Por supuesto que estaba en el baño cuando sonó el timbre en lo de Amy. No cualquier baño, sino el más alejado de la puerta. Les presento a mi sexto sentido. Crucé el apartamento apresurada, el corazón desbocado, e irrumpí en la sala. Apenas me detuve a cerciorarme que era él. Un instante después, caía en sus brazos abiertos.
No reímos, no hablamos, no nos besamos. Nos quedamos ahí parados, abrazándonos con fuerza. Y fue tan extraño. Porque en ese momento en sus brazos, mi mejilla contra el pecho donde su corazón latía con tanta fuerza como el mío, sintiendo el peso ínfimo de su cara contra mi cabello, sentí que desde que saliera de puntillas de su habitación del hotel, había estado echando en falta algo vital que ni siquiera había advertido que me faltaba. Pero ya no. Ahora volvía a estar completa, plena.
No sé cuánto nos demoramos así, un minuto o un año. Pero en algún momento él besó mi cabello y aflojó su abrazo, lo suficiente para que alzara la vista hacia él. Tan increíblemente cerca, tan increíblemente real, tan increíblemente allí.
Me pareció ver un destello húmedo en sus ojos, pero seguramente eran las lágrimas en los míos.
—Hola, jovencita —susurró con suavidad, y esa sonrisa cálida que yo adoraba.
—Hola, anciano —respondí, incapaz de dejar de sonreír.
Una tosecita discreta nos obligó a apartarnos como tres centímetros para enfrentar a Amy. Ella nos alcanzó mi bolso con una de sus sonrisas maternales. Brandon asintió, tomando mi bolso con una mano y a mí con la otra.
Un minuto después, volvíamos a abrazarnos en el elevador. Tres pisos no alcanzaban para obsequiar al empleado de seguridad del edificio ni con un atisbo de porno, así que lo dejé rozarme los labios con los suyos y conducirme a la calle.
Afuera hacía un frío de mil demonios, y el viento pisoteaba la temperatura. Me apreté contra su costado para caminar los cien metros hasta su vehículo de alquiler, una camioneta blanca de cuatro puertas enorme. Brandon arrojó mi bolso en el asiento trasero y me abrió la puerta para que subiera. No pude evitar detenerme antes. Y sólo precisé una sonrisa y alzarme en puntas de pie para que su brazo ciñera mi cintura y sus labios encontraran los míos. Le sujeté la cara, negándome a dejarlo ir tan pronto.
—Vamos, por favor —susurró junto a mi boca.
Su alojamiento estaba a sólo cinco minutos de lo de Amy, y pronto me llevaba de la mano por la recepción de un hotel de lujo. Uno de los recepcionistas dejó todo para darnos la bienvenida, y terminamos de registrarnos en menos tiempo de lo que tardó el ascensor en llevarnos a la lujosa suite del señor Price.
No tuve ocasión de ver cómo era, porque apenas crucé la puerta, me alzó en sus brazos, ignorando mis protestas, y me condujo directamente al dormitorio.
Fue sexo de reencuentro, sabiendo que pasaríamos al menos una semana juntos y teníamos tiempo para tomarnos las cosas con más calma.
Sólo después, cuando me dejó acurrucarme en sus brazos contra su costado, tuvimos oportunidad de mirarnos realmente y hablar. Bien, cuando recuperamos el aliento, se entiende. Me acarició el cabello y descansó la mano en mi mejilla, esbozando una de esas sonrisas cálidas y adorables antes de besar mi frente.
—Mierda, te echaba de menos —murmuró—. ¿Cómo puede ser que no me haya sentido completo hasta ahora? —Presionó mi mano contra su pecho, entrelazando sus dedos con los míos—. Esto, ¿ves? —suspiró meneando apenas la cabeza—. Lo he necesitado desde que te fuiste.
Asentí con el ceño fruncido, mirando nuestras manos juntas. Sí, tenía razón. Yo sentía exactamente lo mismo.
—¿Por qué nos sentimos así? —murmuré, dando voz a la duda que me torturaba desde la primera noche que pasara con él.
Brandon se encogió de hombros. —Qué importa. Es real.
Su sonrisa vaga me conminaba a besarlo.
—Ten piedad de estos viejos huesos —bromeó, haciéndome volver a mi cómodo nido en sus brazos. Volvió a capturar mi mano para besar mis dedos y hacerlos descansar de nuevo en su pecho, cerrando los ojos—. Confesión vergonzosa: hacía semanas que quería dormir así.
—¿Por qué vergonzosa? ¿Porque no soy una modelo rubia?
Me enfrentó interrogante. —¿Estuviste investigando con quién he salido?
—Trisha se encargó. Te presento a mi mejor amiga.
Soltó una risita burlona y volvió a menear la cabeza, sus brazos apretándome contra su costado y la vista alzada hacia el techo. Esperé que dijera algo pero permaneció en silencio.
—¿Hay alguien en casa? —susurré.
—Claro que sí. —Bajó la vista hacia mí sonriendo—. ¿Qué tienes ganas de hacer?
—Lo que no puedo, por consideración a tu edad —reí—. Lo que quieras.
Alzó la cabeza como para mirarme el trasero. —Mejor pidamos algo de comer. No almorcé, y voy a necesitar toda mi energía para lidiar contigo luego.
Me escabullí de entre sus brazos, todavía riendo, y me senté. Mi ropa estaba toda tirada alrededor de la cama, mezclada con la de él. Brandon se incorporó a medias, apoyándose en un codo.
—No te quedaron cicatrices —notó—. ¿Ninguna marca de esas quemaduras horribles?
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Editado: 22.07.2023