Grietas en la Niebla

Primera Parte: Capítulo 7

 

Hey, Kath

Todo bien?

No te vi hoy en el colegio

Soy Will, por cierto

 

El mensaje la sorprendió un poco. Había olvidado lo dedicado que era Will con sus amigos. Mike no le hablaba desde el día anterior, cuando casi había salido huyendo por los disparatados planes de Kath, y tampoco esperaba que lo hiciera. No era el tipo de persona que se desvelaba por el bienestar de los demás. Y además Kath sospechaba que estaba un poco molesto con ella por lo de ayer. Ya se le pasaría.

Pero Will… Él podría ayudarla con lo que se proponía hacer aquel día.

 

Hola, Will! Estoy bien, solo un poco cansada. Quieres venir a casa?

Así me pones al día con lo que hicieron hoy

No sé por qué sospecho que quieres algo

Es un poco extraño tu interés por los apuntes de clase

Me hieres. Puedes venir?

Sí, ahora voy

 

El timbre sonó menos de diez minutos después. Era todo un lujo tener a Will como vecino otra vez. En cuanto Kath abrió la puerta, él se arrojó sobre ella y le dio un abrazo de oso, algo húmedo por la suave llovizna de afuera. Kath lo había extrañado tanto.

–¿Estás segura de que estás bien? Parece que tienes fiebre. –Exclamó Will inmediatamente, y le puso la mano en la frente para medir su temperatura. Kath se la apartó con un ademán desinteresado y se encogió de hombros.

–Estoy bien. Sólo estás frío por la lluvia.

Will no parecía muy convencido, pero cedió y le mostró su mochila.

–Traje los apuntes de todo lo que hicimos hoy.

Kath miró la mochila abarrotada de cuadernos con absoluto desinterés.

–Qué alegría.

Pero Will se había distraido. Observaba toda la sala con ojos gigantes, llenos de curiosidad y nostalgia, y entonces Kath fue plenamente consciente de cuánto tiempo había pasado desde la última vez que Will Davis había estado en su casa. Los ojos marrones de Will pasaban de las fotos encima de la chimenea al tapizado de los muebles, que su madre había hecho cambiar dos años atrás, a la alfombra nueva que cubría todo el piso. Y entonces la miró a ella y le dedicó una sonrisa frágil.

–Extrañaba mucho estar aquí.

Kath le apretó la mano con cariño.

Al principio, cuando Will acababa de irse, ella estaba furiosa. Su único amigo acababa de dejarla y sus padres habían comenzado el proceso del divorcio. Se había quedado completamente sola y sólo tenía doce años. Nunca pensó demasiado en él, que había tenido que dejar todo lo que conocía para ir a vivir a un lugar que le era completamente ajeno. Will, que era tan tímido e inocente, tan propenso a que se aprovechasen de él. Se había enfrascado en su propio rencor y se había negado a responderle los mensajes hasta el punto en que terminó por olvidar que existían, que Will existía. Hasta que él terminó por rendirse y dejar de escribirle. No pensó que él también se había quedado solo, y que si ella no le contestaba, no había nadie más que lo hiciera. Will era su único amigo, pero ella también era su única amiga.

Tan sólo ahora, con Will frente a ella, con los ojos vidriosos por la nostalgia y la alegría de haber regresado a casa al fin, se preguntó cómo habría sido su vida allá en San Diego, completamente solo y con ella ignorándolo. ¿Habría tenido a alguien en quien apoyarse? ¿Habría encontrado un nuevo amigo, como ella había encontrado a Mike y a Zac?

¿Por qué había regresado él sin el resto de su familia?

Lo miró a los ojos sin soltarle la mano. Ya le preguntaría más tarde, no quería arruinar su momento de felicidad.

–Yo también extrañaba que estuvieras aquí.

Su sonrisa se amplió y sus hombros se relajaron por el alivio. Apartó la vista al suelo, repentinamente tímido. Y aunque no pronunció ni una palabra, Kath lo supo.

Temía que te hubieras olvidado de mí.

Kath suspiró y le levantó la cara con la mano. A Will siempre le había costado mantener el contacto visual, pero necesitaba que lo supiera.

–Siento no haberte contestado los mensajes, fui una idiota. –Sacudió la cabeza cuando vio que Will iba a interrumpirla–. No, en serio. Fue egoísta. El hecho de que yo la estuviera pasando fatal no me daba derecho para ser injusta contigo. Lo siento por permitir que sintieras que estabas solo en el mundo. –Una sola lágrima se escapó del ojo izquierdo de Will, Kath la limpió con un dedo y le sonrió–. Te prometo que no va a volver a pasar.

Will rio húmedamente.

–Éramos niños, Kath. No te culpo, yo también era un idiota.

Kath rodó los ojos.

–Tú nunca has hecho nada mal en la vida, William. No trates de hacerme sentir mejor con mentiras.

No bromeaba. No del todo, al menos, pero algo de lo que dijo afectó a Will de forma especial. Se sonrojó profundamente y su mirada se volvió distante. Se revolvió en su lugar con nerviosismo.




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