* Llamada telefónica *
*** ¿Por dónde estás? **
*** llego en quince morena ¿Tan desesperada por verme? **
*** Yo no, pero Maika sí que te extraña **
*** Ya llego ¿sí? Ponte guapa que hoy salimos a cenar **
Ayham escuchaba nítidamente la última conversación que tuvo con Kenna. Apretaba nervioso él timón mientras las imágenes de la casa destrozada pasaban una y otra vez como una película de terror.
Ayham había quedado con Kenna como cada fin de semana desde hace dos años, era tradición que fuera a visitar a su sobrino y a su madre pero hoy todo fue diferente.
Cuando llegó a la casa encontró la puerta abierta, los juguetes del pequeño Maika estaban esparcidos en él recibidor, continuó avanzando pero no había nadie en la casa, supuso que Rosa, el ama de llaves, estaría en el mercado y Kenna en el piso de arriba. Entró a la cocina y él aire abandonó sus pulmones, tropezó con él cuerpo inerte de un sujeto, él cadáver traía un cuchillo de cocina clavado en la garganta y dos balas en el pecho, salió de ahí para que, en la sala tras él sillón, encontrara a otro hombre de contextura robusta este traía un disparo certero en él ojo derecho y otro en la frente, temiendo lo peor comenzó a llamar a Samaira, pero nadie respondía.
La alfombra de la escalera estaba movida y en él recibidor del segundo piso una gran mancha de sangre parecía brillar cual faro, él cuarto principal estaba abierto.
Por precaución tomo su pistola que guardaba en su cinturón y apuntando entró a la habitación, grande fue su sorpresa cuando vio el menudo cuerpo de su amiga en el suelo, sus manos estaban manchadas de sangre, una pistola negra descansaba a su derecha mientras una plateada aún se mantenía en su mano izquierda, en su rostro se habían comenzado a formar moretones y su labio estaba partido al igual que su mejilla.
— Nena — la tomo en sus brazos — Cariño mírame por favor — rogaba mientras la movía para hacerla despertar — ¡Samaira! —
— M...ma...Maika — le. Costaba hablar — s...s...se...lo llevaron —
La tomó en sus brazos y la colocó en la cama, con manos nerviosas llamo a Irene intentando contarle lo más rápido posible la situación, en pocos minutos la rubia llegó junto a una ambulancia para llevarse a Samaira, una vez internada en el hospital la mente de Ayham no paraba de imaginarse miles de escenarios posibles, pero todas eran absurdas, todas excepto una.
Guiado por la cólera y el pánico del momento condujo directo a la casa de su mejor amigo.
La conversación de semanas a otras, Damián había intentado drogarse de nuevo y él había perdido los estribos.
— ¿Sabes algo de ella? — suplicó con la poca lucidez que le quedaba
— por estas porquerías lo perdiste todo ¡¿Que no te das cuenta?! —
— ¿Dónde está, cómo está? —cuestionó desesperado
— Es feliz — limpio las líneas blancas de la mesa — tiene un bello hijo y es muy feliz, ¡Sin ti! —
Se había dejado llevar, sus impulsos lo habían dominado como ahora.
Derrapo las llantas en la entrada de la casa y abrió la puerta de un golpe mientras le quitaba el seguro al arma que en algún momento fue un símbolo de hermandad entre él y su mejor amigo; Damián se encontraba en la sala hablando por teléfono cundo sintió él cañón de la pistola en la nuca.
— ¿Dónde están?— traía la mandíbula tensa — ¡DONDE ESTAN DAMIAN O TE VUELO LOS CESO AQUI MISMO! —
— Ayham, cálmate, no sé de qué estás hablando — Levanto las manos en señal de inocencia
— No te hagas el imbécil conmigo — colocó el cañón frente a el — eres el único a quien le conté sobre ellos, el único que sabía dónde estaban ¡¿EL UNICO HIJO DE PUTA CAPAZ DE ESO!? —
— Ayham no te estoy entendiendo — el arma se pegó más a su piel — ¡Ayham joder cálmate y deja la puta arma en el piso! —
Los guardias, alertados por los gritos, apuntaron Ayham quien parecía no importarle perder la vida en ese momento. La rabia acumulada le provocaban un ligero temblor en la mano, el sudor recorría sus cienes y una corriente helada atravesaba su espina.
— No me hagas hacer algo estúpido Damián — amenazó — solo dime en donde están, dime si están vivos — El griego no contestó haciendo que Ayham disparara al techo en forma de advertencia
— ¡¿QUE CARAJOS ESTA PASANDO AQUÍ?! — La voz de Zeus retumbo en la sala — Ayham ¡BAJA ESO Y DEJATE DE ESTUPIDECES! —
— NO HASTA QUE ME DIGA EN DONDE TIENE A APOLO —
— Ayham no tengo idea de quien es Apolo — intentó justificarse —baja eso y hablemos con calma —
Ayham cargó el arma lista a disparar, uno de los guardias dispuesto a proteger a su amo disparo hacia el pero el árabe pareció no inmutarse, guiado por el miedo y enojo la adrenalina en su cuerpo le hacía ignorar el dolor de la bala que rozó su pierna.
Zeus no daba crédito a lo que veían sus ojos, Ayham estaba decidió a matar a Damián por una mujer, ambos jóvenes que se habían jurado lealtad ciega el uno al otro ahora estaban a punto de matarse por una mujer. Y lo peor es que Damián no lo sabía y eso era en parte su culpa.
El sonido de la puerta llamó la atención de casi todos, por ella Irene entraba a la casa, su camiseta blanca estaba manchada con la sangre de Samaira, sus ojos abiertos a tope por lo que veía, rápidamente corrió a la sala para colocarse entre ambos hombres.
— HASTA QUE LLEGAS RUBIA, HAZME EL FAVOR Y CONTROLA A TU COBRA — se exaspero Zeus
— Ayham, amor, suelta el arma — intentó calmarlo — amor, es Damián, es tu amigo, el jamás lastimaría a Sam —
¿Qué tiene que ver Samaira en todo esto? Se preguntó Damián
— Él ya la lastimo una vez — refutó —él lo sabe Irene, lo sabe —
— mi amor dame el arma, dámela cariño — haciendo un poco de fuerza la sacó de sus manos para luego tomarle el rostro — Ella está bien, está en hospital y está bien — hablo pegando su frente a la de el
La mente de Damián era un caos, la actitud de su amigo lo había descolocado, ambos habían tenido peleas pero nunca al punto de amenazar la vida del otro, el sudor frio aun recorría su cuerpo y el corazón le latía a mil por hora. El exigía por un tal Apolo a quien el no conocía e Irene metía en el asunto a Samaira a quien no veía hace más de dos años.