Grietas en la Niebla

Segunda Parte: Capítulo 12

 

En cuanto Kath le dijo que planeaba encontrarse con Danielle en el cementerio después de clases, Mike supo que su visión se había cumplido.

Por supuesto, fue a buscarla apenas sonó la campana para ir juntos. No había forma de que la dejara sola después del desastre de la noche anterior. Por mucho que le costara admitirlo, incluso a sí mismo, ambos necesitaban del otro en ese momento.

Él al menos necesitaba urgentemente no pensar en la visión que había tenido durante el caos.

Kath no pronunció una palabra en todo el camino hasta el cementerio de Crown Hill. Iba sentada junto a él en el autobús, con los ojos inyectados en sangre y la mirada perdida, como si ni siquiera fuera consciente de que Mike estaba allí. Cuando llegaron a su parada, se levantó automáticamente y bajó sin esperarlo. Temblaba ligeramente.

Mike estaba nervioso. No sabía qué les esperaba en el cementerio, no sabía qué quería Danielle de ellos, no sabía cómo iba a reaccionar Kath. Toda la situación le daba mala espina.

Kath caminaba a paso firme a su lado, los puños cerrados a los costados y los pies ágiles. Pero en cuanto la entrada del cementerio apareció frente a ellos, se quedó muy quieta, tan sólo mirando el letrero que anunciaba que habían llegado. Tragó saliva.

Mike se detuvo también y la miró. De entre ellos dos, Kath siempre había sido la decidida y valiente, la que tenía ideas estúpidas y no podía quedarse quieta, la que siempre sabía qué hacer. Mike… Mike simplemente escuchaba y se quejaba. Él no era bueno para esas cosas, no era bueno tomando la iniciativa.

Pero Kath lo necesitaba, así que respiró profundo y la tomó de la mano. Sus dedos se entrelazaron torpemente y Mike les dio un apretón suave. Kath lo miró con sorpresa.

–Vamos juntos –le dijo Mike en un susurro. No se le ocurrió nada mejor para decir.

Pero Kath bajó la vista hacia sus manos juntas y asintió.

Danielle los esperaba unos metros más allá de la entrada, sentada en el césped junto a un árbol, con las rodillas pegadas al pecho. En cuanto los oyó acercarse alzó la cabeza. Mike sintió que Kath se tensaba a su lado.

Danielle tenía los ojos rojos e hinchados, su cabello rubio, que generalmente adornaba con flores o trenzas, estaba suelto y enmarañado. Cuando se levantó para saludarlos, Mike notó que el vestido negro que llevaba puesto le quedaba enorme. Era evidente que era prestado.

–D-Danielle, lo siento tanto, de verdad –comenzó a decir Kath con la voz ronca–. Mi más sentido pésame.

Pero Danielle no parecía haber escuchado sus palabras. La miró fijamente a los ojos, y aunque estaban irritados por el llanto, brillaban con una determinación que Mike nunca le había visto.

–¿Sabías que esto iba a pasar? –le preguntó. Su voz fue demasiado directa, casi brusca, y los tomó a ambos por sorpresa. Ella se limitó a mirarlos, esperando una respuesta.

Kath y Mike intercambiaron una breve mirada de incertidumbre, pero antes de que Mike pudiera pensar una forma de escapar, Kath suspiró y dijo en voz baja:

–Sí.

Danielle exhaló audiblemente. Asintió para sí misma, luego volvió a asentir. Sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas, pero ninguna cayó por sus mejillas.

–¿Cómo? –preguntó, exigió–. ¿Fue… por lo que pasó anoche? ¿Todas esas pesadillas?

Kath titubeó un momento.

–Creo que sí. Y-yo tampoco estoy muy segura de qué pasó, no sé qué lo provocó. Lo siento tant…

–Pero estás intentando averiguarlo. –La cortó Danielle, y si Mike no supiera que Kath ya estaba obsesionada con las grietas desde antes, no le hubiera costado imaginar que Danielle le hubiera inspirado esa pasión. Él, por cierto, que no tenía ningún interés por arriesgar su vida investigando las grietas, casi tenía ganas de hacerlo con tal de cumplir lo que quería Danielle. Sacudió la cabeza para centrarse–. Ese día en mi casa, eso es lo que querías. Que te ayude.

Kath se limitó a asentir. Por su expresión, Mike sabía que la habilidad de Danielle también la estaba afectando a ella. Quizás incluso más que a él.

–Dijiste que querías que los duales nos uniéramos –prosiguió Danielle–, que era necesario ayudarnos, trabajar en equipo.

–Sí –admitió Kath con la voz entrecortada.

–Bueno, aquí me tienes. –Los ojos de Danielle resplandecían casi con furia–. ¿Cuál es tu plan?

Las palabras salieron de la boca de Kath a borbotones, como si no pudiera contenerlas.

–Puedes sonsacar información a los entes. Ellos no dirán nada voluntariamente, pero… Pero si los obligas… Podríamos descubrir qué está pasando.

Danielle enarcó las cejas.

–Ya veo –murmuró, frunciendo el ceño. Y entonces fijó la vista en Mike por primera vez desde su llegada, y lo recorrió de arriba abajo, juzgándolo–. ¿Tú también eres dual?

–Sí –dijo Mike, su voz más nerviosa de lo que le hubiera gustado. Carraspeó.

Danielle lo seguía mirando. Mike odiaba el contacto visual en general, pero especialmente si era demasiado largo e innecesario, así que apartó la mirada y la posó sobre el césped.




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