Hakuoki: Rasetsu

Incendio

Casi sin aliento, Ran fue arrastrada por la calle. Giro la cabeza para ver como los tres hombres los observaron durante unos segundos y luego, se perdieron entre la multitud. la joven volvió a mirar al frente, donde Okita seguía agarrándola de la mano y no parecía tener intención de detenerse o tan si quiera mirarla. Se preguntaba que hacia allí el joven y porque se la había llevada de esa manera tan brusca. A su alrededor, la gente parecía apartarse a su paso y también se dio cuenta de que murmuraba, pero no era capaz de saber por qué.

Cansada de ir tras él, Ran dio un fuerte tirón de la mano, soltándose y llevándola hacia su pecho, para recuperar el aliento.  Después de unos segundos, se incorporó para mirar furiosa a Okita.

  • ¡¿Me… me has vuelto a llamar niña?! Eres un… ¿Acaso no tenemos la misma edad?

La cara de Okita al principio fue de sorpresa, pero rápidamente la cambio por una de diversión.

  • ¿Qué te hace pensar que tenemos la misma edad?
  • Bueno, yo…

Ran carraspeo para que no notara que le fallaba la voz y el, se limitó a seguir sonriendo mientras avanzaba. Ran se quedó parada, no muy segura de que hacer. Observo como el chico se entretenía observando algunos puestos y de vez en cuando, miraba al cielo.

  • ¿No vas a venir?             

Comenzó a caminar para ponerse a su altura. Okita no dio muestras de seguir hablando, así que se limitó a acompañarlo en silencio, mientras observaba los alrededores. Habían dejado el mercado y avanzaban por una zona residencial bastante tranquila, que se encontraba paralela al rio. Cada pocos pasos es encontraban plantados arboles de cerezo y Ran pensó que aquel paisaje en primavera, debía de verse precioso. Algunas barcas atravesaban el rio con fardo y también podía ver algunas embarcaciones de recreo. Okita dijo que había salido a hacer un recado, pero estaba bastante lejos del distrito comercial y, por el paso que llevaba, tampoco parecía tener nada que hacer aquí.

  • Okita…. ¿Qué hacías allí?
  • Ya te lo he dicho. Un recado. Voy de camino a un sitio y te encontré allí. Iba a ignorarte y continuar mi camino, pero eres tan descuidada que no viste el peligro que corrías y tuve que intervenir.
  • ¿Descuidada? ¡Simplemente me encontré con ese jefe tuyo y el doctor Yukimura, un amigo de mi tío!
  • El otro hombre, con el que tropezaste, si alguna vez vuelves a verlo, evítalo.
  • ¿El otro hombre?
  • No sé ni porque te he ayudado, quizás porque me cae bien el doctor – suspiro molesto.

Okita continúo avanzando y ella se volvió para darle alcance. Ella suspiro molesta. ¿Por qué era tan poco amable? ¿Qué problema tenía con ella?

  • ¿A dónde vamos?

El joven no le dio respuesta. En su lugar paro de repente, haciendo que chocara contra su espalda.

  • ¡Hey!

Ran asomo la cabeza por encima de su hombro para comprobar que habían llegado a un puente. A su lado, un cartel indicaba el nombre.

  • Puente Sanjo… un momento, ¿aquí es donde…?
  • Si quieres venir conmigo, tienes que estar callada.

Ran asintió y Okita sonrió. Pensó que iba a atravesarlo para dirigirse al distrito de geishas que había al otro lado, pero el chico se dirigió al rio, por un lateral. Algunas embarcaciones descansaban en la arena, mientras sus dueños hablaban entre ellos. Al levantar la vista, Ran vio a varios hombres con espada que parecían estar reunidos. Reconoció a uno de ellos, el más alto, como uno de los que estaba en el jardín cuando la interrogaron. Este se giró hacia los recién llegados con una sonrisa.

  • Hey, Okita y… ¿Qué hace ella aquí? Pensé que venias con Saito.
  • Un cambio de planes – sonrió Okita – bien, ¿sabemos algo?
  • Nada relevante – suspiro el hombre – tenemos que hacer algo con nuestra reputación. Se niegan a contarnos nada.
  • Lo único que tienes que hacer es llevar a los testigos al cuartel – dijo Okita con indiferencia – allí conseguiremos que hablen.

Ran se dio cuenta de que los murmullos a su alrededor se habían detenido. Al observar a las personas que los rodeaban, se dio cuenta de que el miedo se había apoderado de ellos, pues lo veía reflejado en sus rostros. Ella no debería estar allí. Estaba claro que se encontraban en plena investigación y que no quería volver a tener problemas con ellos.

  • ¡No podemos torturar a la gente sin ninguna razón! – el hombre alto suspiro molesto – en serio… con esos comentarios alientas los rumores sobre nosotros.
  • Harada, sabes que no hago caso de los rumores.
  • Esto…

Ambos se giraron para mirar a Ran, quien apretaba el libro que llevaba contra su pecho y en cuanto tuvo su atención, se inclinó.

  • No quiero molestaros. Me marcho. ¿podríais decirme como volver a casa?
  • No te he traído para que te vayas sin más. Tienes que devolverme el favor.
  • ¡¿Favor?! ¡¿Qué favor?!
  • Hace un rato te he rescatado. Paga tu deuda.
  • ¡¿Rescatado?! ¿Dónde estaba el peligro? Además, ¿crees que no puedo hacerles frente a esos tres hombres? Puede que uno fuera tu jefe, pero no tiene que ver conmigo.
  • ¿De que estáis hablando? – Harada los miraba sin entender nada - ¿Qué planeas, Okita?
  • ¿Dónde vivía? – pregunto Okita ignorando todas las preguntas – ella se va a encargar de que hablen.
  • ¿Perdón? – preguntaron Harada y Ran a la vez.

Okita los miro con diversión, pero estaba claro que no iba a decir nada más, así que Harada se limitó a darle un papel con lo que pedía. Ran saludo y se apresuró a correr tras el joven, quien ya se dirigía de nuevo al puente. Durante el camino no hicieron comentario alguno, pero Ran se preguntaba porque lo acompañaba. En el fondo lo sabía. Tenía la sensación de que todo estaba relacionado, pero no conseguía darle sentido.

  • Okita…
  • Hemos llegado.



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En el texto hay: vampiros, amor, aventuras

Editado: 02.08.2020

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