue una ardua tarea de investigación y un perfecto manuscrito que pudiera ser catalogado y presentado dentro del congreso; ya sea como descubrimiento o razonamiento filosófico. Lo logró, claramente, y aunque se tardó un poco más de lo esperado, Edward siempre confío en él e hizo la solicitud mucho antes, pero no le entregó la respuesta sino hasta después de aprobada su tesis.

 

                                                                              B

 

 

Para Charles, dormir antes de un día importante resultaba un calvario. Las ansias hacían que se despertara constantemente a lo largo de la noche. No fueron menos de cuatro las veces en que abrió sus ojos y observó a través de la ventana de su habitación esperando en que la matinal brisa raspara sus mejillas a la par en que el sol se elevara poco a poco encandilando sus ojos. Para su decepción, entre despierte y despierte ni siquiera transcurría una hora, y en lugar del sol y la brisa matutina, veía la noche (apenas distinguiendo alguna estrella) y a sus cortinas blancas de algodón flameando suavemente en la noche. Estaba nervioso, motivado por codearse con los grandes naturalistas. En su último despierte no logró conciliar el sueño con rapidez, divagaba una que otra posible conversación, su forma de presentarse, puros modismos.

< Debo orinar – pensó fastidioso, mientras intentaba presionar su vejiga con los muslos y cambiaba a una posición más favorable en la cama para resistir más tiempo –  Agh, no lo sé. Si continúo así seguiré despertando constantemente, y cuando sea la hora de realmente despertar me quedaré dormido>

 

Las ganas de orinar fueron más que él y a oscuras se puso de pie y a oscuras atravesó su cuarto. De hecho, no le hacía falta encender un cerillo, sentía conocer la casa con suma exactitud, cada rincón, cada mueble; caminó casi en puntas de pie tratando de evitar ser oído por sus tíos, quienes dormían en la habitación de junto y le daban asilo en su hogar para que pudiera formarse como el etólogo naturalista que quería llegar a ser. Toda la familia era clase media trabajadora, no tenía la suerte de que sus padres o sus tíos fueran acaudalados, pero el cambio de residencia le permitió estar más cerca del lugar de estudio, y de esta forma se ahorraba la paga por rentar una habitación o la de un carro de transporte como así también las varias horas de sueño extra. Era una buena familia, considerados todos ellos. No los quería despertar, era muy tarde, si lo oían les podía dar un susto. Últimamente en ese lado de la ciudad se corría el rumor de entradores nocturnos en las que desvalijaban una propiedad sin despertar a nadie. Todos conocían a alguien que conocían a otro que había sufrido uno de esos robos. Era común oír como los buenos samaritanos despertaban alegres al canto de los pájaros y al ir a la sala les faltaban las vasijas, algunos cuadros y hasta uno llegó a decir que le robaron la mesa con sillas incluidas, dejando solamente una silla destartalada en medio de la sala, como burlándose del injurio cometido.

Descalzo, apoyando los dedos seguido de la planta de los pies y apenas rozando el talón en cada pisada, Charles anduvo por la casa en movimientos forzosos, haciendo gestos de sumo esfuerzo con la cara para no ser oído (como si apretando los dientes y entrecerrando los ojos ayudara a sus cayos a no hacer ruido) de haber alguien viéndolo se hubiera burlado de él; era gracioso como se mordía los labios y meneaba sus brazos e inclinaba la columna hacia uno y otro lado mientras los huesos le traicionaban de a chasquidos (culpa de mantener tanto tiempo una misma posición en la cama). Al pasar junto a la mesa (faltando tan solo a unos seis metros para llegar a la puerta trasera) dio un paso en falso y una cesta invertida de pan que se había caído al suelo y el reflejo de la luna no había llegado a iluminar hizo que se resbalara perdiendo totalmente el equilibrio. Como auto reflejo y olvidando su sigilo, estiró su brazo derecho y golpeó la mesa con fuerza al mismo tiempo en que pisaba firme el suelo con sus pies. Casi se orina del esfuerzo.

En silencio, sin siquiera mover un músculo, trató de percibir si había despertado a algún pariente. Sabía que se había oído fuerte porque el perro de un vecino a dos o tres casas había ladrado un par de veces advirtiendo la situación. Todos parecían seguir durmiendo, por lo que continuó caminando en plan de salir afuera. Primero se agachó unos centímetros adelante y agarró el cesto deformado tras la pisada y la agitó un poco mientras pensaba  en lo soberbio que había sido unos momentos atrás al pensar en su propia astucia por no necesitar un cerillo.



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En el texto hay: amor, aventura, accion drama

Editado: 06.06.2021

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