Green Eyes

Capítulo 19

NOTA: Una disculpa por estar ausente, es que mi internet estuvo fallando tooooda esta semana. Sí, sí, quizá a nadie le interese mi situación, pero tenía que dejar salir este remordimiento y compartir mi dolor. Ja, ja, ja. Gracias por leer y continuemos.

 

“Lo siento, ella no puede pasar.”

Esa fue la gota que derramó el vaso. La maestra había explotado al instante gritándole al guardia cosas como que las mujeres de ahora deberían conocer sobre esto para no cometer errores. Y que las personas éramos libres de ir a donde quisiéramos. La verdad no me importaba si entraba o no, reglas son reglas. Claramente ahí decía que podías entrar al lugar si eras mayor de dieciocho años. Aunque me faltaba un año, no pensaba desobedecer lo que decía ahí y que muchos en vez de acatarlo, se ponían a discutir. ¿Tan difícil es entender las reglas?

—Ya deténgase. —La llamo en cuanto veo muchas miradas curiosas y otros cuantos más tentados a grabar. —E-Está llamando la atención, —susurro nerviosa cerca de su oído, —aprenda a seguir las reglas.

Continúo en voz alta y el guardia asiente. Ella rueda los ojos y se mete dejándome atrás. Que jodida dramática.

—¡No hay nada que ver por aquí! —Anuncia el guardia alejando a los presentes que habían formado un medio círculo. —A menos que quieran pasar, quédense.

Dice riendo ganándose varias risas de los presentes. Sonrío.

—Gracias.

—No hay de qué señorita. —Asiento y giro para irme a sentar al mismo banco de antes, pero su voz me detiene. —¿Sabes? — Volteo hacia él. —Me han tocado varias parejas que se ponen intensas cuando no dejo pasar a sus hijos. La mayoría dice que deben conocer este tipo de lugares para que no les cuenten.

Explica moviendo su mano. Asiento. Miro hacia adentro buscando a mis compañeros mientras entrelazo las manos.

—Supongo que primero deberían de saber cuáles son los principales anticonceptivos, su función y cuál es más efectivo. Así como las enfermedades y cosas que tengan que ver con la sexualidad. Creo que, si quieren actuar como adultos, por lo menos que se cuiden como unos.

Desvío la mirada de la entrada al anciano cuando lo escucho reír y aplaudir. Le sonrío.

—Eso es lo mismo que le digo a mi hija. —Extiende sus manos hacia mí y las cruza sobre su pecho. —Le digo que, si quiere venir a este lugar, con gusto la traigo, pero sería hasta que sea lo suficientemente madura. Y no hablo de la edad física, sino mental. —Señala su cuerpo y cabeza volviendo a cruzar sus brazos. —Porque muchos confunden que ser maduro es tener dieciocho años, —niega dramáticamente, —la edad no define tu madurez.

Le aplaudo intensificando mi sonrisa. Este hombre decía cosas muy sabias, las mismas que mi mamá me dice. Son cosas que ella me ha hecho saber desde que tengo memoria y le agradezco.

—Mi madre dice lo mismo. Ella dice que puede haber personas grandes con la mente de un niño, sin que sea una enfermedad. —Digo haciéndole una mueca. —Quizá no sean las mismas palabras, pero da a entender lo mismo.

Me encojo de hombros frunciendo el ceño haciendo que el hombre se carcajee por mi expresión. Lo volteo a ver confundida por su reacción.

—Eres divertida pequeña. —Río. —Es lindo que tu mamá te hable sobre esas cosas. Por ejemplo, —levanto la vista del piso hacia él, —ayer le estaba hablando a mi niña del tipo de niños que debe elegir. —Parpadeo lentamente sin dejar de verlo. ¿Un padre te aconseja de eso? —Le dije que debía hacerla reír y convertir esos malos días en buenos. Debía ser fornido y guapo como su padre, —dice pegando su pecho lleno de orgullo, — claro, cuando era joven.

Tapo mi boca al seguir riéndome cada vez más fuerte.

—M-Me duele, me duele el estómago.

Anuncio sin aire sobando la parte mencionada. Levanto la vista hacia el hombre quien me veía con ternura.

—Mejor que sea por reír tanto que por comer muchos dulces. Nada como la música de la vida. —Señala hacia mi dirección. — Así que hija, ¡sonríe! Porque nunca sabrás si esa será tu última vez.

Bajo la mirada sin quitar mi sonrisa. Mi última vez. ¿Cuándo fue la última vez que me reí así? Los recuerdos más sólidos que tengo sobre mí, alegre y desconectada de todo, es cuando estaba con él. Su sonrisa era contagiosa y me hacía tan feliz verlo… así. Conmigo.

—T-Tiene razón señor.

Carraspeo al escuchar mi propia voz temblar. Parpadeo con fuerza conteniendo mis lágrimas. Steele, eres un bastardo. Me tienes hasta el cuello y temo que no podré salir. Para empezar, ya no quiero hacerlo. Me cansé de huir, ahora solo quiero una cosa, una maldita cosa y es que tu sonrisa nunca se extinga. No me importa con quién estés, si eres feliz me basta.



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En el texto hay: el primer amor, infinito, puro

Editado: 23.03.2020

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