Haré que te acuerdes de mí

Recuerdo número dos

Brad está en su cuarto relajado mientras escucha a Sum 41. Su padre se asoma por la puerta, para decirle que se va, que ha quedado con alguien. Su hijo ni siquiera se molesta en quitarse los auriculares.

Tabitha abre la puerta del cobertizo del jardín. En el fondo, encuentra un par de bolsas enormes llenas de hojas secas. Su madre las guarda para poder hacer abono. Qué suerte piensa ella mientras arrastra las bolsas hacía el jardín.

Brad escucha un ruido que viene de la planta de abajo y sale de su ensoñación. El reproductor hace rato que se ha parado. Él está tranquilo esperando que Tabitha aparezca. Lleva días observándola, para poder prepararse para cualquier ataque. Sale de su habitación, baja y abre la puerta, pero no hay nadie. Tal vez me lo haya imaginado. Brad vuelve a su cuarto y al abrir, se encuentra con Tabitha, expandiendo un montón de hojas por todas partes. Él se pone las manos en los bolsillos y mira divertido el espectáculo.

—Recuerdo número dos —dice ella mostrando dos dedos—. Jugamos...

—Jugamos con hojas secas en el bosque —la interrumpe Brad .

—¿Te acuerdas?

—Por supuesto —dice acercándose a ella. Esa tarde la encuentra especialmente guapa, con unos tejanos cortos y una camiseta negra de tirantes. Su cabello está recogido por un moño alto mal hecho—. Siempre supe quien eras —le coge de la mano. Al verla distraída, coge un montón de hojas y se las tira en la cabeza.

—¡Oye! —Brad se ríe y la guía hasta el piso de abajo, con sus dedos entrelazados a los suyos—. ¿Dónde me llevas?

Él no contesta y sólo muestra una media sonrisa. La sienta en un taburete de la cocina y va a la nevera. Tabitha ve que hay un bol lleno de chucherías y coge una piruleta de fresa, para comérsela. Brad saca dos cervezas y ofrecerle una a ella, pero esta niega con la cabeza:

—No deberías beber siendo menor de edad, es malo para la salud —le dice ella con la cabeza inclinada.

—Oh, entiendo y comer chucherías es buenísimo —dice apoyando los codos en la encimera de mármol, mientras le mira divertido— ¿Crees que no he visto qué pasas el día comiendo caramelos?

—Qué pasa, ¿acaso me espías?

—¿Me lo dices tú? ¿La chica que se pasaba todo el día mirándome por la ventana?

Tabitha nota el calor en sus mejillas. Se levanta intentando mostrar la máxima dignidad posible, para marcharse.

—¿Dónde vas? —pregunta Brad curioso.

—Me voy a casa, me aburre estar aquí —dice abriendo la puerta corredera de cristal.

—¿Vas a planear tu siguiente jugada?

Ella se gira dándole vueltas al caramelo para mirarlo con la una ceja levantada.

—Yo sólo quería que te acordaras de mí —le sonríe—. Ya no necesito hacer nada más.

Tras esto cierra la puerta y se marcha. Brad vuelve a su habitación, pero cuando ve que la habitación está llena de hojas secas, maldice mientras coge su Discman y se marcha para despreocuparse por la hojarasca.



#29786 en Otros
#9624 en Relatos cortos
#45247 en Novela romántica

En el texto hay: amorjuvenil, amordeverano, vecinos

Editado: 07.04.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.