Recuerdo número uno

Tabitha ha ido al supermercado de la calle doce. El dependiente tiene la misma cara de amargado que siempre. Ella coge una cesta roja y primero sigue su ruta habitual. Pasa por la sección de golosinas y escoge sus preferidas. Luego añade limonada en polvo. Seis cajas. No, mejor ocho.

Al llegar a casa, se asegura que no hay nadie. Su padre está trabajando y su madre en meditación. Tabitha llena un cubo enorme con agua y hielo. Luego añade el polvo de todas las cajas; con una cuchara de madera lo mezcla lo mejor que puede. Luego sube a su habitación para mirar por la ventana.

—Ahí estás, como siempre, Brad Hamilton.

Brad está sentado en una silla de jardín, junto con su amigo de la infancia, Dean, tomando una cerveza fría. Por suerte, su padre estaba todo el día en el trabajo, así que podía hacer lo que le daba la gana.

—¿Echabas de menos estar aquí? —pregunta Dean dando un sorbo a su cerveza.

—Nah —contesta Brad con total indiferencia.

Tabitha ha conseguido llevar el cubo por el jardín de atrás sin ser vista. Cuando está lo suficientemente cerca, acelera el paso, para arrojar sobre el chico todo el contenido del cubo.

—¡¿Pero qué mierd...?! —Brad apenas ve al tener las gafas empañadas—. ¡Joder!

Al quitarse las gafas y levantarse del asiento, ve a Tabitha con una sonrisa triunfadora. Dean ha empezado a reírse sin parar.

—¿Estás loca?

—Recuerdo número uno—le muestra el dedo índice—. Verano de 1990. Te traje una limonada mientras cortabas el césped.

Después de decir esto, ella se marcha, dejándole impactado. Nunca ninguna persona se había atrevido antes a tratarle así. Él es Brad Hamilton, un tipo que no se dejaba vacilar ni intimidar por nadie. Se despide de su amigo Dean y entra en casa para quitarse la ropa empapada. Brad sonríe ampliamente al ser consciente de que huele a limonada. La muy loca le había tirado un cubo lleno. Joder, claro que me acuerdo de ti, Tabitha.. Qué interesante te has vuelto...