—¿Te divertiste?—me volteo para encontrarme de frente con el rostro de Raymond furioso
—Estaba solo bailando con él, nada más—gruñe tomando mi brazo con delicadeza y llevándome a una parte del salón.
—No entiendo cómo puedes hablar con ese cretino de Jackson—me quedo en silencio
—Porque gracias a él no me he quedado como una tonta las dos veces que se te ha ocurrido dejarme sola como si nada—él rueda los ojos con fastidiado, algo que lo está tomando muy de costumbre
—Mis padres me necesitaban, tampoco fue como si me hubiera desaparecido por horas—sonrío porque para mí si lo fue así. —Además, parecías muy a gusto con ese, solo quiero recordarte que no puedes estar con nadie, está en el contrato y si se te ocurre hacerlo y me entero vas a tener serios problemas conmigo—me muevo incómoda porque él es un estúpido y estoy cansándome de esto
—¿Tú no sabes nada más que amenazarme?
—Si no ignoraras mis palabras, no tendría que estar constantemente repitiéndote lo que deberías saber desde hace tiempo—si lo sé, fui estúpida al no leer el contrato prematrimonial.
En ningún momento se me pasó por la cabeza, que entre esas cláusulas hubiera una de fidelidad, que la verdad me parece absurda, no soy el tipo de mujer que está con uno y con otro, eso es tan asqueroso e inmoral, pero creo que este hombre cree que todas somos iguales.
—¿Fingiendo estar triste? ¿Crees que de esa manera vas a hacer que crea que te enamoraste de un marido que viste tres veces?, en realidad estás muy equivocada —aprieto los labios con fuerza.
—No estoy fingiendo nada, no sé de qué estás hablando, en realidad el que está mal eres tú, no tengo intención de hacer tal cosa, no sé de donde sacas eso—suspira y me toma de la mano para regresar a la mitad del salón donde están unas mujeres que no dejaban de vernos desde que nos alejamos de todos
—Te comportarás porque es importante para mi empresa.
—Querido, qué alegría verte, hace mucho que no nos vemos en estos sitios—él les sonríe y puedo ver hasta aquí lo falsas que son esas mujeres.
—Me alegra verte también, Esther. ¿Cómo fue el viaje? —sonríe con un suspiro de quinceañera enamorada.
—Muy bien querido, París es un espectáculo muy bello, estuvimos reunidos con un gran creador de software que te va a dejar con la boca abierta—sonrío para mis adentros porque ellos no saben que frente a ellos está la mejor creadora de software del mundo.
Claro está, que eso no lo sabrán porque si era así, mi plan de salir de esto y tener la vida que siempre soñé se iría a la basura.
—Será un placer poder conversar con ese hombre, la compañía estará encantada de que forme parte de nuestro equipo—vuelvo mi atención hacia ellos y en ese momento observo como una de las mujeres no deja de mirarme de una manera que no me agrada.
—Eres muy hermosa, querida, pero eso muchas veces es lo que nos causa son problemas—levanto una de mis cejas en su dirección.
—¿Por qué dice eso?—ella me regala una sonrisa y luego observa a Raymond
—Ella te va a dar muchos quebraderos de cabeza, querido Raymond—siento como los ojos de ellos se posan sobre mí y me estoy empezando a poner nerviosa.
—Pudimos ver cómo disfrutabas de la fiesta junto con el querido Jackson—
—Tuve que ir a resolver un problema con mis padres y él se ofreció a acompañarla mientras yo volvía—me alejo para observarlo asombrada, pero su mirada de advertencia me dice que debo seguirle la corriente o voy a estar en problemas
—Sí, la verdad es que fue muy amable de su parte, querer acompañarme mientras mi querido esposo estaba con mis suegros—ellas me observan entrecerrando los ojos en mi dirección
—Parecía que se llevaban muy bien, sus risas se escuchaban por todo el lugar— quiero matarlas ahora mismo, cuando veo cómo Raymond aprieta la quijada con fuerza sé que estaré en problemas por estas dos locas del demonio
—El chico es simpático y muy chistoso, solo me reía de alguno que otro chiste que decía, nada que sea más grave—las mujeres no dicen nada y solo me observan como si tuviera algo en la cara.
—Mi esposa es una mujer muy educada y solo estaba siendo cortés, eso es todo—me observa fijamente—¿cierto mi amor?—abro los ojos por sus palabras, pero rápidamente salgo de mi sorpresa.
—Por supuesto, querido—sus manos se aprietan con fuerza en mi cadera.
Después de eso paseamos por el lugar, estaba muy cansada, gracias a Dios él se apiadó de mí y regresamos a casa rápida.
Me levanto de la cama y, como siempre, me encuentro de golpe con la foto de esa mujer.
No sé qué es lo que ellos realmente tengan, pero la curiosidad por saberlo me gana. Por eso busco por la habitación algo que me sirva para saber que es lo que hay en realidad entre ellos.
Camino hasta el gran armario de la habitación en busca de algo que pueda usar, y entre los zapatos encuentro una caja de cristal.
Me parece algo curioso que esté escondida de esta manera, así que, con cuidado de no romperla, la abro.
Dentro encuentro una pelota de béisbol, y mis ojos se llenan de lágrimas al recordar que él y yo nos conocimos por una muy parecida a esta. Esa situación me confunde más. ¿Qué hace él con esto? Y, más que todo, ¿por qué lo esconde de esta manera?
Escucho un ruido a mi espalda y, del susto, suelto la caja al suelo haciendo que se rompiera en miles de pedazos.
Siento unos pasos detrás de mí y veo a Raymond como se agacha para coger la pelota entre los miles de vidrios en el suelo.
—¿Por qué rayos estabas revisando mis cosas?—su frialdad me deja quieta en mi lugar y no sé qué decirle, estoy tan nerviosa que solo agacho la mirada para esconderme de la suya fría y calculadora—Recuerda que esta no es tu casa, estás aquí solo de paso, este no es tu hogar, por lo tanto, no te tomes atribuciones que no te corresponden.
Siento unas inmensas ganas de llorar, no puedo creer que él en serio me dijera eso, ni siquiera al ver la pelota de beisbol recordó nada de lo que vivimos diez años atrás.