Green Eyes

Capítulo 27

—Recuerden llevar credencial y boleto en manos, para que el proceso sea más rápido.

Grnades cantidades de personas caminaban de aquí para allá adirando el lugar, mientras otros estaban anciosos porque terminara este recorrido e ir al siguiente destino: El balneario. 

Y a pesar de que la mayoría de estos niños estaban gritando y hablando sobre qué harán llegando al parque acuático, mi atención se centraba en cierta pequeña con chamarra gruesa y un gorro afelpado quien veía atentamente un cuadro de no sé quién. Si me hicieran examen de esto, reprobaría. Quizá todas mis respuestas hirían de gorros esponjosos y chamarras andantes. 

Camino detrás de ella sin perderle la pista fingiendo que veo los cuadros y sus autores en ellos. Me detengo de golpe al no encontrarla y no puedo evitar alterarme.

—¿J-Jane? —Me asomo discretamente por los pasillo. —Vamos, no es divertido.

Me quejo sin dejar de buscarla con la mirada. ¿Qué no le pierdo la pista?, idiota que soy.

—¿Qué cosa no es divertida? —Salto en mi lugar y giro para encontrarme con una expresión desconcertada. —¿Qué te pasa? 

Niego con las manos un poco levantadas y ella asiente para seguir caminando, pero no la sigo, solo me quedo parado observando como se detiene, me busca y cuando me encuentra regresa.

—Regresaste. 

—¡Claro que lo hice!, —me estremesco al sentir su mano envolver la mía, más o menos, para seguir caminando, —¿a caso quieres que alguien más te admire?

Abro los ojos y ella ignora, de nuevo, la situación. Como si en verdad decir eso le fuera tan común. ¿Se lo dirá a todos?, o ¿seré el único? Maldición, parezco una chica. Suelto su mano y ella se tensa, pero de inmediato la abrazo pegando su espalda a mi abdomen. Si que es pequeña. Seguimos caminando evitando crear distancia entre nosostros, tal como una pareja de recién.... Niego molesto. Necesito saber.

—¿Jane? —Levanta la mirada hasta verme y sonrío idiotizado. ¿Es que acaso soy él único que la ve tan hermosa?, espera, espera, ¿por qué quierría que alguien más lo haga?, no, no, no soy posesivo, ni celoso, ni...

—¡Te ves muy linda Jane! —Mis expresión se vuelve sombría y llena de molestia. —O-Oh, mejor me voy.

Jane se despide del tipo y vuelve hacer contacto visual conmigo, pero ahora yo lo evito.

—Él es Cristian, con quien fui a comer helado.

Explica con paciencia tomando un jarrón de barro y olíendo su interior.

—No pedí explicaciones. —Suelto molesto y ella asiente indiferente a mi reacción. —Dámelas cuando te las pida.

Agh, pero que idiota soy. Quizá si soy celoso, demasiado. ¡¿Por qué carajo le he contestado así?! Me merezco su trato lleno de asco y demás.

—Que ni se te ocurra volver a hablarme así, porque no soy una pendeja. —Anuncia con demasiada tranquiilidad, pero sin quitarse de mi agarre. —Yo si me voy.

Asiento sumiso. Seguimos caminando hasta que decido soltarla para sentarme en una banca con vista a un gran paisaje verde. Su cuerpo se recargar en el barandal mientras su atención los concentra en el piso. Me siento culpable por haberle contestado así.

—¿Jane? —Levanta la vista y sigo. —Perdón. —Asiente. Vuelvo a ver hacia el panorama que nos daba el último piso del museo antes de lanzar mi siguiente comentario. —¿Jane?, —deja descansar su cuerpo sobre el piso ladeándo ligeramente su cabeza para verme mejor, —¿q-qué pasó con eso de los signos?, dime, confía en mí.

Noto como muerde su mejilla interna y desvía la mirada hacia el piso. ¿Estaba segura con que podría preguntarle todo - todo? Posa ambas manos en sus costados mientras mueve sus dedos con impaciencia. No pensaba presionarla, pero realmente quiero saber. Su expresión fue la misma que cuando la dejé y solo de pensar que ella supiera o hubiera vivido algo que no me ha contado, me hace sentir impotente. Algo que la aterra o le cuesta trabajo hablar.

—¿Sabes? —Asiento esperando que me vea, pero no lo hace. —A veces hay peleas que es mejor librarlas solos. 

Niego varias veces y me levanto para sentarme junto a ella. 

—Jane, ¿cuándo has visto que una guerra se gana con un solo soldado? Así tengas la mejor arma y la sepas manejar, siempre se necesita de un apoyo, aunque sea emocional. Vamos, puedes confíar en mí. —Sus ojos se abren por la sorpresa y vuelve esa mirada llena de miedo. —¿Qué fue lo que pasó? —Se recarga en mi hombro. —Por favor, quiero saber.



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En el texto hay: el primer amor, infinito, puro

Editado: 23.03.2020

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