Los chillidos un gato, me despertaron.
Magnus.
Me levanté golpe de la cama, para mi mala suerte, las sabanas se habían enredado entre mis piernas, caí sobre el piso, lanzando una palabrota. Los chillidos volvieron a escucharse, me puse de pie de un brinco. Deslicé la puerta del balcón, una ráfaga de viento me golpeó, la piel se me erizó, me abracé a mí misma en un vano intento de intentar protegerme. Solo traía unos pantalones de mezclilla y una camiseta de tirante blanca, iba descalza, mi cabello volaba en dirección al viento.
¡Miau!
Me giré sobre los talones y vi que, en el balcón contiguo, se encontraba mi gato persa blanco, con sus ojos amarillos relucientes y un chico lanzando palabrotas y maldiciones a mi bebé. Sin pensarlo, ya me estaba dirigiendo al otro balcón. Cuando el chico se dio cuenta de mi presencia, alzó la cabeza. Landon.
— ¿Podrías decirle a tu... bestia que no se me acerque? —inquirió irritado. —Se ha colado a mi habitación.
— Como todos quieren entrar a tu habitación. Y no lo llames bestia. Tiene un nombre ¿sabes? —
Dije con el entrecejo fruncido. Entonces la cara de Landon pasó de irritación a sarcasmo en su más puro estado.
— Muchas chicas matarían por entrar en mi habitación. —se echó su larga melena castaña hacia atrás, mostrando una sonrisa de lado.
Por primera vez me di cuenta de que, iba sin camisa. Mis ojos bajaron lentamente por su abdomen, ¡madre mía! Esos son unos señores abdominales. Mis mejillas se encendieron al verlo así, con el pantalón del pijama hasta las caderas y se le marcaba una V al final de su musculatura.
— ¿Quieres dejar de mirarme así? —preguntó, con un deje de diversión. —Sé que soy atractivo, y tal vez estas enojada porque Dios nuestro señor no te trató con la misma mano con la que me trato a mí.
— ¿Siempre eres así? —pregunté.
— ¿Así? ¿Quieres decir: hermoso, bello, inteligente...?
No terminó su, interminable lista de adjetivos que, seguramente no lo describen con exactitud.
—No, un arrogante y engreído. —dije con sinceridad. —Ahora, dame a mi gato.
Landon alzó una ceja, con una sonrisa socarrona, que, solo a él le quedaba bien.
— Arrogante y engreído. —se burló y dio largas zancadas hasta llegar al borde del balcón, donde se separaban el suyo y el mío. — ¿Sólo conoces esos dos términos? —se inclinó hacia el frente, poniéndose a mi altura, tragué saliva sin saber qué hacer. —Porque, te podría enseñar más.
— Aléjate, —dije, dando un traspié. Conocía estos sucios trucos, había leído tantos libros, que, quizá esta era una manera de seducirme. —Dame a mí gato.
Su expresión, llena de confusión solo duró un segundo, se agachó y tomó entre sus ásperas y grandes manos a Magnus que chillaba y trataba de arañar a Landon. Muy dentro de mí, quería que lo hiciera, pero ¿qué clase de persona sería? Cuando por fin tuve entre mis brazos a mi dulce gato, lo acaricié con el dorso de mi mano.
— Ah, y— Landon comenzó a caminar a la puerta de su balcón, la luz de su habitación se reflejaba en el piso. —aleja a tu gato de mi habitación ¿lo entiendes?
Asentí. Entonces el muchacho entró a su habitación. Me quedé parada un par de segundos afuera. Después entre y cerré la puerta cristalina del balcón y le lancé una mirada cargada de advertencia a Magnus. Sólo Dios sabe lo que Landon es capaz de hacer. «Gato tonto, solo me das problemas». Encendí la lámpara de mi mesita de noche y acomodé mis almohadas, tomé las sabanas que yacían en el piso y me envolví en ellas. Mañana empezaría de cero en un nuevo instituto sin amigos. Mi celular estaba entre las sabanas, tomé entre mis dedos y lo encendí. Había mensajes de Nick deseándome suerte.
«Te voy a extrañar. Mañana será un largo día...»
Dejé en celular en la mesita de noche y me acurruqué. Magnus subió a la cama y se echó entre mis piernas. Acaricié su suave pelaje blanco y cerré los ojos.
Mi alarma sonó estrepitosamente, me levanté de la cama estirándome cual gato y bostecé. Me di una rápida ducha de agua tibia, para mi suerte, ahora no tendría que compartir baño con Mamá y Cathy, mi habitación tiene baño incluido. Me sequé mi larga melena dorada. Sujeté mi espeso cabello en una coleta, odio traer el cabello en la cara. Tomé mis gafas gruesas de botella y me las puse. Salí del baño y fui directo a la cocina donde, mamá estaba apresurada con el celular en la oreja; Cathy sentada comiendo huevos revueltos. Llevo puesta una falda a cuadros y un suéter azul marino, que Cathy; mi hermanita detesta. Entré a la cocina y Cathy insultó mi bello suéter, me serví una taza de café negro y me senté a su lado.
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Editado: 08.04.2019