Hasta que tus padres nos separen.

C U A T R O

Los vestidos son color rosa palo, con un escote recatado y los hombros descubiertos, definitivamente no es mi estilo.

—¿Qué opinas de los vestidos, Kary?

—No me gustan en lo absoluto —hago un puchero de asco —es un color muy bajito y no a todas se nos verá bien ese color.

—A ti se te mirará más bonito que a ellas, anímate —susurra en mi oído y ruedo los ojos.

—Ya que, es tu boda, no la mía —me encojo de hombros.

—¡Gracias!

—De nada.

La chica que trabaja en la tienda me da un vestido para que me lo pruebe y de verdad se mira muy pequeño, no creo que mi trasero enorme trasero «por todo el chocolate que como» quepa ahí.

—¿No hay más grandes? —pregunto ofendida.

—¿Ya te lo mediste? —me pregunta amablemente la chica.

—Se mira demasiado pequeño.

—Ella trabaja aquí, sabe de esto, Kary —dice Claudia.

—Ok —gruño y me dirijo al probador a medírmelo.

Sorpresivamente me queda mejor de lo que pensaba, salgo y en cuanto las chicas me ven, chillan de emoción «y eso que acabamos de conocernos».

—Te miras muy bonita.

—Parezco tamal mal envuelto —se ríen —aunque debo ser sincera y ya no me desagrada tanto como la primera vez que lo miré.

—¡Karyme está dejando de quejarse!

—¡Wohoooo! —exclaman todas al unísono y solo sonrío.

—No es para tanto —las miro enfadada y regreso a quitarme el vestido.

—¿Harán algún ajuste, chicas?

—No —dice Claudia con un pequeño destello en sus ojos —a todas les quedaron perfecto.

—¿Tu vestido ya está listo, Claudia?

—Ya, en la casa te lo enseño, Karyme. ¡Está bellísimo!

—Aquí tienen —la chica nos entrega una bolsa a cada una con nuestros respectivos vestidos y salimos de la tienda.

—¿Qué les parece si vamos a desayunar? —pregunta Eunice entusiasmada.

—¡Perfecto! —gritan las demás chicas.

Caminamos a paso lento y entramos a un restaurant de comida variada.

—Quiero la ensalada cesar, ¿y ustedes?

—Pediremos lo mismo, Clau.

—¿Qué comerás, Karyme?

—Carne con papas fritas —les doy una sonrisa.

—¿Comes carne? —abren su boca y me miran como bicho raro.

—Si —digo con obviedad —¿ustedes no? —abro los ojos como platos.

—Somos veganas.

—¡¿Tú también, Claudia?!

—No —suelta risitas y sus amigas fruncen el ceño —solo estoy comiendo saludable por la boda, ya sabes.

—¿Sabes a cuantos pobres animalitos matan para que tú puedas comer la horrible carne?

—Chicas, no me lo tomen a mal pero no quiero entrar en un debate en el que sé que ganaré —digo con egocentrismo.

—¿Siempre es así? —pregunta Samanta.

—Siempre —responde Claudias.

—Me caes bien pese a tu crueldad.

—Oww, gracias —chillo.

La comida llega, me percato de que las chicas me miran un poco consternadas, pero nadie dice nada, solo nos ponemos a comer.

—¿En dónde te quedarás a dormir, Karyme? —pregunta Eunice para romper un poco el hielo.

—¡En mi casa! —exclama Claudia —si te quedarás conmigo, ¿verdad? —curva sus labios.

—Sí.

—Cuéntanos de ti, Karyme, ¿Por qué decidiste mudarte? —siento un hueco en el estómago al escuchar esa simple y dura pregunta.

—No es necesario que contestes, Karyme —Claudia sabe perfectamente la respuesta.

—No pasa nada —aclaro mi garganta para empezar a hablar —después del colegio comencé a tener muchos problemas con mi mamá, así que decidí mudarme con mi padre.

—Ya veo —Samanta frunce el ceño —¿nunca quisiste volver?... Digo, a veces es difícil dejar a tus amigos, tu casa y a tu ciudad.

—Conocí a un chico —me ruborizo —él me hizo amar la ciudad en donde actualmente vivo, él me hizo ver el lado positivo de todo el desastre que había pasado en mi vida.

—¿Ese chico es Ismael? —me pregunta Claudia con una mirada coqueta

—Sí —en cualquier momento voy a desmayarme de vergüenza, todas me miran con mucha dulzura.

—Cuéntanos quien es Ismael —Saraí era la más entusiasmada con la historia.

—Mi mejor amigo y mi jefe.

—¡Además es su novio! —oh oh.

—Respecto a eso, yo…

—¡Sh, no seas modesta, Karyme!

Que quede claro que lo intenté, tendré que seguir con mis mentiras piadosas.




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