Green Eyes

Capítulo 42

—¡Pon la esfera ahí!, ¡más allá, chaparra!

—¡¿A quién carajos llamas chaparra?! —Me paro de puntitas. —¡Esta cosa está muy alta!

—Ápuerense o no van a alcanzar ponche.

—¡Es que Jane está muy enana mamá!

—¡Tú te llevaste mi proteína del crecimiento al nacer! —Me bajo con pesar y dolor en los brazos. —¡Además si tanta prisa tenías lo hubieras hecho tú pedazo de árbol!

—Ya apúrense.

—Si mamá.

Contestamos al mismo tiempo. 

Al fin, una de las festividades que más amaba había llegado, Navidad. No era porque la familia se reunía pues la única familia que quería junto a mí, estaba siempre aquí, sino porque era como si subiera un escalón sin retorno. Era como si creciera en varios aspectos, espiritual, emocional y como persona.

Para mi esta fecha sentía tanta paz y comodidad, porque de algún modo me hacía saber que estaba más cerca de las cosas que siempre he anhelado. Es como si me susurrara: "Lo que buscas está justamente ahí, a pasos de donde estás ahora mismo" y eso me hacía sentir tan emocionada que olvidaba lo que padecí en el pasado.

Aunque, más bien no lo hacía. Era más como agradecer que lo viví y que por ello estoy a punto de cumplir mis sueños. 

—El dolor es necesario. —Susurro frente a la ventana admirando la ciudad y la noche. —A través de él sabremos que tan dispuestos estamos por dar antes de recibír. 

—¡Jane!, te busca tu maestra.

—¿Qué? —Esta mujer se está esforzando en que le diga lo más hiriente que pueda. —¿Si?

Frunzo el ceño al verla extenderme una caja forrada de color oro con un moño del mismo color. La tomo cuidando que nada vaya a saltar de ahí dentro antes de dejarla sobre la mesa de la cocina. 

—¿Puedo pasar?

—Me estoy tentando. —Me llevo la mano a la cabeza sobando donde mi hermana me pegó. —Es que en serio se lo está ganando.

Mascullo molesta y esta pasa con una sonrisa.

—¿No vas a ver que hay dentro? —Me detengo en la puerta de mi cuarto y niego. —Cuando sepas de quien es lo querrás abrir de inmediato.

Chilla de emoción y me cubro los oídos. Maldición, mujer.

—Que emoción, "wu". —Lanzo la caja sobre mi cama y me dispongo a regresar a la cocina, pero el cuerpo de mi hermana se interpone en mi camino. —¿Qué?

—Ve a ver que es. —Niego y esta me toma de las mejillas con fuerza. —¡Casi medio año quejándote de que no sabes nada de él y ahora haces esto!

—¡Cierra la boca! —Me alejo avergonzada mientras ruego que la bruja no me haya escuchado. —Si esa mujer se entera se va a burlar. 

—Ve. —Ruedo los ojos e intento pasar de nuevo ignorando su petición. —¡¿Sabía que Jane le sigue gust..an..?! —Cierro la puerta y la escucho reír. —Tienes un minuto para ver que hay dentro, sino le digo a tu adorada maestra.

—Ya deja de joder. —Me siento junto a la caja viendo hacia el piso. —No creo estar lista para ver algo que se relacione contigo. —Cubro mi cara y me tenso al escuchar quince del otro lado de la puerta. —¿Es en serio?

Suspiro con pesadez y empiezo a romper la envoltura de la peor manera. Termina con esto. Sé que este pedazo de papel no tiene la culpa, pero saber que la mujer, a quien detestas por solo existir y con la que ha follado a quien quieres está en tu casa no es un buen incentivo.

Veo otra envoltura, esta vez verde, y sonrío.

Cuarenta y seis.

Al terminar encuentro otra más de color azul metálico. Me pongo de pie y busco unas tijeras. Me gusta el detalle, pero no estoy de humor. De una rasgo la caja rompiendo el moño y con mis manos la parto en dos. Nada. 

Escucho unas voces lejanas, pero no podía ponerles atención porque estaba tratando de no explotar. Es entonces cuando la puerta se abre y la mestra entra pidiendo disculpas jurando que solo era una pequeña broma.

Broma, broma, broma.

¿Está consciente?, porque yo estoy perdiendo la poca cordura que estaba tratando de conservar ahora mismo. Mis manos se siñen a la caja al verla ponerse de cuclillas frente a mí. A-Auto - control. De repente mis ojos ya no la enfocaban, es como si el calor en mi estómago me estuviera nublando los sentidos y solo exigiera que la rebiente contra el pabimento hasta que su cara quede lo suficientemente mallugada o irreconocible.

—¿Jane? —Parpadeo varias veces. Sonríe, sonríe, sonríe. —¿Hay alguien ahí?

Toca mi cabeza un par de veces y como si algo se desgarrara dentro de mí, logro levantar las comisuras de mis labios en una sonrisa tranquila. 

—Tierra llamando a Jane. —Río y esta también. —Ya aterricé.

—¿No estás enojada?



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En el texto hay: el primer amor, infinito, puro

Editado: 23.03.2020

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