Al día siguiente, Madame Simon llegó al hospital para ver a Silvain. La mujer comenzaba a preocuparse por él, pero no quería que Silvain lo notase. Pese a su intento por ocultar su preocupación, Mme. Simon no pudo contener el llanto.
—¡Mon Dieu! —pronunció la mujer mientras lentamente se llevaba las manos al rostro. —¿Qué te pasó?
—Solo me desmayé debido al cansancio, no llores —respondió Silvain con una tierna sonrisa —Ya estoy bien, pero necesito descansar.
—Pasaré unos días en tu casa para cuidarte hasta que estés completamente bien.
—No te ofendas, pero parece que terminaré yo cuidando de tí. —dijo Silvain mientras reía tiernamente —no es necesario, no quiero ser una carga para tí.
Madame Simon miraba a Silvain con ternura —no te lo estoy pidiendo, te estoy avisando. Eres como mi hijo, te vi crecer, te eduqué, te cuidé y siempre estuve al tanto de tus necesidades. Iré a tu apartamento para ayudarte y acompañarte hasta que estés bien y no aceptaré un no por respuesta ¿Has entendido?
Silvain asintió y permaneció en silencio. Madame Simon notó que algo le preocupaba o molestaba. —Silvain ¿Qué ocurre?
—Voy a contarte algo, pero por favor, tienes que prometerme que no me vas a ver como a un loco. —comentó Silvain mientras suspiraba y llevaba su mirada a la mujer —anoche desperté y esa misteriosa dama de sombrero estaba junto a mí.
—No creo que estés loco Silvain, porque ella es real y te ha cuidado por varios años.
Silvain frunció el ceño y preguntó —¿Sabes quién es ella?
Madame Simon asintió y luego dijo —ella es la respuesta. —En ese momento la mujer recibió una llamada y al colgar le dijo a Silvain —recuerda el nombre de la periodista que se vio involucrada con el caso Dubois e invócala.
Silvain no dijo nada y trató de analizar las palabras de su nana. Horas más tarde, el guardián fue dado de alta y regresó a su casa en donde pasó el resto del día para descansar.
El guardián andaba por la sala de ida y vuelta pensando en lo que le dijo Madame Simon horas atrás. De pronto, alguien llamó a la puerta y Silvain caminó velozmente para ver quien era.
—Te dije que vendría —comentó Madame Simon.
Silvain se alegró sobremanera a pesar de que no quería aceptar la ayuda de Madame Simon. El cocinero tomó las cosas de la mujer y las acomodó en su habitación.
—¿Qué es todo este desorden, Silvain?
—Llevo días sin limpiar, lo haré después.
La mujer se opuso —debes descansar, yo me encargo de la casa.
A pesar de que Madame Simon era una mujer de tercera edad, se sentía joven y era muy activa. Amaba limpiar y si no lo hacía, inventaba cualquier excusa para hacer algo. Silvain sabía de la adicción de Madame Simon por el orden y la limpieza, así que no hizo nada por detenerla y la dejó limpiar.
Luego de un largo rato Madame Simon se echó en el sofá a ver la tele junto a Silvain. En ese momento el cocinero le pidió que le explicara con claridad las palabras que le dijo antes de abandonar el hospital.
—¿A qué te refieres exactamente? —cuestionó la mujer.
—A eso de “ella es la respuesta”.
Madame Simon le ordenó a Silvain encender la computadora y buscar todo acerca del clan Dubois y los rumores entre el romance del líder Constantin y una periodista, que pese a ser novata, su carrera en la televisión tuvo mucho éxito por el carisma y la belleza de la mujer.
—Su nombre era Dione Leblane ¿No es así? —preguntó Silvain.
A lo que Madame Simon respondió —¡Oui! Ahora te pregunto ¿Has visto el rostro de la mujer del sombrero alguna vez?
—Anoche estaba muy oscuro así que no pude. Hubiese sido la oportunidad perfecta de ver el rostro de esa mujer después de tanto tiempo viéndola escabullirse.
—Tú la conoces, que no la recuerdas es distinto.
Silvain comenzó a asustarse un poco al ver el video de Dione salir una vez más de la morgue. Aprovechó y le preguntó a Madame Simon al respecto, pero antes le comentó que muchas personas le han dicho que se parece mucho al hombre misterioso que aparece en el video esperando a la periodista.
—Entra a tu habitación e invócala —dijo la mujer.
—¿Qué? —dijo el cocinero —De quoi parlez-vous?
—¡Obedece! Entra a tu cuarto y hazla llegar hasta aquí.
—¿A quién?
Madame Simone gritó —¡A Dione! ¡Invócala!
—¿Como a los demonios? —Silvain comenzó a reír a carcajadas —nana ¿Es enserio?
—¿Quieres respuestas, no? Pues ella es la respuesta.
Silvain dejó de reír y una expresión de entera seriedad dominaba su rostro —¡D’accord! La llamaré. —El cocinero se levantó y caminó hasta su cuarto diciendo —me sentiré como un tonto llamando a una mujer con más de cien años de muerta.
—Veo que no conoces la historia en su totalidad, Silvain.
El guardián entró a su habitación y respiró profundo diciendo sin fe —Dione Leblane ¿Puedes venir por favor? —luego balbuceó —me siento un completo estúpido haciendo esto, parece que hago un ritual satanico o algo para invocar fantasmas —suspiró y habló un poco más fuerte—¡Dione Leblane! ¿Puedes venir por favor? —al ver que la mujer no aparecía habló con más fuerza diciendo —¡Dione Leblane, manifiéstate! —Silvain esperó unos segundos, pero la mujer seguía sin aparecer. —Esto es estúpido —dio la vuelta y cuando estaba a punto de abrir la puerta, escuchó la voz de una mujer a sus espaldas.